TEMORES
“El Presidente tiene temor a qué
exista una coalición opositora que logre ganar la mayoría en 2021” -escribe contundente
en sus redes sociales Jesús Zambrano, el dirigente nacional del PRD, y al
decirlo no descubre el agua tibia. Eso puede suceder en cualquier democracia, es
el riesgo de perder una competencia electoral, es parte consustancial del juego
democrático, es lo que denomina el politólogo polaco Adam Przeworski “incertidumbre
democrática” pero, acaso, ¿ese temor no vale también para el PRD y los
dirigentes que promueven esa coalición de centro derecha para las elecciones de
2021?
Vamos, ¿no tendrán esa
incertidumbre?, Zambrano, pero también el priista Alejandro Moreno y el panista
Marko Cortés, porque si su oferta de acabar con López Obrador no se traduce en los
votos suficientes para alcanzar esa nueva mayoría legislativa es muy probable
que fracasen también en los estados donde habrá elecciones concurrentes y eso,
podría llevar a debilitar sus fuerzas en la consulta constitucional de
revocación de mandato en 2022 y, peor, en las elecciones presidenciales de 2024.
El presidente, efectivamente, necesita
la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados para tener control del
presupuesto y empujar su agenda social, sea a través de Morena o los partidos de
la coalición de centro izquierda que se prefigura, alcanzar los 251 diputados federales
requeridos. Pero, también es el caso de la coalición centro derecha, difícilmente
podrán sacar adelante su programa legislativo sino logra alcanzar todos juntos
esa cifra mágica y mantenerse cohesionados. Eso, significa, que cada uno de
ellos aumente sustantivamente la representación que tienen hoy en la llamada cámara
baja.
El PAN, de acuerdo con los
resultados de los comicios legislativos de 2018, es de los tres partidos de
centro derecha la formación política que obtuvo más diputados con 81, le sigue
el PRI con 45 y al final el PRD con 21, lo que da un total de 147 de los 500
diputados que integran la cámara, sin embargo, está representación vino a la
baja por la separación de once de sus diputados. Así para 2019, y probablemente
para el presente, el PAN cuenta con 78, el PRI 47 y el PRD con solo 11 diputados.
O sea, perdieron 11 diputados, 10
de ellos del PRD que se fueron a Morena, lo que significa que esos partidos
tienen 136 diputados de los 500, están a 115 diputados de la mayoría absoluta, si
se quiere remontar ese número que antes, uno solo de ellos lo tenía, y ahora
exige una gran labor de convencimiento de los ciudadanos.
¿Basta, decir, que el gobierno de
López Obrador es un fracaso para que el sentimiento de hartazgo que los sacó de
la presidencia hace solo dos años se convierta en amnesia y vuelvan acomodarse
las calabazas como estaban en el periodo peñista?
Felipe Guerrero, un periodista sinaloense, lo
dice con mucha claridad cuando señala que esta coalición de centro derecha tiene
un fuerte reto que es “convencer a los ciudadanos, no solo de que ha hecho o no
López Obrador, si no que no harán con el país lo que, igualmente juntos,
hicieron en los últimos 30 años. Será un tiro, nos dice Guerrero, entre la
memoria histórica y la memoria inmediata”.
Ahí está el quid de la cuestión. El
promedio del votante mexicano tiene clara la película -ahora, quizá, aumentada y
a todo color, con el conocimiento exhaustivo que cualquiera tiene de los escándalos
de corrupción que se fueron acumulando a lo largo de los tres últimos sexenios-
y, lo que estuvo detrás, de los 30 millones de votos a favor de la coalición electoral
“Juntos haremos historia”.
Y donde los gobiernos del PRI,
como del PAN, están, detrás de estos escándalos políticos que van desde tratamientos
con agua destilada a los niños enfermos de cáncer hasta los casos de Odebrecht
y la Estafa Maestra, sin olvidar, los sucesos que enlutaron familias por los acontecimientos
trágicos de Ayotzinapa y Tlatlaya, no menos importante los vínculos de miembros
destacados de estos partidos con el crimen organizado.
Vamos, de estos dirigentes no ha
habido un mea culpa sonora como punto de partida, un pronunciamiento contundente
contra la corrupción que se incubo en sus formaciones políticas y la expulsión
de la política de sus corruptos.
Entonces, por más mal que se
perciba al gobierno de López Obrador, alimentado por malas decisiones y los
escándalos de tráfico de influencias, cómo es el caso de Manuel Bartlett y su
hijo, o el más reciente de Felipa, la prima del presidente, que tenía contratos
por cientos de millones de pesos con PEMEX, cualquiera con tres dedos de frente
sabe que no tienen comparación.
Que aquello no tenía límites, qué
de la noche a la mañana, podían hacerse fortunas inconmensurables, al amparo de
la función pública. Y que no valía denuncia alguna porque la corrupción era
sistémica, tenía todo un engranaje de complicidades que resultaba imposible
castigar al corrupto, salvo, que este cayera en desgracia y lo alcanzara la
justicia.
Y esa dialéctica, entre la memoria histórica y
la inmediata, serán decisivas al momento de votar en los próximos años, las
heridas siguen abiertas y supuran sangre, y está coalición históricamente es contra
natura, si lo vemos en clave ideológica, es el PRI liberal versus el PAN de hondas
raíces democristianas versus la socialdemocracia del PRD.
Claro, se dirá que, en política,
no hay fórmulas preestablecidas, qué es acción en un marco de oportunidades
para ejercer el principio del llamado “arte de lo posible”, sin embargo, a lo
inverso, alianzas sin principios y un programa básico de que “hay que echar a
López Obrador de Palacio Nacional”, los acerca temerariamente a las consignas
de FRENA.
Entonces ¿qué hacen todos ellos
en esta suerte de cajón de sastre? Bien, lo dice Juan Villoro, que está
agregación política significa “el fin de la ideología y la congruencia en el
país, por lo que estos partidos deberían desaparecer”, efectivamente, el país necesita
una renovación profunda de su clase política que trascienda lo existente
conservando lo mejor de nuestra vida pública.
En definitiva, que el temor y la
incertidumbre democrática persistan, es síntoma de que estamos en una
democracia y tocará a los ciudadanos acotarla con sus votos.
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