PLAZA CALIENTE
El “levantón” que sufrieron los jóvenes
Carlos, Kevin y Cristian la noche del sábado pasado en una casa de la colonia
Venustiano Carranza del puerto Mazatlán auguraba el peor de los desenlaces
posibles y, es que con lo que sabemos, era muy probable que fuera uno más de
los que ocurren diariamente en el estado y terminan sumándose lamentablemente a
la larga cadena de desapariciones forzadas.
Los muchachos llenaban con creces
el perfil del desaparecido más frecuente, hombres, jóvenes, vecinos de una
colonia popular y miembros de familias con escasa capacidad de interlocución mediática
y todavía menos con las autoridades judiciales por lo que estaban llamados a desaparecer,
como ha sucedido con miles de muchachos que son arrancados impunemente de sus hogares
y desaparecen sin dejar rastro o peor que nunca fueron buscados porque
simplemente no importan y se convierten en un número más en la estadística
oficial.
Afortunadamente, dentro de esta
desgracia rutinaria, uno de estos muchachos, el sonriente Carlos Zataraín trabaja
como fotoperiodista en el diario Noroeste de Mazatlán y eso activó el resorte
nacional, provocando que rápidamente la noticia alcanzará las redes sociales y las
mesas de redacción, la radio y la televisión, además, activó a los miembros del
gremio que de inmediato realizaron actos públicos en Culiacán y Mazatlán pidiendo
su pronta aparición.
Y no solo ellos, los organismos
nacionales e internacionales de defensa de los periodistas se pronunciaron
inmediatamente sabiendo que las primeras horas son decisivas para garantizar la
vida y eso metió un plus para que la Fiscalía General del Estado se pusiera las
pilas para recuperar con vida a los muchachos.
Y quizá estaban más obligados porque
estos hechos lamentables habían ocurrido en la víspera de un día muy especial
para el periodismo nacional. Era la noche del día 14, unas horas antes de que se
cumpliera un mes más del asesinato del inolvidable Javier Valdez, y eso alarmó
sobremanera, a quienes están relacionados emocionalmente con el caso de aquel
día funesto de 2017. Seguramente se movieron todas las piezas del tablero de
investigación sea para iniciar la búsqueda cómo tocar puertas para rescatarlos
y ponerlos de nuevo a buen resguardo de sus familias.
Y la solidaridad, y la movilización
social y gremial, funcionó y para la noche del domingo, luego de casi
veinticuatro largas horas del levantón, donde los muchachos sufrieron de
cautiverio y golpes, fueron puestos en libertad y regresaron con sus familias
después de vivir esa experiencia de incertidumbre que ha costado la vida a
miles de sinaloenses.
El móvil del levantón no se sabe cuál
fue y quizá nunca lo sabremos, aunque solo porque basta ser joven para ser levantado
en cualquier calle o esquina de una colonia popular, o sustraído de su hogar, y
llevado a un destino desconocido.
Lo valioso, si es que se puede darle
ese atributo, es que nos recordó que Mazatlán no sólo es ornato y luces,
vialidades y ciclovías, bares y restaurantes, sino es ese bajo mundo del crimen
que todos los días nos sorprende con sus coletazos de sangre, esos que disminuyen
la tranquilidad de sus habitantes y visitantes.
Es decir, el levantón, calentó la
plaza y siendo ese centro turístico que hoy se presume por lo bello de sus
avenidas exhibió que no solo es eso, sino también lo ocurrido a estos tres jóvenes
que tuvieron la fortuna de regresar con sus familias, pero que otros no lo han logrado
cómo son los casos de Víctor Manuel Millán Toscano quien desapareció hace un
año y no hay noticias de él y más recientemente Glorimar López García, una joven
enfermera comprometida con la lucha contra el Covid-19, desaparecida desde el 29 de octubre y a la que
le lloran sus tres pequeñas.
Entonces, si se quiere seguir
vendiendo bien el producto turístico las piezas del sistema de seguridad deben profundizar
estas investigaciones y proteger a las personas que son objetivo de estos
grupos.
Si, no se siguen poniendo las pilas,
no habremos aprendido nada de esta experiencia agridulce y muy pronto tendremos
de nuevo levantones, pero con una gran diferencia que entre los perjudicados no
haya un periodista, una persona que, por su estatus social o político, se salve
sino simplemente ciudadanos sin apellidos de alcurnia, que solo los pueda
proteger las autoridades y que estas como en el pasado simplemente no actúen
por miedo o connivencia.
¿Por qué calentar la plaza?
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