LOS ARGUMENTOS
Quien lea detenidamente el comunicado conjunto
que dieron a conocer los fiscales generales de México y Estados Unidos sobre el
affaire Cienfuegos puede pasar rápidamente del asombro a la duda; de la
sorpresa a la incredulidad.
Porque, en apariencia, ese pronunciamiento no
solo salva al General de División Salvador Cienfuegos, de pasar el resto de su
vida en una cárcel de máxima seguridad sino porque implícitamente deja ver que
en temas de persecución del narcotráfico hay niveles hasta que nuestra fiscalía
demuestre lo contrario.
Y es que mire estimado lector, en ese
comunicado bilateral, hay un ejercicio de trapecismo que ni siquiera los
mejores acróbatas del Cirque du Soleil serían capaces de realizarlo. Se
pasa de una gran desconfianza que llevó a la DEA a realizar una investigación secreta
y duró alrededor de catorce meses -se dice que empezó en agosto de 2019- y de
la noche, a la mañana, nos enteramos que los estadounidenses, buena onda, nos
tienen todas las confianzas y aquella investigación minuciosa fue un desliz que
ahora se repara devolviendo a México al general de cuatro estrellas para que se
continúe aquí la investigación y en su caso, de resultar culpable de algún
delito, se le encause penalmente.
Se supone que el general cometió delitos en la
Unión Americana, y no cualquier delito pues incluso en el comunicado se dice que
fue arrestado en Los Ángeles para que respondiera por cargos de “conspiración
para fabricar, importar y distribuir narcóticos a Estados Unidos y lavado de
dinero”, es decir, delitos graves, y la lógica más elemental, indicaría que si
la DEA hizo bien su trabajo por ningún motivo debería otorgarse beneficio
alguno cómo bien alegan los representantes demócratas que sostienen que es una
violación al “Estado de Derecho” -Recordemos,
para medir el tamaño de la decisión, al general panameño Manuel Noriega, quien en
1988, fue acusado por los mismos delitos y purgó su sentencia hasta su muerte
en 2017.
Para que haya sucedido esto debe haber una
relación costo beneficio mayor que haber continuado en la dirección inicial, y
eso es terreno de especulación, han dicho algunos que la detención de
Cienfuegos tuvo una motivación electoral que ya no la tendría pues el proceso
está en vía de habilitar a Joe Biden como presidente del vecino país.
Y es qué ante la imposibilidad de seguir sacándole
jugo mediático a la detención de Genaro García Luna, se necesitaba otro “pez
gordo” para mandar mensajes de que la lucha de la administración Trump contra “narcos
y violadores” mexicanos, es fundamental para la seguridad estadounidense y eso
garantizaba votos especialmente en los estados de la zona fronteriza, cómo
sucedió, incluso en franjas importantes de la población de origen latina. En
esa lógica especulativa, se explicaría también la actitud del gobierno mexicano,
de no felicitar a Joe Biden por su triunfo electoral y aunque al momento del
comunicado no hay todavía formalmente un presidente electo, pero es cuestión de
tiempo.
Hasta el momento no sabemos qué fue lo
que llevó al general a Los Ángeles y solo se ha manejado la especie interesada de
que llevaba a su familia a un viaje de placer a Disneylandia. Que es inaudito
en tiempos de Covid-19 y sencillamente imposible porque el centro recreativo se
encuentra cerrado desde hace varios meses por la pandemia del Covid-19 y, hasta
hace poco: “El distrito de Downtown Disney ha
comenzado una reapertura gradual” (https://disneyland.disney.go.com/hotels/)
así, que las razones de ese viaje pudieron ser otras muy distintas hasta sospechar
que pudo ser un cuatro preparado por la propia DEA.
Recordemos, aun con su autonomía, los fiscales
generales responden al interés de los presidentes y eso deja entrever que el
caso, la papa caliente, cambie de sartén. Para cuando aparezca este texto ya los
alguaciles habrán puesto al general en México para sellar de esa manera este
acuerdo que necesariamente fue en el más alto nivel. Ya con el general en México,
que en palabras del canciller Ebrard no llega en calidad de detenido, sino como
“ciudadano libre”, nuestra fiscalía tendrá en sus manos el expediente norteamericano
y con ellos se abre una etapa inédita en la relación del gobierno civil con sus
militares.
Ya hay quienes apuestan que no habrá de pasar
nada, que el general Cienfuegos se va a casa y sus abogados se encargaran de
litigar de oficio lo que determine la fiscalía hasta prácticamente desaparecer
en la bruma mediática, también, hay quienes ven la prueba de fuego para una
fiscalía que hace unos días el presidente acusó que en el caso Odebrecht “van muy lentos”
conminándola acelerar el proceso, y este es un asunto más gordo, considerando
el gran poder que se les ha dado a las fuerzas armadas que seguramente se
hicieron sentir interpósitamente en la construcción de este acuerdo bilateral inédito
que genera un precedente.
Finalmente,
Marcelo Ebrard, el canciller mexicano, ha dicho que este desenlace tuvo
que ver con el gobierno mexicano
manifestó por la vía diplomática su molestia – The New York Times habla de que se
amenazó con echar de México a la DEA- porque Estados Unidos no habría informado
de la investigación cuando involucraba a un alto cargo del ejército, a un ex Secretario
de la Defensa Nacional, incluso, queriendo hacer un ejercicio de comparación
desafortunado el canciller pregunta: “¿Qué hubiera pasado si nosotros detenemos
al administrador de la DEA?”, “¿Qué pensaríamos qué ocurriría?”, para
responderse el mismo, “Habría una repercusión muy seria”.
La expresión es desafortunada porque deja
entrever que la fiscalía estadounidense corrigió liberando al general por una
falta de cortesía diplomática, un error de tacto en las relaciones bilaterales,
y para enmendar el entuerto, decide dejar a un lado los delitos que
presuntamente habría cometido el general en los Estados Unidos para que se
investigue y castigue en México. Raro, ¿no?
Finalmente, la fiscalía estadounidense, no
cierra el caso se reserva el derecho de que, si lo considera oportuno reabrir
la investigación contra el general Cienfuegos, y aquí vale recordar, que, a
partir del 21 de enero próximo, los Estados Unidos probablemente tenga un nuevo
fiscal general, y este podría considerar que este acuerdo es violatorio de las
leyes estadounidenses y requerir al general para cerrar la investigación que
inició la DEA.
O sea, no es un asunto cerrado, y de eso dependerá
mucho la postura del presidente López Obrador y la operación fina que realice Gertz
Manero que, hasta ahora, como dice su superior jerárquico, es muy lento en la
integración de los expedientes criminales y eso va contra el buen ejercicio de justicia.
Lo cierto es que cualquier decisión que se tome sea en el nivel político o judicial
encontrara por un lado la fiscalía estadounidense -muy pronto demócrata- querrá
saber el uso final que se le dé al expediente criminal y, por el otro, al ejército
que empoderado no quiere ver uno de los suyos, y con ese rango de cuatro
estrellas, sea juzgado y eventualmente sentenciado por delitos contra la salud.
Claro,
el general es inocente, hasta que no se demuestre lo contrario.
¡Al
tiempo!
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