LA HORA DE LOS ALBAÑALES
“Agustín y Enrique Coppel han estado
financiando las acciones del senador Rubén Rocha Moya”, para tener el
“control de Morena en Sinaloa”, señaló enfático y maliciosamente Carlos
Guzmán de grupo de noticias ABA, en la conferencia mañanera de AMLO del pasado
miércoles. Hablaba, sin más evidencia que su propio dicho, su discurso tenía un
tono más acusatorio, balconeo, a corre-ve-y-dile que a periodismo que en eso
lamentablemente está deviniendo este esfuerzo contra informativo. Y es que basta
poner un dicho bajo las linternas mediáticas de la Mañanera para que esa
afirmación se multiplique en las acríticas redes sociales y en el chismorreo
público.
Y es que el interés de una campaña sucia
no está en informar sino inocular una idea falsa, hacerla parecer como verdad,
para conseguir, si se puede, el objetivo que es instalar la duda. Y no cualquier
duda, la del presidente López Obrador, que tiene a Rocha Moya en buena estima, recuérdese
que vino a Sinaloa y le ofreció la candidatura al Senado de la República. Y
este ha sabido aprovecharla de manera que aparece frecuentemente en el primer
lugar en las encuestas serias de intención de voto como aspirante de Morena al
gobierno del estado.
Otro caso, de campaña sucia, es el de
Juan Alfonso Mejía López, el todavía Secretario de Educación y Cultura del
gobierno del Estado, quien está siendo vapuleado constantemente con el fin no
de bajarlo de esas mismas encuestas donde todavía no termina de despuntar, sino
del ánimo del gobernador.
Se ha circulado una historia negra
del padre de Mejía López, quién de acuerdo con ella, fue un médico de la mafia
y habría sido asesinado brutalmente junto con otros galenos cuando fallaron en la
cirugía plástica que le habían practicado al narcotraficante Amado Carrillo. Más,
recientemente, se le asoció como el promotor de una encuesta de percepción por
su desempeño en la secretaría a su cargo. Igual, que en el caso de Rocha se
busca inocular la duda, la certeza de que esta moralmente incapacitado para ser
el candidato de la alianza local hegemonizada por el PRI.
La factura de la campaña sucia es sincronizada
y está centrada en las emociones propias de un proceso electoral, es decir, las
simpatías o animadversiones que provoca este tipo de mensajes. Con ella se
busca provocar reacciones negativas en el presidente López Obrador y en el gobernador
Quirino Ordaz, sobre estos políticos y en última instancia en la decisión que
ambos deberán tomar en los próximos meses para dotar de candidatos a la próxima
contienda por los votos entre los sinaloenses.
Y es que, en el caso de Morena, aunque
hay varios tiradores no parece tener mejor candidato, después de una ya larga campaña
de posicionamiento donde está su desempeño como senador y gestor social. En el
caso del PRI, las cosas aparentemente parecen más complicadas de acuerdo la formalidad
institucional, si Juan Alfonso está y continúa en el ánimo del gobernador, no
está fácil, porque es un político que hasta donde se sabe pertenece al PAN aunque
aparentemente se haya distanciado de su partido luego del fracaso en sus aspiraciones
internas -Por ahí, el dirigente estatal del blanquiazul, lo ha puesto en una
lista donde están otros tres posibles candidatos a gobernador, lo que podría
significar que si no es en el PRI, pudiera ser en el PAN. Nunca antes visto.
Y aunque estamos en tiempos heterodoxos
y posmodernos, donde todo se vale, porque aparentemente ha desaparecido la
ideología, y las marcas electorales son flexibles pues se acomodan a las circunstancias
y personajes, como lo demuestra las alianzas que ha pactado la triada PRI-PAN-PRD
en Baja California, Michoacán y Sonora, está por verse la reacción que
provocaría que el PRI postule a un candidato de la competencia histórica y para
empezar ya se fue Sergio Torres a competir para gobernador por la franquicia Movimiento
Ciudadano. Algo indica que Sinaloa, no aparezca en las alianzas pactadas por
esa triada, y la consecuencia es que el gobernador no ha decidido entrar en este
juego de alianzas para tener más manejo en el juego sucesorio. Y, se impone la
prudencia, si aquellos juegos de poder están pensados y percibidos para obstaculizar
el gobierno de López Obrador en la segunda mitad de su gestión presidencial. Quirino
Ordaz no parece querer ser parte de ese juego nacional.
Obviamente estas campañas sucias no
hacen mella en López Obrador, ni en Ordaz Coppel, son políticos que se mueven
en clave de proyectos, y aun con piedritas en el camino, actúan y actuarán en
consecuencia. O sea, para que una
campaña sucia sea eficaz es necesario que se genere una sintonía entre el
mensajero y el destinatario. Aun cuando sea un globo que estalla en la
comunidad de unas redes sociales sometidas constantemente a ese tipo de
mensajes y desde donde se obtiene en el mejor de los casos una muestra de
disgusto efímero, momentáneo, como el instante de una fotografía.
Creo, entonces, que los promotores de
este tipo de mensajes sórdidos yerran pues nunca va hacer cambiar las lógicas
que dominan el ejercicio del poder. Y están llamados a ser una anécdota de mal
gusto en este proceso sucesorio. No es desaprobando moralmente al eventual
candidato de una u otra alianza, como se alcanzaría el otro objetivo, que es el
de allanar el camino a quien está pagando esta campaña de albañales. Quien,
seguramente, está en el hoyo de las preferencias y peor mal asesorado, buscando
por esta vía flotar en la atmosfera preelectoral.
En definitiva, las campañas sucias,
se han vuelto un instrumento auxiliar de la lucha política, con las que tiene
cargar nuestra singular democracia, y no son del todo malas, porque las qué si
son historias reales aun manipuladas, permiten conocer mejor a los candidatos y
al ciudadano tomar mejores decisiones al momento de votar lo que no significa un
juego de suma cero donde lo que pierde un candidato o partido, lo gana otro
candidato o partido.
¡Al tiempo!
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