NUESTRA TURBULENCIA EN NUEVA YORK
Cuando aparezca este texto Genaro
García Luna, el Secretario de Seguridad Pública del gobierno de Felipe Calderón,
ya habrá tenido su primera audiencia frente al juez Brian Cogan y habrá conocido
que se le acusa de asociación delictuosa por el envío de cocaína a territorio
estadounidense, haber recibido dinero sucio de Joaquín El Chapo Guzmán y falso
testimonio ante las autoridades migratorias.
Esta semana se supo por las pesquisas
de nuestra colega Dolía Estévez que el intento de tener un juicio negociado
había fracasado estrepitosamente y que tendría que afrontarlo con los recursos
que le brinda la ley.
Es decir, de ser ciertas estas pesquisas,
llegó derrotado a la sala de audiencias y en un entorno hostil y cómo
constatación se declaró inocente lo que significa tomar el camino largo y espinoso
de la exhibición pública.
Nos dice Estévez que el expediente
judicial es de 189 mil folios y, además, está un buen número videos y audios que
a García Luna lo ponen contra la pared y eso podría llevar al juez a pedir para
él cadena perpetua, la misma que se ejecutó en contra su viejo conocido Joaquín
El Chapo Guzmán Loera que, cómo se ha señalado, hoy cumple su condena en una
cárcel de máxima seguridad en el estado de Colorado.
Me pregunto, ¿qué provocaría el
fracaso de una negociación frecuente en el sistema judicial estadounidense?
¿Acaso, lo que ofreció a cambio
de la reducción de su eventual condena, es nada que no puedan tener ya los
jueces después del juicio contra Guzmán Loera donde participó el elenco estelar
del Cártel de Sinaloa que purga sentencias en prisiones estadounidenses buscando
-y algunos al parecer lo lograron- reducir sus condenas?
O la carta fuerte que tiene que
ver con la narcopolítica mexicana, cómo sucedió en el juicio contra Guzmán
Loera, ¿le fue rechazada y automáticamente queda a la buena de dios? o, a la
inversa, ¿que no haya querido cooperar señalando a sus antiguos jefes
políticos?
Y si eso sucedió, la posibilidad de
que Felipe Calderón u otros del gabinete panista rinda cuentas ante la justicia
norteamericana tendría que esperar al desarrollo del juicio.
El sistema judicial
estadounidense contempla la negociación con los detenidos cuando estos pudieran
ofrecer evidencia constatable de que otros “peces gordos” pudieran rendir cuentas
ante sus jueces y eso permite que los coadyuvantes o dicho en el argot criminal,
los “sapos”, reduzcan sus condenas.
Eso explica, lo solícitos, que
vimos a personajes del Cártel de Sinaloa señalando al Chapo Guzmán de cualquier
tropelía y aquel aguantando en silencio, lo que en el medio criminal se
considera un acto de traición y eso se paga con la vida, cómo al parecer
sucedió recientemente con José Rodrigo Aréchiga Gamboa, El Chino Ántrax, quien fue asesinado en Culiacán, luego
de huir de la casa donde llevaba su condena en libertad. Aunque, también, se
especuló que era una fuga acordada con sus agentes y que llevaba en el cuerpo un
chip que llevaría a donde estaban otros personajes del Cártel de Sinaloa.
Y ciertamente, en el juicio en
Brooklyn, contra el Chapo Guzmán, se ventiló prácticamente toda la forma de
operar de este líder del Cártel, sus rutas, sus socios y crímenes, el dinero del
capo di capi -que, por cierto, todavía no se sabe donde está- y, también,
salieron nombres de narcopolíticos entre ellos, el de García Luna, entonces, ¿Qué
podría ofrecer a cambio de una condena razonable?
No, mucho, después de que han
transcurrido ocho años que dejó el cargo del gabinete calderonista y en este
tiempo había vivido a caballo entre México y Estados Unidos, sea manteniendo las
relaciones con las agencias de seguridad estadounidense o sus empresas que tenía
en México o, mejor, disfrutando de una vida muy resuelta en la bella ciudad de
Miami.
Entonces, sólo le quedaba
comprometer nombres de políticos mexicanos que tienen vínculos con el mundo del
crimen organizado, poner en el banquillo para empezar a su exjefe Felipe
Calderón, que luego de la detención de García Luna ha dicho que “no sabía nada”
de los tejemanejes de su secretario.
Lo que resulta contradictorio
cuando todavía en entrevistas recientes le echa flores a su política de
seguridad, la “guerra contra el narco”, que costó la vida al menos a 60 mil
mexicanos y su estela de violencia se extiende hasta nuestros días.
Y aquí la pregunta es, si los jueces
norteamericanos estarían dispuestos a ir hasta el más alto nivel. En el juicio contra
el Chapo Guzmán el juez Cogan dijo no. Y hasta ahora, no hay indicios de que se
vaya a transigir este presumible freno por los posibles acuerdos que había en
ese entonces entre ambos gobiernos para la molestia de quienes quieren ver al
expresidente Calderón sentado en el banquillo de los acusados, diciéndole sin
sonrojo al juez “yo no sabía nada” de lo que hacía García Luna.
Ante un escenario de este tipo la
pregunta que asalta es ¿cuál será la postura de García Luna? Se hundirá solo o hará
lo que hicieron algunos capos en el juicio contra Guzmán Loera señalar a
personajes de la narcopolítica que escalaron fugazmente en los medios de
comunicación para forzar que sean llamados a declarar y de esa manera repartir
culpas por lo pronto algunos de sus colaboradores han sido despedidos y otros
están prófugos de la justicia.
Aquí cabe un matiz no menor. Santiago
Nieto, titular de la UIF-SHCP, precautoriamente ha solicitado en el marco de la
colaboración con las agencias de seguridad estadounidense, que Genaro García y
César Duarte, rindan cuentas de sus delitos en México, lo que permite suponer
que aquello que se ventile y no se juzgue en Estados Unidos, podría ser investigado
y juzgado en México.
En definitiva, el nombre de Felipe Calderón
será inevitable en el juicio contra García Luna, era quien lo había puesto en
el cargo –¿por recomendación de Vicente Fox? - y a quien le rendía cuentas de
la llamada “guerra contra el narco”, que ahora sabemos, en realidad, era una
guerra de un cártel contra los otros cárteles y donde el gobierno era juez y
parte.
Pero, lo que es claro, esto apenas
empieza y estamos en la etapa de las preguntas y las conjeturas sobre este
hombre que se declarado inocente ante la justicia norteamericana y que tiene
todas las de perder.
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