MIEDO, VIRUS Y BACTERIAS
El martes participe vía la plataforma zoom en un panel organizado por Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Tamaulipas bajo el titulo “Adaptación y Alternativas ante la nueva Normalidad” y estas son mis reflexiones que giraron en torno a la matriz “Miedo y Nueva Normalidad”.
Primero, el miedo, ese
sentimiento de incertidumbre y desamparo, que destruye nuestra tranquilidad
cuando perdemos algo valioso para nuestras vidas adquiere hoy una dimensión
colectiva, universal, sin precedente pues las epidemias previas frecuentemente
eran focos localizados en territorio y poblaciones sin llegar al carácter
global de una pandemia.
Segundo, todavía con ese
sentimiento de miedo lo veíamos como un asunto de los “chinos”, y más
específicamente del mercado de Wu-han, que nos remitía a una historia digna de
una película de terror que se quedaría mermando la población más grande del
mundo.
Tercero, Pero no, cómo ha
ocurrido con otras epidemias son viajeras y se trasladan por tierra, mar o
aire, y un día nos desayunamos con la noticia que estaba entre los europeos,
acusadamente entre los italianos y españoles, y quizá deseando, no sin temor
que se quedará al otro lado del Atlántico.
Cuarto, y un día al encender el
radio o leer prensa, nos dimos cuenta que ya estaba entre nosotros y eso nos
aterrorizo -bueno, no tanto- se supo que uno de los nuestros que había asistido
a un congreso académico había traído el temido virus y se le confinó en un
cuarto de un hotel de 5 estrellas y ahí se le tuvo durante semanas hasta que un
día tomó un vuelo con destino desconocido pero ya habían aparecido otros casos
en Culiacán.
Cinco, aterrorizados volvimos la
vista hacia la ciencia médica para saber que tenía como antídoto y la respuesta
nos sorprendió a todos, no había nada para combatir el mal, el virus era un
desconocido al que apenas se empezaba a investigar y los mejores pronósticos era
que en un año tendríamos la vacuna contra el Covid-19 por lo que era de esperar
daños cuantiosos en la economía y vidas humanas.
Seis, entonces, volvimos la vista
al Estado, y a las garantías del derecho a la salud, con la sorpresa de que las
últimas administraciones de corte neoliberal habían venido desmantelando paulatinamente
el sistema de salud pública. No había capacitación para la asistencia de
enfermos de la Covid-19, la infraestructura hospitalaria no era la suficiente como
también los insumos básicos de protección de los médicos y enfermeros.
Siete, caímos en pánico, atizados
por unos medios de comunicación que todos los días mostraban un mapa
catastrófico a través de una estadística de contagios y fallecimientos y que no
respetaba estatus social, género o edad, de todo caía, pero también nos dimos
cuenta de que se ensañaba con los más vulnerables de la población.
Ocho, y eso alarmó no sólo a las
personas, sino al gobierno que se resistía a tomar decisiones radicales por los
posibles efectos en la economía, sin embargo, se vio obligado hacerlo y llamar
al confinamiento manteniendo solo las actividades esenciales lo que vino a
complicar la situación de miles de familias.
Nueve, entonces, las empresas
empezaron a cerrar, a despedir a su personal y reducir salarios o sea a vivir
un proceso de empobrecimiento vertiginoso que alteró la vida de las personas y
eso provocó un incremento de la conflictiva familiar o mejor, sentó las bases
para replantearse las relaciones familiares favoreciendo la cohesión.
Décimo, el stress iba en aumento,
cada día nos enteramos de que el Covid-19 estaba más cerca a nuestro entorno cuándo
conocidos, amigos y familiares enfermaban y muchos de ellos morían sin poder
despedirse de sus seres queridos o los que tenían mejor suerte, lo hacían
mediante la aplicación de WhatsApp que transformaba la ceremonia del adiós en
un acto frío, distante, pero profundamente conmovedor.
Undécimo, el gobierno se ve entonces
en la necesidad de priorizar la economía sobre la ciencia médica, esto llevó a
la gente a la calle y, por lo tanto, aumentó la propagación del virus y a
ejercer presión sobre el sistema de salud pública o peor, sobre las finanzas de
muchas familias que asumían los costos de la enfermedad.
Duodécimo, ante esta nueva
normalidad caótica, la salida no fue otra que el “sálvese quien pueda”, un
reforzamiento del individualismo en contra de una alternativa colectiva y
solidaria que nos proteja en tanto llega la vacuna milagrosa.
Finalmente, no se puede olvidar las
epidemias del pasado, que mermaron significativamente poblaciones enteras y que
el avance incontenible de la medicina más la capacidad para metabolizar el
virus y las bacterias es nuestra única esperanza.
Lo que está visto es que el miedo
no se cura y hay que cargar con él, porque en cualquier momento y lugar salta.
Comentarios
Publicar un comentario