EL POLÍTICO Y EL CIENTÍFICO SINALOENSE
Max Weber, el gran sociólogo
alemán, hace más de un siglo ponía el foco de atención en la diferencia sustantiva
entre el político y el científico. Esta disquisición intelectual no estaba
exenta de anclajes sociales o políticos. Su país salía devastado de la guerra y
con grandes compromisos económicos con el resto de Europa producto de las
obligaciones que le imponía el Tratado de Versalles.
¿Serían los políticos o los científicos
los que tendrían respuestas esperanzadoras luego de que el actor militar había
sido derrotado en toda la línea? ¿Cuándo esa derrota tenía un alto costo en la
vida de los alemanes y daría pie para el surgimiento del nazismo?
La emergencia planteaba problemas
y es donde aparece la figura de Weber, para situar en el lugar correcto la
discusión en torno al rol del hombre de acción y el hombre de ciencia con o sin
puesto público, y en situaciones como las que está viviendo el mundo y en
particular nuestro estado.
Viene a cuento esta disquisición sobre
el político y el científico, porque en los últimos días se ha escuchado insistentemente
sobre un desencuentro entre el gobernador Quirino Ordaz y Efrén Encinas, su Secretario
de Salud; un desencuentro lógico entre el político y el científico. Vamos,
entre el que está sujeto a presiones diversas que le obligan a tomar decisiones
y el que hace las recomendaciones basado en la ciencia.
Se ha señalado que mientras Sinaloa se
encuentra en el bloque de los estados de mayor crecimiento de contagios de
Covid 19 el gobernador inopinadamente ha tomado la difícil decisión de reabrir la
actividad económica y eso contravendría con las indicaciones que hace el
secretario del ramo, quien de distintas maneras llama a la prudencia, a la
gradualidad, a poner por delante el cuidado de vidas.
¿Quién tiene la razón? A primera
vista los dos. Es el ejecutivo el que debe tomar las decisiones, es quien tiene
el mandato de las urnas y el pulso de lo que está ocurriendo en el estado. Además,
teóricamente cuenta con la información que sus secretarios y asesores le
suministren para una mejor toma de decisiones en este o en cualquier otro asunto
de interés público.
Sin embargo, en una circunstancia
como la que estamos viviendo, no hay que decidir entre buenas y malas opciones,
sino por la menos mala, y la menos mala conforme lo que estamos viviendo es una
mezcla de apertura económica y control a través de protocolos sanitarios.
Están en juego cientos de miles
de empleos formales e informales, y eso obliga a tomar decisiones, que para los
más puristas de la sanidad pública es inaceptable, pero, es muy distinto, para
una persona de a pie a la que se le ha acabado el dinero para la manutención de
su familia. A ese ciudadano no le importa jugar con su vida en la ruleta de la
pandemia, sale sin más a buscar para los gastos básicos sobre todo cuando nuestros
gobiernos, a diferencia de otros más previsores, no entregan despensas, sino
dan ayudas económicas y fiscales para sobrellevar mejor la situación.
Es donde entran en juego la
cultura cívica y los protocolos de salud. El Secretario de Salud llama además
de cuidarse para evitar el contagio proteger a los demás, entre ellos en primer
lugar a sus seres queridos, y luego a quienes se encuentra en la calle o donde
trabaja, no puede hacer una cosa sin la otra, si por desacato se contagia
llevara inevitablemente el virus a los suyos. Pierde la ciencia. El doctor Encinas
verá desconsolado el incremento de contagios y la saturación de los hospitales
públicos.
El problema es que los más
puristas no quieren ver más allá -sea por razones humanitarias, fijaciones mentales
o políticas - y, hay que tenerlo claro, si no se toman decisiones económicas
además de la pandemia por el virus estaremos cavando la del hambre por
mencionar lo más básico.
Acaso, ¿no estamos viendo un incremento
de personas que están pidiendo dinero en la calle o tocando puertas de las casas?
Incluso, estamos viendo un incremento de los daños patrimoniales, lo que viene
siendo un subproducto de meses sin empleo, sin ingresos, en muchos de
desesperación.
Entonces, el problema entre Quirino
y Encinas es que esas presuntas desavenencias o rumores interesados, son
producto de que no armonizan un discurso público, cómo si lo hace López Gatell
con López Obrador, aun cuando la realidad termina por demostrar que en estas
situaciones límites vale más la diferencia pública que la simulación, el engaño,
el discurso triunfalista.
Va un ejemplo, en una investigación
sobre actas de defunción que realizó recientemente el diario Milenio, en el Registro
Nacional de Población, encontró que al 19 de junio que la cifra de decesos no
fueron 20 mil 394 muertes por coronavirus sino probablemente 38 mil 815 lo que representa
un 90 por ciento más.
Incluso, si a esta cifra, se
suman las muertes por neumonías atípicas y virales, se dispara a 43 mil 790, lo
que representa un 114 por ciento más.
El problema, nos dice el diario
capitalino, es el subsecretario López Gatell que solo toma en cuenta aquellas muertes
con pruebas positivas y eso evidentemente distorsiona la realidad, porque no
todos se hacen la prueba PCR, hay un déficit de pruebas.
La falta de estudios en Sinaloa muestra
lo siguiente de acuerdo con la misma fecha del 19 de junio y Covid 19 incluido
en el acta de defunción: Covid confirmado 90; Covid posible 495 y Covid sin
confirmar 286 que darían un total de 880 defunciones por Covid las mismas que
reconoce del Gobierno del Estado
En definitiva, esta diferencia entre el
político y el científico debiera alejar la maledicencia, no es la lucha del
político contra el hombre de ciencia, sino las circunstancias que lleva a que
choquen las opiniones y al final se impone lo que resulte de estos equilibrios
para bien o para mal, en una sociedad como la sinaloense.
12/07/20
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