AMLO EN WASHINGTON
El viaje de López Obrador a
Washington para encontrarse con su homologo estadounidense Donald Trump provocó
un debate interno sobre la pertinencia de haberlo hecho en un momento en que
transcurren las campañas electorales presidenciales en el vecino país.
Algunos argumentaron sobre lo que
le ha sucedido cuando un presidente mexicano -y, quizá, también de otros países
que tienen un buen número de migrantes que pudieran ser influidos cuando
ocurran las singulares elecciones estadounidenses- se mete literalmente entre las “patas de los
caballos” y, los otros, ese gran arco que
va desde los activos obradoristas de mayor incondicionalidad hasta los confían
en su presidente aun cuando reconocen lo poco oportuno de trasladarse a la capital
estadounidense.
Los extremos tienen una cuota de
razón sobre la conveniencia de asistir a Washington en estas circunstancias. La
historia de estas relaciones diplomáticas bilaterales nos indica que no es
recomendable ir en medio de un proceso electoral porque:
1) Acepta en desventaja una visita
para asistir a la Casa Blanca -la verdadera- sin que hubiera sido posible
negociarla en el marco de un calendario y las necesidades políticas del T-MEC pues
simplemente se impuso una fecha que le sirve al presidente de los EU para su
campaña electoral y a AMLO lo deja en una mala postura que inmediatamente sus
enemigos mediáticos de distinto tamaño han aprovechado para señalar que Trump
le tiene tomada la medida y sabe como someterlo a sus caprichos, lo que
contrastaría con la actitud previsora de Justin Trudeau, el primer Ministro
canadiense, quien no asistió al cónclave pese a su vínculo con el T-MEC; y,
2) Que al no negarse asistir le
abre un frente en caso de que se cumplan en las urnas los pronósticos de
triunfo electoral de Joe Biden, el candidato del poderoso Partido Demócrata, y
eso podría afectar la segunda mitad de su gobierno.
Sin embargo, la política
internacional nunca fue fácil y menos con el gobierno estadounidense, había que
tomar decisiones en las actuales circunstancias, ponderar lo que se gana o se
pierde con la asistencia o no a Washington, y es donde pesa la ascendencia de
AMLO en la gran comunidad mexicana, que recordemos le votó el 68% y también los precedentes diplomáticos: La dura
campaña de Trump a favor del muro fronterizo que en su imaginario habrá de
pagar México, él envió de decenas de
miles de miembros de la Guardia Nacional a la frontera sur para frenar la
migración masiva centroamericana, la repatriación de ilegales de otros países a
nuestra zona fronteriza, la modificación de la política de asilo o el más
reciente, aun con todo lo justificable, el cierre unilateral de la frontera por
razones sanitarias.
Y, cómo un adelanto de lo que
podría ser esta visita, días antes el presidente Trump visita Arizona y se toma
la foto frente al muro. Un mensaje duro, poco cordial, ante un presidente que
asiste de buena fe y que va con ánimo amistoso. Pero, esto no vale, el levantamiento
del muro con cargo al gobierno mexicano le trajo muchos de los votos que lo
llevaron a la Presidencia de los Estados Unidos, hoy sin la fuerza de aquel año
y con tendencia a la baja en las encuestas, es obvio, que habrá de lanzar una
campaña más agresiva para reforzar el voto conservador, la clientela electoral
de los republicanos y especialmente la de los estados fronterizos.
O sea, la reunión entre
presidentes no sólo fue para hablar del T-MEC, si es que eso no queda en manos
de los secretarios del ramo, sino es eminentemente política, Trump sabe que
AMLO tiene un apoyo importante entre la comunidad mexicana establecida en la
Unión Americana, como se ha visto en las manifestaciones a favor que han
ocurrido en varias ciudades con su llegada a territorio estadounidense.
Y en el imaginario de estos
mexicanos cuenta todo. Su trayectoria política, sus decisiones y sus cartas de
austeridad que le ha dado un lugar en la percepción mundial. Sea a través de trasladarse en su Jetta de
Palacio Nacional al aeropuerto de la Ciudad de México O viajar a Washington en
un vuelo comercial y hospedarse en la embajada mexicana.
Esas decisiones llamaron la atención
de una franja de la prensa estadounidense -la mayoría no dio importancia a la
visita- y no daba crédito a la sencillez luego del dispendio y alarde característico
de presidentes de primer mundo que vieron con Fox, Calderón o Peña.
Luego vendría el protocolo del
T-MEC donde Trump fue contundente: La relación entre Estados Unidos y México
jamás había sido más cercana, ante el asombro de los opositores que esperaban
una señal que les permitiera considerar que el presidente estadounidense estaba
de su lado y nuca llegó. Por el contrario, la detención de César Duarte ese
mismo día da cuenta clara acerca de cuál lado es el suyo.
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