DESPENSAS MAFIOSAS
“La gente desesperada
que hoy recibe ayuda de los mafiosos
tendrá que estar
agradecida cuando todo se reanude”
Roberto Saviano, El
País
Saben hacer su juego.
Los cárteles entregan despensas, sean
decenas o centenas, en zonas marginales de Sinaloa, Tamaulipas, Michoacán,
Jalisco, SLP, Veracruz o Morelos y la respuesta es obvia, se refleja en los
rostros de agradecimiento. Estas sonrisas tenues luego se congelan en imágenes estáticas
que son registradas y en el mismo instante se suben a las redes sociales y los
medios de comunicación inmediatamente le dan vuelo entre el azoro y la
fascinación.
¿Cuánto pudieron haber costado cada
dotación de esas despensas? En el mejor
de los casos unas decenas de miles de pesos, y con ello se trasmitió la idea
del criminal magnánimo, solidario, bueno, enraizado en el pueblo. Nunca pudo
haber resultado más barato instalar esa idea en el imaginario colectivo cuando
al instante se multiplican ilusoriamente en miles o decenas de miles despensas
con el sello de la casa del cártel. Pero, la sola idea multiplicada no solo
muestra este ejercicio de magnanimidad, sino de forma indirecta mostrar sutilmente
la ausencia de los actores que están en la economía o en la función pública.
Para una comunidad pobre, en los
linderos dramáticos del hambre, no hay mejor persona que la que le ayuda con
una dádiva, un regalo, un pan para pasar el día. No ve delincuentes embozados,
ni personas armadas, menos a alguien que represente un riesgo para su
integridad personal, o la de su comunidad, simple y llanamente divide de forma binaria
el mundo entre quienes le dan y los que no; entre los que no están obligados a
dar y dan y, en esa lógica, los que estarían obligados no dan.
En ese juego perverso de dádivas
no es difícil sacar la conclusión sobre quien gana en el imaginario de estas
personas marginales, y no solamente entre ellos, sino entre muchas otras personas,
que no las reciben pero que ven en el acto de esa entrega, magnanimidad, que en
tiempos de desgracias colectivas se agradece y aplaude, se corre la voz, cómo si
se llegará en medio del desierto al oasis de su hambre.
Quizá, por eso AMLO, salió al
quite en una de sus conferencias mañaneras, pues ese espacio no lo quiere
compartir con nadie y menos con malandros “buenos”. A ellos les dijo desde
Palacio Nacional que eso no ayuda, que lo que le ayuda a los de abajo es que
sus organizaciones dejen de hacer sus “malandrinadas” pero más énfasis que le
pongan son palabras al viento, para oídos sordos. Aquella seguramente es parte
de una estrategia de llenar vacíos o mejor recordar que están ahí, abajo, donde
se nutren con sus capturas constantes de regiones, pueblos, barrios, personas.
Es el alimento natural de ese
poder paralelo que se ha construido gradualmente a lo largo y ancho del territorio
nacional, y vale poco reclamar que fue construido durante los gobiernos del
prianato, lo real es que han demostrado que aun con todo y estrategias de
seguridad pública están y seguirán estando, con estos u otros liderazgos. Qué
son transexenales.
Así que el alegato moral del presidente
no tiene el oído de ese interlocutor de las sombras. Solo le escuchan
estoicamente los más leales. El resto está con el qué le de esas cajas con
frijol y arroz, aceite o azúcar, donde está el sello y la imagen del Chapo
Guzmán o el llamado Señorón de Morelos. No ve malandrines porque ven despensas
para unos días independientemente del gobernante en turno aun cuando AMLO
pregone la máxima propagandística de: “Primero los pobres”.
Que poco podría servir si el
pronóstico de que millones de familias de clase media podrían agregarse a esos
dos tercios de la población nacional que hoy vive en algún estado de pobreza. O
sea, que esta crisis sanitaria, que hoy sacude las principales economías del
mundo y en particular la nuestra, termine por agregar a segmentos de la clase
media que se resistirá aceptar a ser considerados entre los pobres.
Se podrá decir que es aventurado
este pronóstico y es que si bien nos va a pegar este golpe algunos dirán no
será tan severo por las razones que se quieran. Sin embargo, lo que estamos
viendo en una economía semiparalizada no nos permite ser optimistas más bien
podría llevar al pesimismo entre quienes están en riesgo de perder sus empresas
y empleos.
Más, todavía, si estamos viendo un
desencuentro que raya en la ruptura entre el gobierno y la elite empresarial,
lo que no está sucediendo en la mayoría de los países que aun con todas las
dificultades y roces entre la política y economía, se mantienen unidos en lo
esencial, para evitar en lo posible un mayor deterioro que haga más difícil la
recuperación económica. Cierto la élite no es el todo económico y no se
caracteriza por ser solidaria. Pero, en una crisis como la vigente debemos ir
todos en el mismo barco con mucha interlocución.
Ya lo reflexionábamos en nuestra
colaboración anterior (“El Dinero Mafioso”) si se profundiza la crisis la
secuela en la estructura productiva y el empleo tendrá un alto costo. Y eso
genera vacíos que otros actores buscarán llenar. Entre ellos los que están
detrás de quienes hoy reparten “magnánimamente” despensas en las comunidades
pobres para seguir capturando mayores espacios de la economía.
Y ese es el problema de fondo, muy
probablemente muchos capitales están siendo llevados a paraísos fiscales y
otros están en espera de las decisiones, no declaraciones, del gobierno
obradorista. Atentos a la política monetaria y a los vacíos que se vayan
creando para intervenir abierta o subrepticiamente.
En definitiva, la entrega de las despensas es
el ángulo popular y mediático de una operación de contraste, que entrelineas busca
refrendar la idea de que hay un “cártel bueno” y un “cártel malo”, uno que
ayuda, que es de los suyos, y otro que perjudica, qué hace daño y en esa lógica
pueril hay unos políticos buenos y unos políticos malos.
Y en esa percepción se olvidan qué
estás organizaciones tienen una agenda que se mueve con la lógica de “si tus adversarios
se están peleando no los distraigas, deja que lo sigan haciendo, al final otro podría
ser el ganador”.
Al tiempo.
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