DEJAR DE CONTAR MUERTOS AMPLIANDO LA CONVERSACIÓN
Debo aceptar que al empezar a
escribir este texto lo hago influido por el quehacer informativo de la televisión
española (RTVE) sobre la pandemia que se reproduce en México a través de cable
y que nos da una visión precisa de lo que está ocurriendo en el país ibérico que
los ha golpeado como a pocos países.
Además de la narrativa fría que
lleva un recuento puntual de los que oficialmente son reconocidos como fallecidos,
infectados o recuperados da una visión del comportamiento del virus en las
distintas comunidades autónomas (estados) y de las políticas de seguridad pública,
como sanitaria, pero también, del comportamiento humano y opiniones que tiene la
población urbana y rural, profesionales y no profesionales, empleados o
desempleados, hombres y mujeres, viejos y niños, en una espiral omnicomprensiva.
Y después de presentar esa
perspectiva de la cotidianidad de la pandemia son entrevistados políticos en
funciones de gobierno, policías, especialistas en salud pública, periodistas, economistas,
filósofos, demógrafos, médicos, familiares de los enfermos o deudos (no
necesariamente en ese orden) y luego el noticiario cierra con las indispensables
mesas de análisis de la información.
Entonces, con ese cúmulo de
información diversa, la audiencia se nutre de opiniones y datos que le permiten
tener al final del día un buen blindaje contra la desinformación, el inevitable
oportunismo político y las noticias falsas que no parecen tenerlas la sociedad
española.
Bien, lo decía el politólogo
Robert Dahl, que una democracia se mide por la cantidad y calidad de la
información que el ciudadano tiene en sus manos para la toma de sus decisiones e
insistía que promoverla es tarea del Estado democrático. Es decir, garantizar
que se escuchen todas las voces para generar una gran conversación pública.
Pero ¿qué pasa cuando ese Estado
es débil y es incapaz de garantizar civilizada esa gran controversia? Bueno,
sucede lo que hemos estado viendo en estas semanas de confinamiento, una estrategia
de comunicación centralizada y vertical, muy basada en la estadística de la
pandemia, las televisoras, la radio o los portales de información todos los
días nos sacuden con nuevos muertos e infectados, nos describen como se
desplaza la mancha negra que inevitablemente habrá de llevarnos a todos a la fase
3 pero poco nos dice de la vida cotidiana, de cómo están viviendo el
confinamiento los adultos mayores, los niños, las embarazadas, los dueños de
los negocios que se cierran, las historias familiares con los nuevos deudos.
Entonces, ese vacío lo llenan los
mitos, las noticias falsas, la rumorología, la insidia, el rencor social
o el oportunismo político. Que la gente compra y repite con facilidad generando
así una burbuja desinformativa. Que impide que la mayor parte de la gente tenga
la información correcta y tome sus mejores decisiones.
No es casual que los llamados a permanecer
en casa una franja de la población lo vea como una “mentira más” de los
políticos, cómo un asunto de “gente huevona” que no tiene nada que hacer y no
deja hacerlo a quien si quiere trabajar y cómo un asunto que el gobierno debe
resolver a la de ya.
Pero, resulta que no es una mentira, tampoco una
huevonada o que este en manos del gobierno resolverlo todo. Aun así, los
grandes, medianos y pequeños empresarios piden que les echen una mano para
sobrevivir a la crisis de producción y consumo y los enfermos de coronavirus 19
reclamen atención inmediata a un sistema de salud que está dando muestras de no
estar preparado para atender ni meridianamente este tipo de emergencias.
Ahí está como ejemplo, el caso
más sonado de esta semana, el de la clínica 30 del IMSS de Tijuana, que salió a
la luz luego que el comediante Eugenio Derbez trasmitió por pedido una
comunicación en redes dando cuenta de la situación alarmante que se estaba
viviendo en la mencionada clínica e inmediatamente lo lincharon y llamó la
atención de la delegada del IMSS en el estado. Ella oficiosamente negó en toda
la línea lo que supuestamente había trasmitido uno de los médicos, por lo tanto,
la intervención del comediante la calificó de noticias falsas.
Sin embargo, no habían pasado más
que unas horas cuándo el gobernador Jaime Bonilla salió al paso de sus dichos en
una conferencia de prensa e hizo lo propio contra la delegada del IMSS, al
grado extremo de señalar que a la delegada no se le había visto por las unidades
médicas donde “los médicos están cayendo como moscas”.
Esta contradicción entre los dos
niveles de gobierno de origen morenista, dan cuenta de como hasta entre los de
la misma casa de gobierno no hay acuerdo y más todavía lo inservible del método
negatorio para solucionar problemas.
Y, bueno, no veo otra manera de atender
las insuficiencias más que reconociéndolas y poner en marcha una buena
estrategia para encontrar los recursos que se necesitan para dotar de mayores
recursos materiales a las instituciones públicas de salud.
Y un buen punto de partida es ir
por los deudores del fisco que solo 15 de los grandes deben una cantidad superior
a los 50 mil millones de pesos. Y en esa tarea debería colaborar el CCE, o al
menos no estorbar, si cómo dice le importa mucho el futuro del país.
Eso ayudaría a cambiar los
humores de la conversación pública y abriría nuevos canales para que el tema de
la pandemia salga de la cuadricula de muertos e infectados y robustezcan lo
existente que existe con otras voces que están haciendo su contribución desde
los hospitales hasta el sistema de seguridad pública o la producción de
alimentos, la ciencia, los psicólogos, el aula redefinida, las artes y oficios en
sus diversas manifestaciones.
En definitiva, las crisis son oportunidades,
que provocan como sucede en España donde han transformado los monólogos frecuentes
del poder en nuevos espacios de reflexión colectiva. Debemos salir de este
pantano que muchos quieren resolver de forma pueril reduciéndolo a una reyerta
histórica entre buenos y malos. Y eso empieza por vernos en los otros, en otro
espejo basta sentarnos una mañana frente a la TV y ver el canal 232 de cable para
aprender de los sufridos españoles.
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