LUDOLFO PARAMIO, UN INTELECTUAL DE SU TIEMPO

 

LUDOLFO PARAMIO, UN INTELECTUAL DE SU TIEMPO

 

 

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

 

“Ludolfo pertenece a esa no muy frecuente estirpe de intelectuales plenos, que reflexiona, investiga, lee, publica y se compromete”, dijo recientemente José Luis Rodríguez Zapatero, el ex jefe de gobierno español, en un homenaje in situ que le brindó la Fundación Ortega-Marañón a este español excepcional.

 

Rodríguez Zapatero, no exagera, lo define perfectamente, era un teórico del socialismo democrático y un hombre de acción política.

 

Su sólida formación académica venía de las ciencias físicas en las que se doctoró en la Universidad Autónoma de Madrid y se nutrió con los estudios en ciencia y sociología política.

 

Ingresa al PSOE en 1982, justo, cuando se postula y triunfa ampliamente Felipe González que se convierte en el primer gobernante socialdemócrata en España con lo que se consolida la democracia luego de los pactos de La Moncloa y el largo invierno franquista del que ha dado cuenta brillantemente Almudena Grandes en su obra mayúscula La guerra interminable.

 

Paramio, comparte la actividad política con la función académica dirigiendo la Fundación Pablo Iglesias, desde donde lleva a cabo una intensa actividad político-académica e impartiendo además clases en el Instituto de Investigación Ortega y Gasset de Madrid y el de Políticas y Bienes Públicos del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con un énfasis importante en los estudios sobre América latina. Quizá, una de sus mayores preocupaciones intelectuales, como lo sigue siendo de su colega y amigo Manuel Alcántara, otro “gigantesco profesor”, como, exclamaría Mauricio Merino triste, al enterarse de la muerte de su tutor de tesis doctoral.

 

Y, así, cumple con las tareas del partido en el gobierno, siendo miembro de la dirección federal del PSOE entre 1990 y 1997, además, de ser director del departamento de Análisis y Estudios del gobierno de Rodríguez Zapatero entre 2004 y 2008.

 

En 1992, el año en que lo tuve de profesor en la Universidad Complutense, se celebró el XXXIII congreso del PSOE y de esas jornadas sale electo como responsable de la secretaria de Formación Política, lo que habría de convertirlo oficialmente en su ideólogo y coincide con la publicación de su libro más conocido y, seguramente, actual, por las nuevas tendencias políticas: Después del Diluvio: la izquierda ante el fin de siglo (Siglo XXI).

 

En esta obra hace un ajuste de cuentas con el marxismo clásico ante los nuevos desafíos y pone en el centro de su análisis al Estado de Bienestar. La socialdemocracia europea daba frutos tangibles con un mejoramiento en los niveles de vida de sus ciudadanos. “No es un libro complaciente, nos dice una sinopsis certera de la obra, con los viejos mitos de la izquierda, pero tampoco un libro desencantado: su punto de partida es la necesidad de un rearme político e ideológico de la izquierda que le permita recuperar la iniciativa tras el diluvio neoconservador”.

 

Paramio, fue una persona sencilla, encantadora, de fina ironía que a todos gustaba, en la primavera de 2019 cené en Madrid con él, en un restaurante de la calle Ferraz de Madrid, muy cerca de la sede de su partido, y salió el tema del libro de marras, palabras más, palabras menos, me confió que en una ocasión un militante socialista le dijo que se había incorporado a su partido luego de haberlo leído y me imagino su mirada entre condescendencia y sorpresa, cuando le respondió serio e irónicamente: “Bueno, pero yo no soy culpable de nada”.

 

 Fue un convencido de la socialdemocracia, la veía como el mejor antídoto a los gobiernos autoritarios, hiper personalizados o populistas de cualquier signo, que fue lo que le ganó no pocas críticas desde esas posiciones políticas hoy empoderadas en muchos países de América latina y, en especial en México, donde el riesgo de una gran crisis institucional está latente con la elección popular de ministros, magistrados y jueces del Poder Judicial.

 

Pablo Iglesias, el líder del partido de la izquierda radical española Podemos hoy en hiperminoría, lo reconoce cuando lo identifica generoso como “uno de los intelectuales socialdemócratas más brillantes de nuestro país", del que aprendió mucho, aunque “no estoy de acuerdo con sus postulados”.

 

Antes de continuar habría que decir que Ludolfo Paramio era un apasionado de México donde forjó muchas amistades y complicidades académicas, especialmente con el grupo Nexos, además, de formar a estudiantes de los programas de doctorado de la Universidad Complutense y la Fundación Ortega y Gasset donde impartía cursos y salía a dictar conferencias como aquella del congreso internacional de la AMECIP 2013 en Guanajuato donde me tocó acompañarlo.

 

Dirigió la tesis, entre otros, a Jorge Medina Viedas, Mauricio Merino, Jorge Javier Romero, José Díaz, Víctor Alejandro Espinoza y a quien escribe este texto y, seguramente, tocó a todos al final de una de sus clases magistrales pasar al restaurante de la unidad de Somosaguas de la Universidad Complutense para extenderlas mientras disfrutábamos de una cerveza o una copa de vino.

 

Paramio, fiel a sus principios e ideas socialdemócratas, le preocupaba la deriva populista latinoamericana por el desprecio de sus líderes por las instituciones democráticas y, probablemente, al enterarse de los pronunciamientos emitidos por López Obrador y  Claudia Sheinbaum, la futura presidenta de México, sobre la Suprema Corte de Justicia terminaron de preocuparle porque sabía lo que viene para cualquier país que hace “borrón y cuenta nueva”, un hiperpresidencialismo en menoscabo de la pluralidad política y democrática que es todavía de lo que gozamos y que si no hay contención lo tendremos, mejor lo estamos viendo, en el comportamiento errático de los mercados internacionales.

 

Vamos, se ha ido dejando detrás reconocimiento y cariño de propios y extraños y su visión de la democracia goza de cabal salud, es más es su herencia intelectual para el mundo Iberoamericano. Al tiempo.

 

Entre sus obras se destacan: Mito e ideología (1971); Tras el diluvioLa izquierda ante el fin de siglo (1988); Los riesgos para la democracia. Fascismo y neofascismo (con Manuel Pérez Ledesma y Mario Sznajder, 1997) y Democracia y desigualdad en América Latina (1999) y La socialdemocracia (2010), Fondo de Cultura Económica.

 

Descanse en paz el maestro, el intelectual, el político, el amigo.

 

 

 

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