EL DISCURSO Y EL PAÍS

 

EL DISCURSO Y EL PAÍS

Ernesto Hernández Norzagaray

 

La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de la Republica sin lugar a duda es un hito en la historia política de México.

Es la primera mujer presidenta y atrás de ella están 65 hombres en los 200 años de nuestra historia independiente.

Sin embargo, si bien, el género tiene un gran valor simbólico de cambio, no se puede obviar el papel que jugó el presidente López Obrador para que esto sucediera y eso significó, aunque resulte incómodo recordarlo, una operación de Estado, donde no se escatimaron recursos económicos, políticos, institucionales y, probablemente mafiosos, que ahora forman parte del anecdotario popular y de la oposición, que ha quedado pasmada como la vimos en la toma de posesión del cargo presidencial.

O sea, la forma de acceso al poder cuenta por más que luego venga la narrativa interesada que se vuelca al imaginario colectivo a través de los diversos medios de comunicación.

Y es cuando vemos claramente que en política al margen del género hay compromiso duro con quien lo hizo posible y es que, sin la operación de Estado, seguramente los resultados hubieran sido distintos.

Y no estaríamos divididos y polarizados ya no ante los resultados de estas elecciones, sino, las 20 reformas constitucionales, adosadas a esa operación que pensamos que era cosa del pasado porque las instituciones de la democracia eran capaces de impedir las condiciones para la vuelta al autoritarismo del siglo XX.

Pero, no, la mayoría de los miembros del INE y el TEPJF hicieron bien la tarea leyendo a conveniencia la Constitución y su ley reglamentaria, garantizando así la sobrerrepresentación de la que hoy disfruta el obradorismo haciendo y deshaciendo en el Congreso de la Unión.

Claudia Sheinbaum en su discurso de toma posesión como era de esperar no manifestó una sola palabra sobre la calidad de la elección de la que es beneficiaria y mejor la que firmara los decretos para el desmantelamiento de las instituciones de la democracia.

Es más, en ese discurso, hay grandes ausentes, cómo la invisibilidad de la pluralidad democrática y, en específico, de la oposición ahora PRI-PAN-MC que toda junta pese haber obtenido el 44 por ciento de los votos no termina de salir de su pasmo y no fue capaz de levantar la voz en la toma de posesión y eso, es una rendición ante el poder avasallador de Morena y sus aliados.

Se podrá argumentar que fue un acto de “responsabilidad legislativa y republicana” y en congruencia con valores democráticos para no aparecer como los aguafiestas de la habilitación de Sheinbaum.

Queda, de ese momento estelar, la estampa silenciosa para la historia política de este país y sus rendiciones ante el poder.

Antes, en los tiempos del PRI hegemónico, ese espectáculo penoso lo dieron los diputados y senadores el PPS, el PARM y el PST ahora son los del PRI, PAN y MC.

No fueron capaces de devolver el golpe que les infringieron desde Palacio Nacional y tuvieron que aguantarse las ganas de reprocharle a López Obrador lo que estaban sufriendo y el costo que en lo sucesivo habrán de pagar.

Y es que, además, de la ausencia del pluralismo en el discurso oficialista está el lenguaje populista y bizarro de “pueblo”, la quintaesencia de la democracia, el que habrá de poder las cosas en su lugar y llevarnos al territorio soñado de la justicia como si la historia no enseñara que ese llevado y traído pueblo tiene siempre dueño y solo es parte de una retórica para justificar la captura de todos y todas incluso las guerras entre este y los otros.

Bien lo decía la politóloga Denisse Dresser en el foro de análisis de la toma de posesión organizado por Latinus que el autoritarismo “puede perfectamente llevar faldas” las faldas no son el problema sino las políticas que están detrás y que son cargo para todos sin distingo de género.

Y por lo narrado ya sabemos lo que significa una sociedad sin contrapesos y sin voluntad para ver más allá de las prebendas que recibe cada mes, cada dos meses cargados de la propaganda del bienestar.

Aunque dando un paso atrás si hay contrapesos, pero esos están entre los empresarios, los dueños del dinero, los aliados comerciales del TLC, los inversionistas desconfiados y cada uno de ellos presionara por su lado para garantizar la salvaguarda de sus intereses no los de la sociedad en su conjunto con sus instituciones.

Mejor, todavía, están los trabajadores del Poder Judicial, los jueces, magistrados y ministros de la Corte que están dando la batalla sobre la constitucionalidad de la elección popular de sus cargos y, prueba de ello, es que esa instancia suprema lo tiene en sus manos y habrá de resolver seguramente en bien de México.

 Y el primer asalto lo tendremos cuando se reúna con los empresarios y les plantee una reforma fiscal, que ayude al nuevo gobierno a disminuir el déficit, que arrastra la economía en un 6% que, sin duda, implicará recortes en el gasto público, pero, también, una carga para todos los contribuyentes.

El siguiente será en la Corte y lo que ahí se resuelva está pronosticada una crisis constitucional que al final pondrá a cada uno en su lugar y ya veremos los tamaños de Claudia Sheinbaum para lidiar con su tutor y evitar la primera de muchas crisis de su gobierno.

 

Zapopan, Jalisco, 3 de octubre de 2024.

 

 

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