LA MAREA ROSA
LA MAREA ROSA
Ernesto Hernández
Norzagaray
En la caracterización política de
la Marea Rosa han sobrado interesadamente descalificativos y han faltado
análisis de fondo, para de esa forma, des prejuiciadamente, saber de qué está
hecha esta organización sociopolítica que ha movilizado a millones de
ciudadanos a lo largo de las tres grandes marchas dentro y fuera del país y, la
última, el domingo pasado, que tuvo nuevamente como motor, como epicentro
masivo, el zócalo de la Ciudad de México.
Paradójicamente, la marca Marea
Rosa, en su origen no corresponde a los calificativos de que es una
organización partidaria, de derechas, mucho menos fascista como alguien así se
atreve a calificarla, si el nombre viene de la propia izquierda radical latinoamericana.
Y que tiene como referentes el
Foro de Sao Paulo y los presidentes Hugo Chávez, Lula da Silva, Rafael Correa.
Así lo define el historiador
brasileño Fabricio Pereira da Silva: “la llamada Marea Rosa comenzó
en 1998 con la elección de Hugo Chávez en
Venezuela, y siguió con el arribo al gobierno de candidatos de izquierda o
centroizquierda en casi todos los países de América del Sur (con la excepción
de Colombia) y en diversos países de América Central”.
Claro, se dirá que no es lo mismo, y es
cierto, no es lo mismo, la original está vinculada a un modelo con tintes autocráticos
y autoritarios, mientras, el sui generis mexicano es todo lo contrario, es un
modelo de confluencia democrática.
La original habría buscado el adjetivo rosa
para matizar o remplazar con fines estratégicos el rojo que tiene o, tenía, una
acepción radical, comunista, por una más moderada, más socialdemócrata, aunque,
en los hechos, dista de aquel modelo liberal democrático.
Claro, esto nada o, mucho tiene que ver,
con las fuerzas políticas que intervienen en la Marea Rosa mexicana, que adopta
el rosa mexicano del INE para configurar un arco amplio y diverso que va desde
posiciones liberales hasta las socialdemócratas.
Y digo, nada, porque en la versión
mexicana está programáticamente el PAN, que es un partido liberal democrático; está,
el PRI, que es un partido donde coincide una mezcla ideológica que van del
liberalismo hasta la socialdemocracia -recordemos que esta organización tiene
un asiento en la Internacional Socialista- y el PRD, que es un partido de corte
socialdemócrata. Además, en la Marea Rosa, hay una diversidad de organizaciones
sociales donde confluyen ciudadanos libres, intelectuales, periodistas,
católicos y no católicos.
Y puede que sea mucho lo que tiene que
ver, porque, hay en ella expresiones de izquierda que en otro momento pudieron
tener simpatías por el Foro de Sao Paulo, pero, hoy, se han vuelto férreos críticos
de este modelo de izquierda estatista, autoritaria.
Eso estructural y, organizativamente, es la
Marea Rosa mexicana, expresión de la pluralidad producto de nuestra singular
transición a la democracia que, recordemos, es el resultado de una serie de pactos
políticos que dieron como resultado nuestras instituciones democráticas.
Y, con sus movilizaciones, busca no solo
preservarlas sino acrecentarlas para hacer frente a los desafíos de nuestro
tiempo por lo que es un exceso decir que sus líderes buscan volver al pasado.
Vamos, significa el ideario expresado el
domingo pasado en las plazas del país pintadas de rosa y la reivindicación del
derecho a conservar y ampliar la pluralidad incluso el ejercicio del poder.
Por eso, estuvieron en el Zócalo de la
Ciudad de México Xóchilt Gálvez y Santiago Taboada y, en las decenas de
ciudades movilizadas, los candidatos de la coalición “Fuerza y Corazón por
México”.
No hubo truco. La Marea Rosa es un
movimiento político, pero, también, el derecho de los partidos a aspirar a una
cuota poder en el Ejecutivo y el legislativo de los cuáles derivaran los
contrapesos indispensables en toda democracia representativa. O acaso, este ¿solo
es un derecho de los partidos de la coalición “Juntos hacemos historia”?
Xóchilt Gálvez, lo resumió en tres
valores esenciales del movimiento rosa: vida, verdad y libertad. Vida, quiero
pensar, que es para evitar que continúe la pérdida de territorio a favor del
crimen organizado que ha dejado una estela de muerte de cerca de 190 mil
homicidios dolosos. Verdad, como relegitimación del discurso del poder para
evitar verdades paralelas a la realidad. Y, libertad, para que exista la
pluralidad social, sin más cortapisa que el imperio de la ley.
Por eso el discurso de Xóchilt
Gálvez apunta a la “justicia para trabajadores, madres buscadoras,
emprendedores, campesinos, agricultores, ganaderos, pescadores, migrantes,
desplazados, comunidad LGBTQ+, feministas, periodistas, activistas,
científicos, pueblos indígenas y afromexicanos, policías, marinos, soldados,
simpatizantes de partidos políticos y ciudadanos” que, paradójicamente, ese
grito de justicia fue el que llevó al poder al presidente López Obrador y,
ahora, lamentablemente, sigue siendo el reclamo de una franja importante de mexicanos.
No será nada fácil, con una sociedad
política y mediáticamente polarizada, aunque, felizmente, el investigador
Wilibald Sonnleitner del Colegio de México, nos demuestra, a través de series de
comportamiento electoral que esa polarización mediática no corresponde con la
decisión de los votantes que prefieren la pluralidad antes que la uniformidad
del llamado “carro completo”. (Véase entre otros trabajos de Sonnleitner: Las bases territoriales del sistema de partidos
después de 2018: geografías electorales fragmentadas y plurales Vol. 42, 2024:
Estudios Sociológicos). Y así, será este próximo 2 de junio.
O sea, el dilema izquierda-derecha,
que escuchamos diariamente en los medios o redes sociales es distinto al que se
expresa en las urnas y es que, de ahí sale, el México de las libertades
públicas, el construido en las últimas cinco décadas y que, quizá, el ruido de
las campañas electorales impide escuchar para evitar caer en alguno de los extremos.
En definitiva, la Marea Rosa, podrá
tener ángulos cuestionables como todo movimiento social, pero, sin duda, gane o
pierda su candidata, pasará a la historia política del país como un ejercicio democrático
y debe continuar, como resistencia a las tentaciones regresivas o autocráticas tan
en boga en el mundo contemporáneo.
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