AYOTZINAPA, ¿ADVERSARIOS O VICTIMAS?

 

AYOTZINAPA, ¿ADVERSARIOS O VICTIMAS?

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

La verdad da pena ajena. Que los estudiantes de la normal rural Raúl Isidro Burgos desaparecidos y considerados en la enésima campaña presidencial de López Obrador como el símbolo del oprobio y la degradación del régimen priista solo haya servido de insumo discursivo para presentarse como solidario con esta causa llegó a su límite: empató con las campañas y las partes han puesto en marcha su propia estrategia.

Los padres y estudiantes de Ayotzinapa ante la falta de respuesta han decidido subir el tono de su reclamo y el gobierno, buscar dividirlos entre los padres y provocadores, entre los legítimos y los ilegítimos.

Recordemos que López Obrador en campaña y luego en funciones, se comprometió con los padres de los estudiantes a poner todos los recursos del Estado para esclarecer lo sucedido en la llamada Noche de Iguala y, claro, castigar a los culpables, pero pasados más de cinco años solo tiene a la mano una reedición de la cuestionada “verdad histórica” peñista lo que de no revertirse se prefigura como uno más de los incumplidos de este gobierno.

Y ante ese esperpento burocrático, los padres, madres y compañeros de los 43 estudiantes desaparecidos, se sienten frustrados, engañados e impotentes que terminan por descargar toda su furia contra la puerta de acceso a la sala de la Tesorería de Palacio Nacional donde, día tras día, el presidente López Obrador, busca fijar la agenda pública del país.

Ellos exigen ser atendidos e información de los avances de la investigación que de acuerdo con el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) creado por Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se detuvo, cuando se toparon con responsabilidades de miembros del ejército.

O sea, cómo dicen algunos de los adversarios del presidente y de la 4T, la tragedia se ordeñó políticamente todos estos años y, hoy estorban, frente a las elecciones presidenciales porque su reclamo anticlimático, sigue vivo como el primer día, incluso, más vivo, por la desesperación, que provoca saber que quien les ofreció solución está listo para irse sin haber solucionado su demanda.

Peor, ni siquiera, los quiere atender y luego de calificarlo de una “vulgar provocación” les ofrece, para una mayor molestia, que los atendería un subsecretario de Gobernación que inmediatamente fue rechazado porque su objetivo es el presidente a quien seguramente quieren reclamarle el engaño y, decirle en su cara, que no aceptan su ofensa, de que su abogado Vidulfo Rosales los manipula, como lo sugirió en la conferencia mañanera del pasado miércoles.

Ante la presión el presidente López Obrador, finalmente, ha accedido, a recibir a los padres de los 43 estudiantes desaparecidos sin “asesores” para hablar del tema y presentarles la información que se logre recabar en 15 y 20 días buscando nuevamente obtener una nueva fecha que permita echar la pelota adelante y así, no afectar electoralmente a la candidata presidencial de su movimiento político a quien amenazan seguirla en la campaña por el país.

Y ante este riesgo latente los voceros mediáticos del gobierno que, en otro tiempo, escribían profusamente reclamando la aparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y el castigo de los culpables, hoy, los señalan como encapuchados, provocadores, disidentes, incluso manipulados por priistas, buscando, estigmatizarlos como delincuentes, quitándoles el aura justiciera del mayor movimiento de raíces populares de lo que va de este siglo.

Y, rápidamente, el periodismo conocedor de la historia política sitúo el derrumbe de la puerta de la calle Moneda como equiparable al derrumbe de otra puerta de Palacio acontecido el 16 de septiembre de 1847, si hace 177 años, cuando huestes del ejército estadounidense hicieron lo propio y ningún otro movimiento, ni siquiera el estudiantil de 1968, tuvo la osadía de atacar una puerta de Palacio Nacional.

El derrumbe del pasado martes, en tiempos de polarización y violencia, tiene una gran carga simbólica, pues como lo dice el senador Germán Martínez “si el presidente López Obrador no es capaz de evitar que tumben la puerta de su casa, que puede esperar un ciudadano de a pie que haga su gobierno si lo amenazan con tumbarle la puerta de su casa”.  El silogismo es sencillo: nada.

Como el relato oficial habla ahora de “encapuchados” estos ya no son estudiantes en lucha. Son parte de los adversarios políticos, lo que eso significa que la interlocución con los padres si se da, será mera formalidad, para la foto oficial y hasta para conseguir votos, y es que, si en Palacio Nacional ya tuvieran información veraz y decisión para sancionar a los culpables, ya lo hubieran hecho y por eso, quizá, Alejandro Encinas cuando acusó de obstrucción a los militares y al no encontrar respaldo del presidente decidió renunciar y habilitarse como campañista de Claudia Sheinbaum.

Pero, no deja de ser penoso que, a quienes, durante años, se les considero víctimas del peñismo, hoy se le considera provocadores cuando siguen siendo las víctimas en una operación de Estado que es una doble criminalización, una barbaridad política, que no merecen las familias de estos jóvenes que se suman a las decenas de miles de desaparecidos durante el gobierno del obradorismo y que interesan mediáticamente por la osadía de derrumbar una puerta de Palacio Nacional.

Hasta ahora, el gobierno ha buscado moverse con el score mediático y, podríamos decir que le ha ido bien, pero, después del derrumbe de la puerta cualquier cosa puede suceder y si estalla en medio de la campaña presidencial el gran perdedor sería el partido del gobierno.

Mucha gente sigue los acontecimientos y no está satisfecha con los resultados, con la necesidad de cerrar el crimen y darle la vuelta a la página. La mala noticia de última hora es el asesinato por la policía de un estudiante de la Normal de Ayotzinapa la noche de este jueves en Chilpancingo que seguramente elevara la tensión.

En definitiva, los adversarios políticos están en la cancha electoral confrontándose con este y otros temas de interés público, ofreciendo trazos de su proyecto de país, pero las víctimas están escarbando el suelo de regiones del país buscando los restos de sus desaparecidos y en el caso, de los estudiantes de Ayotzinapa, están en la plaza pública y derribando una puerta de Palacio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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