¿DE QUÉ SE RÍE?, SEÑOR MINISTRO
¿DE QUÉ SE RÍE?, SEÑOR MINISTRO
Ernesto Hernández
Norzagaray
Si, no hay motivo alguno, para la
sonrisa satisfecha que esboza el todavía ministro Arturo Zaldívar en la foto que
circuló con Claudia Sheinbaum, la todavía Coordinadora Nacional de la Defensa de
la 4T, y su próxima candidata presidencial que expresa amarre explícito a ese
proyecto político contraviniendo la prudencia que la propia Constitución anima
al momento en que alguno de sus miembros se separa de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
Y es que, en su carta de renuncia,
enviada por ley al presidente López Obrador no hay a la vista causa grave como
lo exige el artículo 98, párrafo tercero, de la Constitución, para justificar
su salida intempestiva y menos para adscribirse de inmediato a un movimiento
político.
O acaso, cuando Zaldívar señala en
clave de crisis de conciencia y, peor, de cierto aburrimiento “…las aportaciones que pueda realizar en
la consolidación de un mejor país se han vuelto marginales”, esta ¿puede ser
considerada como causa grave para separarse del cargo constitucional y sumarse
a una campaña electoral presidencial.
Y de ahí, deriva, que esa “marginalidad”, injustificable para
cualquier jurista medianamente consciente del privilegio de ser guardián de la
Constitución agrega la expresión que tiene como objetivo buscar “incidir en la
construcción de un país más justo e igualitario y apoyar a quienes menos tienen
y más lo necesitan”, o sea reconoce ese propósito a la 4T y, nuevamente, me pregunto
¿este argumento podría ser considerado causa grave para separarse del cargo de
ministro? Dejar vacío su asiento para que el presidente ponga en el a una nueva
Loretta y Jazmín ejemplos vivos de deshonor constitucional.
O sea, el estado de “marginalidad”
de Zaldívar lo debemos interpretar como que no tenía el espacio para su
desarrollo o, mejor, añora cuando fue presidente de la Corte Constitucional y
eso le da la pauta, para sentirse marginal por el simple, pero siempre honroso,
apego a los dictados de la Carta Magna.
Y salir a decir a los medios de
comunicación que está en su derecho de buscar un espacio de realización en la
política activa -que, dicho de paso, fue otro fallo, de respeto a la Corte ¿por
qué tanta prisa por hacerse la foto con la futura candidata de Morena y
lanzarla al viento de las redes sociales? ¿Era necesaria esa foto cómo muestra de
lealtad al presidente y a quien enarbola la bandera de la 4T? o, ¿era una
exigencia de la aduana presidencial?
Por supuesto, el presidente López
Obrador, le aceptó la renuncia con un gusto desbordante y es que cómo no lo iba
hacer si venía con alegría a sus brazos, a los brazos de la 4T, y le deja un
asiento para una jurista ad hoc “que no traicione al movimiento”. Y, claro, cuando
en el pasado inmediato impulsó una reelección que no tuvo el apoyo mayoritario de
sus compañeros ministros.
Y es que lo dijo claro en aquel
momento, era su carta para la “renovación a fondo del Poder Judicial” -mal
deben sentirse las ministras Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz que seguirán en
sus cargos obedeciendo, no a lo que dicta la Constitución, sino al residente de
Palacio Nacional. Acaso ¿no hubieran querido una salida cómo está que les evite
ese malestar cotidiano de estar como extrañas en la vistosa vitrina pública que
es la Corte?
Varios analistas sorprendidos se preguntan
¿cuál será el destino laboral de Arturo Zaldívar en los siguientes dos años que
establece la Constitución para aspirar a un nuevo cargo público? y la
respuesta, si se es algo suspicaz, es sencilla, muy sencilla.
No puede ser más que la misma que viene
cuándo el presidente López Obrador buscaba que Zaldívar fuera el artífice de la
renovación del Poder Judicial, ese poder, que el presidente no ha parado en
señalar como reducto de corrupción y podredumbre.
Y ya sabemos cuál sería el eje de
ese cambio institucional que está en el imaginario autocrático de López Obrador,
que ministros, magistrados y jueces sean electos mediante voto popular, que
hagan la tarea de los políticos en campaña, lo que ninguna democracia respetable
ha impulsado o impulsaría, porque, es claro, que al entrar en esa dinámica se afecta
la independencia de ese poder constitucional y con ello, la necesaria
separación de poderes, un estorbo en sistemas de corte populista autoritario.
Entonces, no se equivocan, quienes
ven que en el remoto caso de que Morena y sus aliados alcanzaran la mayoría calificada
del Congreso de la Unión, este señor que hoy sonríe satisfecho como quien hizo
un buen negocio sea el encargado de hacer el trabajo sucio y someter a la Corte
y a la Judicatura federal a los intereses y dictados de la 4T.
Sin embargo, los vientos no parecen ir
en esa dirección sea por que no levanta la coordinadora nacional de la 4T, porque
no existe una 4T unificada y viene una etapa de mucho conflicto interno por las
candidaturas de gobernador y hasta de alcaldes, sin contar el gran malestar social
que está dejando la falta de atención y presupuesto para atender la catástrofe
de Acapulco.
Incluso, que haya aparecido Samuel
García, como la tercera vía a la presidencia de la República y, es que su mayor
contribución al partido naranja será aumentar la representación en la siguiente
legislatura.
Morena y sus aliados, con su llamado
Plan C, ni siquiera con el apoyo del crimen organizado alcanzaran los 334
diputados y 85 senadores, que exige la mayoría calificada, para cumplir el
mundo ideal que desea el presidente y hacer la reforma constitucional del Poder
Judicial como su ley reglamentaria, lo que habrá de exigir transitar la aduana
democrática de la negociación y el acuerdo parlamentario. Y MC, nunca le daría
sus votos, para capturar el Poder Judicial.
Por eso, cómo preguntó alguna vez el
poeta Mario Benedetti: Señor ministro ¿de qué se ríe, de qué se ríe?
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