FOX-TROT DE CULIACÁN

 FOX-TROT DE CULIACÁN

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

Los hechos. La fiesta de los 17 años de Natalia Adams, hijastra de José Ramón López Beltrán, hijo mayor del presidente López Obrador, se celebró en el exclusivo club social Casona Centenario, ubicado en el Desarrollo Tres Ríos de Culiacán, con una cartera de invitados que pudiera haber llegado a las 700 personas que disfrutaron de un gran despliegue de excentricidades en una fiesta temática de Charleston que ideo el modisto culichi Will Medina. El gasto es desconocido y, solo por los dichos de la madre, provinieron de tres fuentes: su padre, el padrastro y la suya.  

No obstante, resultado de una investigación periodística de costos se calcula un mínimo de dos millones (Salvador García Soto, dixit), las imágenes de la fiesta provinieron de los dueños del inmueble, el modisto y la madre que presumió satisfecha, no se sabe, hasta ahora, que personalidades sociales y políticas estuvieron en la Casona y llama la atención el silencio de las autoridades del Estado y el control, sobre los medios locales, que en su mayoría no pasaron de una nota menor.

La fiesta hubiera sido menos mediática si no fue que ocurrió un día después del V Informe de gobierno de López Obrador celebrado en Campeche donde, cómo es su costumbre, pontificó sobre austeridad republicana la que a decir por la ley “regula las medidas de austeridad de acuerdo con los principios de eficacia, eficiencia, economía, transparencia y honradez de observancia general para todas las dependencias, entidades, organismos y entes que integran la Administración Pública Federal”. Y obligaría moralmente a los funcionarios, como a sus familias, a comportarse con decoro dentro y fuera de la función pública.

Hay preguntas que todavía muchos se hacen al ver bailando a José Ramón un vals a la fox trot (“trote de zorro”) con la joven festejada ¿Por qué opacar el informe presidencial con una fiesta tan visible cuando todavía está fresca la tinta de la ceremonia republicana?  ¿Hay una mala relación entre ambos al grado de que impere “un no me importa lo que pase”? Y peor, todavía, una pregunta crucial que muy insistentemente apareció en las redes sociales: ¿quién es el padre de la chica?, la que le da las raíces sinaloenses y lo que explicaría, que la fiesta se haya celebrado en la llamada “capital del corrido” y, no, en otro lugar, uno con mar, cómo se estila ahora, preguntaría un observador sinaloense.

El efecto inmediato. Cómo era de esperar aquella noticia paso del rumor a las imágenes espectaculares que empezaron a circular profusamente en las redes sociales donde el sueño vintage se vuelve realidad. A la joven se le veía exultante en este tipo de fantasía de los años veinte recuperado por el poscapitalismo, también, conocido como capitalismo ficción (Verdú, dixit).

Vino por supuesto el comentario de Xóchilt Gálvez, la hoy coordinadora del Frente Amplio por México y con su comentario busca dar en el lado emocional del presidente. Dijo que veía algo mal del hijo con el presidente y, agregó, que un hijo suyo “nunca lo haría” porque la perjudicaría. Refiriéndose a lo que mucha gente ha dicho que no se puede “hablar de austeridad, con un hijo rico” y que, además, cuando a este no se le conoce empleo alguno.

Pero, eso, fue quizá una cortesía generosa de su hoy principal adversaria política que evitó ir más allá. Lo duro, y muy duro, fue lo que apareció en las redes sociales donde las críticas se multiplicaron a lo que llamaron “fiesta buchona” y, más, ejemplo de la incongruencia con el relato austero que todavía en el informe 2022 reforzaba con la expresión transitiva: Austeridad republicana pasa a ser pobreza franciscana.

Fue tan duro que hasta sus más fieles columnistas y seguidores en redes sociales hicieron un alto en el camino para dejar pasar el temporal. El presidente mismo guardo silencio y la prensa oficiosa hizo lo propio.

El efecto de mediano y largo plazo. ¿Cuántos puntos habrá de costar este nuevo escándalo de José Ramón en la imagen de su padre? ¿Seguirá blindado a escándalos? ¿Cuántos votos le costará a la coalición “Primero los pobres” al menos en Sinaloa? Son preguntas que están en el aire y, que, con el paso del tiempo, habrán de disiparse.

Está demostrado que los escándalos políticos son emocionales porque pegan en el corazón del sistema de valores dominantes en una sociedad porque genera molestia colectiva. En el resorte íntimo de todos los ciudadanos, aunque en la vida diaria hagan lo contrario y vayan por ella con dobleces. Pero, no se lo perdonan a los políticos, a los servidores públicos, sobre todo aquellos que mienten diciendo que no ellos no lo harán.

Y para muchos es el caso, López Obrador, ha hecho de la lucha contra la austeridad un instrumento de combate contra sus enemigos aun, cuando, hace suya la máxima juarista: “A los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la ley a secas”. Están ahí los ejemplos, funcionarios corruptos que se mantienen en el gobierno y la persecución de aquellos que amenazan su proyecto transexenal y, donde Xóchilt Gálvez, ocupa un lugar privilegiado, buscándole lo que sea útil ya no para desaforarla -que, si lo hace, como último recurso tendría un costo enorme porque iría contra su propia historia política- sino para debilitarla electoralmente en perspectiva de 2024.

Pero, este tipo de escándalos, de los cuáles vendrán más, acota los márgenes de actuación de un discurso moral cada día menos eficaz y más para los fieles.

Entonces, en este nuevo escándalo político de José Ramón, el presidente perdió en toda la línea, sea porque su informe se vio opacado por la fiesta en la que de acuerdo a su suegra aportó dinero su hijo para que fuera espectacular, por la manera que han aprovechado sus adversarios el suceso para cuestionar la incongruencia entre el decir y el hacer de su familia, por la gran manifestación de rechazo que se expresó en las “benditas redes” teniéndolo a él como foco de atención y, claro, por la neutralización de su propio muro de contención gubernamental y mediático que ha sido incapaz de ir más allá de evadir el tema o reducirla a un asunto privado y, esperar, que pase el mal tiempo para ir a un siguiente escándalo o mejor a lo siguiente que es hoy la ruptura de Ebrard. Al tiempo.

 

 

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