ECUADOR, Y LOS PRESIDENCIALES EN MÉXICO
ECUADOR, Y LOS PRESIDENCIALES EN MÉXICO
Ernesto
Hernández Norzagaray
El asesinato de Fernando Villavicencio, candidato del
Movimiento Construye a la presidencia de la República de Ecuador, trae a la
memoria de inmediato los asesinatos de los también candidatos presidenciales
colombianos Luis Carlos Galán en 1989 y Carlos Pizarro Leongómez en 1990 y el
mexicano Luis Donaldo Colosio en 1994, porque en estos crímenes presuntamente
estuvieron involucrados cárteles del narcotráfico.
Este nuevo magnicidio encendió las alertas especialmente en
Estados Unidos y el mundo iberoamericano, cómo también, en las sedes de las instituciones
internacionales interesadas en salvaguardar las frágiles democracias
latinoamericanas de manera que hay un déjà vu a un problema que ha venido creciendo rápidamente y amenaza
seriamente la vigencia del Estado y sus instituciones por su correlato de
violencia y muerte.
Ecuador que hace una década solo pintaba como lugar de
tránsito de drogas se ha convertido en un país de “almacenamiento,
procesamiento y distribución” y esto, conlleva, la configuración de franquicias
locales que responden a los intereses de los cárteles mexicanos considerados
por el gobierno de los Estados Unidos como de los más poderosos del mundo.
En julio pasado George Papadopoulos, administrador adjunto de la DEA,
publicó el documento Protección del territorio nacional de Estados
Unidos: lucha contra el flujo procedente de la frontera suroeste, en el da
cuenta de la dimensión y poder que tienen los cárteles de Sinaloa y Jalisco
Nueva Generación a través de una red de franquicias y alianzas criminales.
Acerca del primero
señala que esta organización cuenta con “más de 26.000 miembros, asociados,
facilitadores y corredores afiliados al Cartel en más de 100 países”, mientras,
el segundo cártel “Se ha identificado que actualmente hay más de 18.800
miembros, asociados, facilitadores y corredores afiliados al Cartel en más de
100 países”.
Un dato sorprendente en
el informe de marras es que mientras estas organizaciones criminales tienen
individualmente decenas de miles de miembros en más de 100 países la DEA opera
solo en 69 países y, con alrededor de 9 mil empleados, lo que muestra
claramente una diferencia sustantiva que suponemos se compensa con las
estructuras policiales y militares que colaboran en la lucha contra el
narcotráfico.
En 2021 el Centro Internacional Marítimo Contra el
Narcotráfico, Cimcon, de Colombia elaboró un mapa de las cinco rutas del
narcotráfico que documenta el lugar que ocupan el territorio ecuatoriano y las
costas de México en el traslado de drogas y que divulgó el diario mexicano
Milenio (https://www.youtube.com/watch?v=vlt9srgNtxg&ab_channel=MILENIO).
Se trata de las rutas que van desde Las Esmeraldas
Ecuador-Guatemala y Chiapas; San Lorenzo Ecuador-Oaxaca y Guerrero, México;
Puerto Rico, Ecuador-Michoacán y Guerrero, México; Puerto Rico, Ecuador,
Jalisco y Sinaloa, México y Ayampe, Ecuador-Sinaloa-México.
Una constante, en los territorios capturados por el crimen
organizado, es que para optimizar sus operaciones, negocios y ganancias resulta
cada vez más indispensable capturar franjas de las instituciones públicas y, de
representación política, en los tres niveles de gobierno (federación, estados y
municipios) para tener una suerte de muro de contención contra decisiones
políticas adversas a sus intereses.
Y este propósito de crear un Estado paralelo cuando se ve que
tiene resistencia en la sociedad o la política estas organizaciones han acudido
a la presión, intimidación y el asesinato de los líderes sociales cómo también
de los liderazgos políticos contrarios a ese proceso de captura de las
instituciones públicas.
Así, la incertidumbre que se vive en estos momentos en
Ecuador en México se vivió notoriamente en las elecciones concurrentes de 2021,
cuando los distintos grupos del crimen organizado se convirtieron en el gran
elector especialmente en los estados de la costa del Pacífico donde intervinieron
violentamente en la selección de candidatos, campañas electorales, la operación
política el día de los comicios incluso al asesinato de cerca de un ciento de
dirigentes, militantes y candidatos.
De acuerdo, con el Primer Informe de
Violencia Política en México 2021, preparado por la organización civil Etellekt
durante el periodo del 7 de septiembre de 2020 al 30 de mayo de 2021 hubo “782
agresiones globales contra políticos y candidatos entre este gran número
de agresiones registradas, en estas elecciones 2021 han asesinado a 35
candidatos a algún cargo público, y en general 89 políticos han sido
privados de la vida”.
En estos días, en México, han
concluido los procesos para definir quienes son los “coordinadores de los
proyectos de país” que en realidad es para definir candidaturas presidenciales de
las dos grandes coaliciones que se prefiguran para competir en el verano de
2024 y, el tema de los cárteles y su violencia, estuvieron ausentes del debate
público siendo el problema que la mayoría de los mexicanos identifican como su
mayor preocupación.
En definitiva, los asesinatos
de los presidenciables colombianos Galán y Pizarro, cómo el del mexicano
Colosio, y ahora el del ecuatoriano Villavicencio, qué dicho de paso llamó al
presidente López Obrador a hacerse cargo de su responsabilidad de este producto
que se exporta y mata en su país, como lo hace Estados Unidos con el tema del
fentanilo, es una amenaza latente que está como recordatorio contra todos
aquellos que osen desafiar ese poder. Hace falta algo más que silencio, declaraciones
y pronunciamientos políticos.
Al tiempo.
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