DAVID WERNER, DOCTOR HONORIS CAUSA
DAVID WERNER, DOCTOR HONORIS CAUSA
Ernesto Hernández
Norzagaray
David
Werner, es uno de esos hombres libres y soñadores, que habiendo podido haber hecho
una carrera académica exitosa como biólogo en su país un día decidió cruzar la
frontera sur.
Iba
al encuentro de una de sus pasiones que es la naturaleza llana y fue así, como
hace más de cincuenta años, llegó por primera vez a Sinaloa para visitar la
Sierra Madre Occidental y lo deslumbró la belleza que encontró en esos montes inmensamente
verdes, sus lluvias tormentosas, los ríos y arroyuelos caudalosos, los reservorios
de aves, las mariposas y su arcoíris o el refugio de una infinidad de especies
del mundo animal.
Pero,
también, en su largo transitar por esos montes con aroma a pino y pueblos
olvidados de Dios se encontró con los hombres y las mujeres humildes, broncos, generosos
de la Sierra.
Sin
embargo, no era uno más de los viajeros estadounidenses que de vez en vez aparecen
con su cámara fotográfica para capturar estampas, momentos, vidas en estos montes
donde el humo de una chimenea revela la vida humana.
Menos,
otro viajero, que vaga por la región en plan de autoconocimiento para responder
las preguntas esenciales de la vida y el mundo que les rodea, cómo en su
momento sucedió con Jack Kerouac y, otros miembros de la generación beat u
otros escritores que han incursionado e incursionan en esos pueblos serranos.
A
Werner, como en su momento a Pablo Neruda en su paso por Sinaloa, lo sacudió la
pobreza de la mayoría de sus habitantes en medio de la abundancia, las carencias
en que llevaban el día a día, la falta de escuelas, hospitales, medicamentos y,
no sólo eso, los patrones culturales y el ejercicio oprobioso del poder en esas
comunidades.
Le
conmovió en lo más profundo la salud de los más pobres, entre los pobres
sinaloenses, pero no actúo como un misionero, como un religioso, como alguien
que les lleva aceptación de un más allá generoso, sino con un ser humano
solidario con los olvidados, los abandonados a su suerte.
Aquellos
que mueren por las enfermedades de la pobreza, el hambre, la desnutrición, los parásitos,
las diarreas.
Volvió
a su país con la convicción de que algo tenía que hacer y con esa preocupación,
es como empieza a madurar la idea de que esos pueblos necesitaban un manual
para auto atenderse porque no había médicos, ni dinero, para solicitar una
consulta y comprar medicamentos.
Hizo
la tarea con entrega investigando y consultando a médicos de manera que fue
dando forma a ese extraordinario libro que lleva por título: Donde no hay
doctor: una guía para los campesinos que viven lejos de los centros médicos quizá, el libro de
salud más leído, más traducido y aplicado en la historia de la medicina.
No se quedó ahí,
consiguió recursos para montar en la comunidad de San Jerónimo de Ajoya y más
tarde, en Coyotitán, clínicas de rehabilitación para personas que tenían males
congénitos, sufrido accidentes incluso balazos.
Werner, a la par de esta
tarea de sacrificios y desafíos, es un observador incansable de los problemas sociales
en estas comunidades rurales y deja registro de ello en la obra mayúscula Reportes
de la Sierra Madre, un gran libro que felizmente ha publicado la UAS y que desde
su acervo nos revela un mundo desconocido, desgarrador y dramático, pero,
también de sencillez, bondad, generosidad y amor.
Es el pasado, presente y
futuro de cientos de miles de sinaloenses que viven desperdigados por la
serranía y habitan en pueblos y caseríos donde las carencias son la constante y
la ausencia de políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de estos
sinaloenses.
Por eso, el epígrafe de
la convicción y filosofía de Brecht, sobre este tipo de personajes que de vez
en vez se atraviesan por la vida dando ejemplo de amor, desprendimiento,
generosidad con el otro, y esa actitud ejemplar frente a la vida, los hace
excepcionales, imprescindibles, en un mundo hoy más que nunca marcado por el
individualismo, la indiferencia, la realización personal y el cultivo del
dinero, donde todo se vale, para alcanzar una buena cosecha.
No es casual que el
apellido Werner en las comunidades rurales de San Ignacio, Cosalá, Elota y
Rosario, resulte familiar, digno de agradecimiento, reivindicación de valores perdidos
y motivo de exaltación, de un triunfo colectivo de los desheredados, los
olvidados de Sinaloa.
La UAS, al otorgar este
doctorado honoris causa recupera su esencia humanista, le da lustre al máximo reconocimiento
que otorga como bien lo establece el Reglamento específico en su artículo 10: “mexicanos(as) o extranjeros(as), con
méritos excepcionales por sus contribuciones en cualquier campo del
conocimiento, de las artes, o por la destacada contribución de su vida y obra,
al desarrollo socioeconómico y las causas más nobles de la humanidad”.
Nunca la expresión “causas nobles de la humanidad”, al menos
en Sinaloa ha sido tan ejemplar, tan legitimado por el personaje que lo recibe con
88 años a cuesta siendo que la mayoría de ellos los pasó entre los pobres de
los pobres de este estado que alguna vez Elena Poniatowska dando un discurso
sobre las bondades naturales sinaloenses dijo, palabras más, palabras menos: A Sinaloa se le ha dado todo y en abundancia,
con sus valles, ríos, sierra …hasta las balas. Habría que agregar, que también
pobres.
Finalmente, la UAS, al otorgar este doctorado recupera lo
mejor de su tradición humanista y, esperemos que deje de lado y para siempre, la
política de utilizar este reconocimiento doctoral como instrumento de
relaciones públicas por la sencilla razón de que el galardonado no sólo se sienta
reconocido, sino, que la Universidad, sea vestida con la obra de quien lo
recibe y agradece a la comunidad.
Que tiene, además, un valor especial en estos tiempos sombríos.
¡Enhorabuena!
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