150 AÑOS DE LA UAS

 150 AÑOS DE LA UAS

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

La Universidad Autónoma de Sinaloa llega a sus 150 años de existencia en uno de los peores momentos de su relación con un gobierno del Estado.

La crisis interinstitucional sólo está a la altura de la lucha por la reforma universitaria de 1971 contra el gobierno de Alfredo Valdez Montoya y el conflicto que la UAS sostuvo en 1981, contra el gobierno de Antonio Toledo Corro que, recordemos, intentó restarle autonomía arrebatando las escuelas preparatorias y parte de su presupuesto para otorgárselo a otro proyecto de educación media superior.

Hoy, no es la lucha por alcanzar la autonomía, ni tampoco por mantener la integridad de la UAS, pero, sí, conservar la autonomía cuando está amenazada por el Poder legislativo a través de un proceso de armonización de la Ley General de Educación Superior que pretende añadir apartados lesivos auto otorgándose competencias con el fin de someterla a sus intereses.

Y en ese propósito desmedido, el poder, no ha escamoteado ningún recurso yendo desde la utilización de las instituciones públicas para intervenir en la casa Rosalina pasando por el litigio mediático, como es, el más reciente, de los supuestos 18 millones de pesos que se habrían utilizado en tortillas en tiempos de pandemia lo que exige en este y en los temas investigados por Noroeste y la revista Espejo una respuesta clara y convincente como también atender la vía jurídica lo que corresponda.

En lo que se refiere a las pretensiones del Poder legislativo, la respuesta como en el pasado, es de unidad en torno al rector que ahora es Jesús Madueña Molina y quien se ha manifestado cómo en su momento, lo hizo Jorge Medina Viedas, cuando salió al paso de los ataques del toledismo.

La marcha tumultuaria y los discursos del Primero de Mayo son una evidencia mayúscula de la defensa de la Universidad. Miles de académicos y administrativos salieron a las calles de Culiacán para apoyar a sus autoridades y la vigencia de la autonomía universitaria, además, el tono y el fondo del discurso de Madueña Molina fue claro, los uaseños, dijo, no habrán de transigir y alertó que de continuar los intentos de violación de la autonomía vendrán manifestaciones mayores.

Es decir, si en esta ocasión, oficialmente habrían sido 25 mil miembros de la administración universitaria, académicos y administrativos, ya sumados a los jubilados, estudiantes, exalumnos y padres de familia, serán decenas de miles que habrá de poner en un serio aprieto al gobierno morenista.

Se ha llegado a este punto por la ausencia del ejercicio de la política y al exceso de autoritarismo en los poderes del Estado. Para nadie es desconocido que la UAS como comunidad tiene problemas sea de tipo político, administrativos, académicos, extensión universitaria y presupuestarios. Sería imposible que no los tuviera una comunidad que ronda los 300 mil universitarios y, si bien, los diagnósticos pudieran coincidir, los medios para superarlos no son los mismos, pues, mientras, el rector ha puesto en marcha un Foro para la reforma universitaria el gobierno quiere simple y llanamente someter a la institución. Y eso, lleva irremediablemente al choque de trenes.

Por eso, nuestro análisis, nos lleva inevitablemente a reconocer que los recursos de la política del gobierno del Estado están dirigidos a la confrontación antes que al ejercicio democrático de la política que son diálogo, negociación y acuerdo.

El rector Madueña Molina ha prometido que al concluir el Foro de Reforma Universitaria -en el marco de la autonomía- presentará al Poder legislativo una batería de modificaciones que lleven a la institución a un nuevo derrotero donde, ofrece, que habrá un cambio de fondo en la Universidad y eso, necesariamente, pasa por lo político, que es la crítica principal que se le hace al grupo de poder universitario. Y hay que otorgar el beneficio de la duda.

En cambio, los poderes del Estado, al unísono quieren intervenir en la Universidad incluso llevar a los juzgados penales a los dirigentes universitarios activos, cómo en su momento sucedió durante el gobierno de Alfredo Valdez Montoya y Antonio Toledo Corro.

Recordemos que algo similar llevó a la renuncia del rector Gonzalo Armienta y a la muerte el 7 de abril de dos estudiantes, pero, también, se repitió la agresión en 1981, cuando Toledo Corro amenazó a los dirigentes políticos, magisteriales, administrativos y estudiantiles hasta que le pusieron un alto desde el gobierno federal, especialmente Jesús Reyes Heroles, el entonces flamante secretario de Educación Pública.

Bien, le haría al gobernador revisar esta historia de despropósitos y volver al principio para hacer lo que tienen que hacer los dirigentes políticos cuando hay conflictos de poder: Abandonar prejuicios y malquerencias, analizar el estado de la cuestión, dialogar con la contraparte, negociar lo negociable y acordar lo pertinente, no para tal o cual grupo de interés, sino a favor de las instituciones de educación superior.

Se que para algunos esto resulta ingenuo y quizá, a esa perspectiva, asista algo de razón, cuando desde el gobierno se impone el lenguaje de la intervención, el de las auditorias, las amenazas de prisión y la persecución política y escasamente la vía jurídica.

La lógica debería estar en el ámbito del diálogo democrático de manera que en el marco de las diferencias e intereses salga ganando la Universidad, mejor, las universidades públicas del estado.

Y frente a ese escenario incierto, los universitarios recuperan lo mejor de las tradiciones de lucha y salen a las calles teniendo de fondo el espectacular edificio central como antes lo hicieron Eduardo Franco, Guadalupe Meza, Liberato Terán, Jaime Palacios, Audomar Ahumada, Manuel Meléndez, Jorge Medina, Gustavo Lozano, Norma Corona, Humberto Macias, y tanto otros, que han salido al paso de las tentaciones absolutista de gobernadores que están perdidos en la memoria colectiva por los despropósitos de sometimiento.

En definitiva, los 150 aniversarios de la fundación de la Casa Rosalina no pasarán desapercibidos y cada acto de defensa de la autonomía universitaria será un homenaje a una institución que ha dejado páginas gloriosas en la historia de Sinaloa y, que ahora paradójicamente, enfrenta a uno de los suyos habilitado democráticamente como gobernador y, repito, sería recomendable replantearse la estrategia de captura institucional so riesgo de pasar a la historia como uno más de los despropósitos que intentaron Valdez Montoya y Toledo Corro.

Al tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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