EL DERECHO A LA DESFACHATEZ

EL DERECHO A LA DESFACHATEZ

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

La sociedad democrática está construida con los ladrillos de los derechos humanos y estos deben ser cada día más ambiciosos para alcanzar mejores niveles de bienestar.

Norberto Bobbio, antes de morir en 2004, hizo el recuento y afirmó en uno de sus libros que algunas sociedades estaban viviendo la séptima generación de derechos humanos (quizá, hoy, en algunos países, ya estén en la octava, por el uso cada día más extendido de energías limpias).

No obstante, hay sociedades, que escasamente cumplen los primeros escalones de esa construcción institucional o simplemente está el reconocimiento de esos derechos en el papel y no hay habituación cuando pudieran estarse viviendo procesos regresivos con la perdida de derechos conquistados (por ejemplo, el derecho a vivir con una seguridad pública eficaz).

Vamos, ¿Cuántos derechos en México están reconocidos en la Constitución y sus leyes reglamentarias, pero son letra muerta en la realidad?

Incluso, gobernantes que llegaron al poder democráticamente regatean el ejercicio de algunos de estos derechos.

AMLO, por ejemplo, habla de que durante su gobierno se podrá decir lo que sea sin ningún tipo de límites, y en general podríamos decir que ocurre al margen de que lo afirme, pero, cuando, ese periodismo le toca a él o alguno de los suyos, el ejercicio de ese derecho le molesta y ataca con las descalificaciones propias de su narrativa binaria de liberales y conservadores.

Por ejemplo, Lorenzo Córdova, el ex presidente del Consejo General del INE, ha vuelto a vida profesional anterior a la presidencia del instituto. Lo hace como académico y comentarista en medios de comunicación y eso que es su derecho, fue suficiente para que AMLO hablara de la “pobre” UNAM y de “desfachatez” cuando se suma al staff del portal de noticias Latinus que dirige Carlos Loret de Mola.

El presidente seguramente deseaba que Córdova se tomara un respiro y desapareciera de la escena pública. Sin embargo, a Córdova como al presidente López Obrador, el debate público es su elemento y, probablemente, está convencido de que las instituciones de la democracia están en peligro y no hay por qué tomarse un respiro sino mantenerse activo en la trinchera mediática.

Cualquiera que sea la razón, es su derecho como ciudadano y lo cierto es que con la llegada de Córdova a Latinus se fortalece el tándem mediático más duro, contundente e influyente de la oposición social (Loret de Mola, Brozo y Córdova).

Y eso seguramente preocupa en Palacio Nacional ante el desgaste del gobierno y la incapacidad de los contrapesos mediáticos propios para influir más allá de las clientelas naturales del obradorismo como lo indica la presunta caída de la audiencia en las conferencias mañaneras.

Y es así, como se reedita la campaña contra el personaje Córdova desde la descalificación y no desde las ideas.

Quizá ven con preocupación el tándem ampliado y más cuando las circunstancias negativas cotidianas se reeditan diariamente mostrando las deficiencias y límites de este gobierno y con cargo, frecuente, a segmentos sociales que políticamente están más cerca del obradorismo que de las elites económicas y, por lo tanto, son combustible natural para la oposición política y mediática.

Ya se sabe que los partidos de la oposición escasamente aprovechan ese combustible y van medrando con lo que les cae mientras el flanco mediático “conservador” gana espacio todos los días en la captura de los humores públicos. Más, cuando, la respuesta a sus dichos e investigaciones obtienen como respuesta la descalificación, la injuria o la amenaza.

Y es donde estará Lorenzo Córdova para aprovechar lo que vaya surgiendo cada semana. No será a través de la descalificación como el presidente podrá mellar la imagen del tándem Loret-Brozo-Córdova necesita algo más sustantivo.

No será con la crítica moral cómo llegará con éxito y fuerza a sectores sociales que hoy están por decisión propia fuera de la órbita obradorista y podrían estar en el segmento de los indecisos.

Menos, cuando en esos sectores principalmente de clase media y alta ven al tándem como su voz y ésta alcanza a los desencantados de la retórica obradorista.

Estemos o no de acuerdo con las posturas de Córdova lo cierto, es que está, en todo su derecho, de expresar sus puntos de vista, incluso, llegar a la desfachatez ya que será la audiencia la que dirá si sus argumentos valen o no, si le sirve o no, en definitiva, si la descalificación del presidente es publicidad o no.

Ahora bien, los derechos como bien lo sabe el presidente López Obrador, no se conceden desde ningún púlpito por importante que sea sino, simplemente se conquistan y la prensa crítica, hace su contribución antes, durante y después del obradorismo.

Bien le recordaba recientemente un periodista al presidente en una conferencia mañanera. Palabras más, palabras menos decía: “El periodismo que a usted no le gusta es el mismo que reveló lo de las toallas de Fox, la Casa Blanca de Peña…” y que ahora ha revelado la llamada Casa Gris del hijo del presidente y trasmitió el affaire de García Luna qué tanto mencionó el presidente en las conferencias mañaneras, como si fuera una captura y enjuiciamiento y no una omisión de su gobierno.

O sea, con Córdova o sin él, este periodismo que tanto molesta al poder de antes, hoy y después seguirá haciendo su tarea, su contribución para crear una sociedad informada y eso es una buena noticia para que las personas tomen mejores decisiones en los asuntos públicos y los políticos sepan que el que la hace la paga.

En definitiva, el derecho a la desfachatez está garantizado en una democracia constitucional y será la audiencia la que determine si tiene o no valor en la construcción de una opinión pública informada para avanzar en la conquista a nuevos derechos.

 

 

 

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

La sociedad democrática está construida con los ladrillos de los derechos humanos y estos deben ser cada día más ambiciosos para alcanzar mejores niveles de bienestar.

Norberto Bobbio, antes de morir en 2004, hizo el recuento y afirmó en uno de sus libros que algunas sociedades estaban viviendo la séptima generación de derechos humanos (quizá, hoy, en algunos países, ya estén en la octava, por el uso cada día más extendido de energías limpias).

No obstante, hay sociedades, que escasamente cumplen los primeros escalones de esa construcción institucional o simplemente está el reconocimiento de esos derechos en el papel y no hay habituación cuando pudieran estarse viviendo procesos regresivos con la perdida de derechos conquistados (por ejemplo, el derecho a vivir con una seguridad pública eficaz).

Vamos, ¿Cuántos derechos en México están reconocidos en la Constitución y sus leyes reglamentarias, pero son letra muerta en la realidad?

Incluso, gobernantes que llegaron al poder democráticamente regatean el ejercicio de algunos de estos derechos.

AMLO, por ejemplo, habla de que durante su gobierno se podrá decir lo que sea sin ningún tipo de límites, y en general podríamos decir que ocurre al margen de que lo afirme, pero, cuando, ese periodismo le toca a él o alguno de los suyos, el ejercicio de ese derecho le molesta y ataca con las descalificaciones propias de su narrativa binaria de liberales y conservadores.

Por ejemplo, Lorenzo Córdova, el ex presidente del Consejo General del INE, ha vuelto a vida profesional anterior a la presidencia del instituto. Lo hace como académico y comentarista en medios de comunicación y eso que es su derecho, fue suficiente para que AMLO hablara de la “pobre” UNAM y de “desfachatez” cuando se suma al staff del portal de noticias Latinus que dirige Carlos Loret de Mola.

El presidente seguramente deseaba que Córdova se tomara un respiro y desapareciera de la escena pública. Sin embargo, a Córdova como al presidente López Obrador, el debate público es su elemento y, probablemente, está convencido de que las instituciones de la democracia están en peligro y no hay por qué tomarse un respiro sino mantenerse activo en la trinchera mediática.

Cualquiera que sea la razón, es su derecho como ciudadano y lo cierto es que con la llegada de Córdova a Latinus se fortalece el tándem mediático más duro, contundente e influyente de la oposición social (Loret de Mola, Brozo y Córdova).

Y eso seguramente preocupa en Palacio Nacional ante el desgaste del gobierno y la incapacidad de los contrapesos mediáticos propios para influir más allá de las clientelas naturales del obradorismo como lo indica la presunta caída de la audiencia en las conferencias mañaneras.

Y es así, como se reedita la campaña contra el personaje Córdova desde la descalificación y no desde las ideas.

Quizá ven con preocupación el tándem ampliado y más cuando las circunstancias negativas cotidianas se reeditan diariamente mostrando las deficiencias y límites de este gobierno y con cargo, frecuente, a segmentos sociales que políticamente están más cerca del obradorismo que de las elites económicas y, por lo tanto, son combustible natural para la oposición política y mediática.

Ya se sabe que los partidos de la oposición escasamente aprovechan ese combustible y van medrando con lo que les cae mientras el flanco mediático “conservador” gana espacio todos los días en la captura de los humores públicos. Más, cuando, la respuesta a sus dichos e investigaciones obtienen como respuesta la descalificación, la injuria o la amenaza.

Y es donde estará Lorenzo Córdova para aprovechar lo que vaya surgiendo cada semana. No será a través de la descalificación como el presidente podrá mellar la imagen del tándem Loret-Brozo-Córdova necesita algo más sustantivo.

No será con la crítica moral cómo llegará con éxito y fuerza a sectores sociales que hoy están por decisión propia fuera de la órbita obradorista y podrían estar en el segmento de los indecisos.

Menos, cuando en esos sectores principalmente de clase media y alta ven al tándem como su voz y ésta alcanza a los desencantados de la retórica obradorista.

Estemos o no de acuerdo con las posturas de Córdova lo cierto, es que está, en todo su derecho, de expresar sus puntos de vista, incluso, llegar a la desfachatez ya que será la audiencia la que dirá si sus argumentos valen o no, si le sirve o no, en definitiva, si la descalificación del presidente es publicidad o no.

Ahora bien, los derechos como bien lo sabe el presidente López Obrador, no se conceden desde ningún púlpito por importante que sea sino, simplemente se conquistan y la prensa crítica, hace su contribución antes, durante y después del obradorismo.

Bien le recordaba recientemente un periodista al presidente en una conferencia mañanera. Palabras más, palabras menos decía: “El periodismo que a usted no le gusta es el mismo que reveló lo de las toallas de Fox, la Casa Blanca de Peña…” y que ahora ha revelado la llamada Casa Gris del hijo del presidente y trasmitió el affaire de García Luna qué tanto mencionó el presidente en las conferencias mañaneras, como si fuera una captura y enjuiciamiento y no una omisión de su gobierno.

O sea, con Córdova o sin él, este periodismo que tanto molesta al poder de antes, hoy y después seguirá haciendo su tarea, su contribución para crear una sociedad informada y eso es una buena noticia para que las personas tomen mejores decisiones en los asuntos públicos y los políticos sepan que el que la hace la paga.

En definitiva, el derecho a la desfachatez está garantizado en una democracia constitucional y será la audiencia la que determine si tiene o no valor en la construcción de una opinión pública informada para avanzar en la conquista a nuevos derechos.

 

 

 

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