EL FUEGO DEL ZOCALO
EL FUEGO DEL ZOCALO
Ernesto Hernández
Norzagaray
Elías Canneti, el Nobel de
Literatura, en su libro Masa y Poder, exploró el sentido del fuego en actos
políticos y encontró que este cuando aparece, cautiva, atrae, inflama y
ritualiza un cierto tipo de violencia simbólica.
Entonces, cuando ocurre en México
o en Alemania, o cualquier otro lugar del mundo, no es un acto aislado de una
“minoría” acelerada que no se conduce conforme a patrones de civilidad política
sino, es incienso puro para un ritual donde la masa se vuelca en el líder.
El fuego, literalmente, prende en
la masa. Mete calor a unos ánimos de por si cargados de emociones que se
expresan en consignas muy instaladas en la conciencia política del obradorismo:
¡Es un honor, estar con Obrador! ¡Piña, corrupta! De ahí, la duplicidad del
fuego y la proclama. Esta emocionalidad, como se irradió en las redes y los
grandes medios de comunicación, es la “verdadera nota” del acto masivo.
Así, lo dicho por el presidente
López Obrador se convierte en algo secundario materia del periodismo para la
especulación, lectura de las entrelineas, letras chiquitas y lo que queda, en
el imaginario colectivo, es el fuego y mejor los pisotones y gritos en la
imagen de la destinataria. O peor, lo que representa la figura incinerada.
Es decir, no es Norma Piña, sino
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la postura prefigurada de los
ministros que se intuye no favorecerá en los próximos días a los objetivos del
presidente. Y es donde se articula el discurso presidencial que acusa a Piña porque
no le vota sus iniciativas y la falsedad de que suelta criminales y el
corolario de “ministra corrupta”.
Dicho en otras palabras, la quema
de la figura de la ministra presidenta de la Corte es la continuación por otros
medios del intento de desmantelamiento de las instituciones. Y es que al no
poder cooptar o disminuir la Corte o reducir sus funciones constitucionales
queda la alternativa de destruirla mediáticamente y el fuego, exalta en la masa,
la convicción de que la ministra sirve a los intereses de la “oligarquía”. Es
decir, no se le ve como una institución de control, un contrapeso virtuoso,
previsto en la Constitución sino como enemigo del “movimiento”.
Y este acto que no será, seguramente,
el último, porque no es el primero. Recordemos, aquel performance,
escenificado en la puerta de entrada a la Corte donde los provocadores
mostraron amenazantes un cuerno de chivo utilitario con un mensaje ostensiblemente
simbólico.
Dirán a quienes sirven estas manifestaciones
son de unos cuantos acelerados “que siempre existen” en ambientes políticos
polarizados. Vamos, que es una manifestación de pluralidad y democracia. A lo
que, no hay que darle demasiada importancia.
El problema es que esto se
inscribe en un concierto de ataques desde el mismo púlpito presidencial y se
replica en otros poderes bajo control morenista sea contra la prensa, los
empresarios, personajes, los partidos, las organizaciones civiles o todo
aquello que se juzgue que puede contravenir el llamado “proyecto de nación”
como sucedió con el gobernador en Sinaloa, contra quien escribe estas líneas.
Y esto, viéndolo en perspectiva
del 2024, es muy probable que irá en aumento por las necesidades de Palacio
Nacional y estarán dirigidas contra personajes de aquellas instituciones
públicas que son un atorón a las pretensiones absolutistas que rodean el
imaginario del obradorismo que, dicho de paso, “no admitirá zigzagueos” de
quien resulte candidato o candidata del “movimiento” dando por hecho que la
elección presidencial ya está ganada y que el triunfo es mero trámite
electoral.
Sin embargo, que eso suceda, no dependerá
solo de lo que quiera el presidente sino de otros factores, por ejemplo, de
como la Corte resuelva lo del llamado Plan B de la Reforma Electoral, de los candidatos
o candidatas, el tipo de campaña que realicen unos y otros, pero, sobre todo, el
número y el ánimo con el que saldrá la gente a votar y, ahí está, el
antecedente de los comicios concurrentes de 2021 donde el morenismo perdió 8-9
millones de votos obtenidos en 2018 mientras la oposición sólo 2.
Así, el “rechazo” de AMLO a la
quema de la figura de la presidente de la Corte fue producto de una valoración
política ipso facto. Y es que al ver que la conversación pública post
concentración no era sobre lo que sugirió o dijo el presidente, sino la pira
del monigote de toga y birrete, incluso, si es cierto, que en la despedida de
la multitud se fue de largo para no tener que saludar de mano a Mario Delgado,
el dirigente nacional de Morena, era claro que estaba molesto y tenía un
culpable del desaguisado piromaníaco.
Este tipo de actos de fuego, como
era de esperar, inmediatamente provocó reacciones de desaprobación, muy en
especial, entre las mujeres, que se sienten lastimadas, a través de la ministra
Piña.
Basta ver a la misma esposa del
presidente quien tuvo que cuestionar la pira y no olvidemos que este segmento
representa el 52-53% de la población nacional y de la lista nominal electoral.
Eso invita a manejarse con mucha prudencia para no ahondar la percepción de que
al presidente no está en sintonía con las demandas sociales y políticas de las
mujeres.
En definitiva, el acto
piromaníaco, se volvió la nota de lo ocurrido el 18 de marzo en el Zócalo de la
Ciudad de México, superó con mucho, la numeraria o el acarreo que se volvió más
visible por las propias declaraciones del presidente López Obrador y
representantes populares, que llamaban una concentración superior a la realizada
por la oposición social y política y que al serlo, llama a la cautela porque de
proseguir este tipo de manifestaciones es altamente probable que se sume a los
despropósitos de la fase de precampaña.
Finalmente, Elías Canneti
alertaba sobre el fuego, cuando analizaba el papel que jugó en el nacimiento y
desarrollo del nacionalsocialismo alemán y no estaría mal que los ideólogos del
obradorismo revisaran su obra porque ni Alemania es México, pero, tampoco, el
siglo XX es el siglo XXI, lo que sí lo mismo, es el fuego en política.
Al tiempo.
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