PAÍS DE VACILADA
PAÍS DE VACILADA
Ernesto Hernández
Norzagaray
La conclusión de la UNAM de que el
plagio de la tesis de licenciatura en que está involucrada directamente Yasmín
Esquivel Masso, la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la
decisión de que no puede retirarle el titulo que le otorgó en 1987 porque eso
es responsabilidad de la SEP y está, se manifiesta incompetente porque devuelve
la pelota a la cancha de la UNAM, es un verdadero disparate.
Cualquier egresado de una Universidad
pública o privada sabe que primero tiene que hacer es terminar satisfactoriamente
las materias de un plan de estudios y elaborar una tesis profesional donde
sistematice los conocimientos de una área de conocimiento de la profesión que
haya escogido y la defienda a satisfacción de un jurado de profesionales y, una
vez cumplido este trámite que suele ser administrativamente tardado por engorroso,
el siguiente paso es ir a la ventilla de la Dirección General de Profesiones de
la SEP para que está le proporcione una cédula que lo legitime para ejercerla.
Es decir, los campos están
indisolublemente ligados, la Universidad certifica y la SEP autoriza para
ejercer la profesión.
Esto que es el ABC de todos los
días en las instituciones de educación superior y la SEP, resulta lamentable
para la UNAM, el gobierno federal y la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
o sea para todos los mexicanos que apostamos a un país de instituciones y sin corrupción,
exige detener de inmediato este galimatías jurídico mediático y evitar convertirnos
en un país de vacilada donde los agentes de las instituciones públicas son
incapaces de resolver lo que a cada uno corresponde hacer de acuerdo a su normativa o, mejor, ponerse
simple y llanamente de acuerdo para proceder ante un acto corrupto.
El problema es que un delito que
si le hubiera sucedido a cualquier hijo de vecino éste estaría literalmente en
la calle, sin título, sin cédula profesional, o si ese hijo de vecino tuviera
una pizca de dignidad, simplemente, hubiera abreviado todo aceptando el mal que
había cometido contra su casa de estudios.
Pero, no es el caso de un hijo de
vecino, es el caso de una ministra constitucional, y a las que las partes institucionales
no les interesa hacer lo suyo administrativamente para evitar que la sombra negra
que se cierne sobre la Corte crezca y ponga en entredicho la imagen y las
resoluciones de la máxima instancia de justicia de la Nación.
Y dicho de paso, no puedo dejar
de preguntar como muchos: ¿Cuándo los ministros de la Corte se pronunciarán sobre
este tema que involucra a una de los suyas? ¿Cuándo se pronunciarán en un caso
que podría llegar a tener consecuencias legales sobre las decisiones que adopte
una mayoría de ministros? Mejor, o peor, pronunciarse ¿sobre aquellos votos que
haya emitido la ministra Esquivel Masso y, que un tercero en discordia, podría argumentar
legítimamente que ese voto no es válido luego del pronunciamiento de la UNAM? o,
¿sobre las acciones y controversias constitucionales que esperan pronta resolución
en materia eléctrica, militarización o reforma electoral?
En tanto esa definición no ocurra,
la ministra Esquivel juega la carta del vacío, es decir, ante el impasse que
han generado el dúo institucional UNAM-SEP sale a declarar que ella “no
renunciara ni pedirá licencia” porque no tiene “nada de qué avergonzarse” por
lo que “seguirá participando en las sesiones de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación”. Es decir, amenaza, con seguir votando sobre la constitucionalidad de
las reformas que están en la agenda de la máxima instancia de justicia de la
Nación.
Este visto que no interesa la aplicación
de la ley simple y llana y, tampoco, el decoro incluso la salvación institucional,
lo que interesa demostrar entre la bruma verbal del presidente López Obrador es
que el tema no es jurídico cómo afirma la UNAM, sino político, como lo dice
claramente el presidente de la República cuando dice: “Hay una campaña, no solo
por este caso… es evidente que el bloque conservador y corrupto, los que
saquearon el país y quieren regresar por sus reales, tienen una campaña mediática,
es decir, con todos los medios de comunicación convencionales para atacarnos
por cualquier situación. Están desesperados que inventan, mienten, como
respiran”.
Tan fácil sería, que el
presidente asumiera un instante su discurso anticorrupción, pro-honestidad, en
la función pública e hiciera un ejercicio, animando a que las partes se sienten
y determinen que, en materia de corrupción, no hay diferencias con sus
adversarios.
Entonces, no se ve la salida en
el corto y mediano plazo, una vez más la legalidad será “cuestión de enfoque” y,
eso, en un país polarizado es campo fértil para que figuras como la ministra en
entredicho haga de las suyas y, con cierta dosis de osadía, rete a quien intente
juzgarla y quitarle el titulo y, con ello, su posición privilegiada en la Corte.
Cierto, se podrá argumentar, que la
Corte solo puede pronunciarse con base a las decisiones de otros poderes y, no en
aquello que compete resolver a otras instituciones, cómo es el caso de la UNAM
y la SEP, sin embargo, la postura de la UNAM llamaría a que esta exija una sentencia
definitiva sobre si es válido el título con el que llegó y toma decisiones en
las sesiones de la Corte.
En contra, se afirma, que los
ministros de la Corte si pueden separar del cargo a una o uno de sus compañeros
si hay falta de aptitud y eso, tiene que ver con el título al que obliga el
cargo.
En tanto eso sucede, quienes
inician acciones y controversias constitucionales, estarán sobándose las manos
sobre el sentido de los votos de la ministra Esquivel Masso pues, abre, una
ventana a los amparos en todos los casos que pudieran sentirse perjudicados algunos
actores económicos, sociales o políticos y quieran aprovechar las fisuras que han
abierto las instituciones del Estado mexicano que deberían colaborar para en
forma expedita resolver los plagios de tesis profesionales, que, por cierto, gracias
al diario El País nos enteramos que la misma tesis se presentó en examen cuatro
veces (en 1986 por Ulises Báez; en 1987 por Yasmín Esquivel; en 1993 por un tal
Juan Carlos Blanco Silva y en 2010 por Juan Carlos Martínez Mendoza, teniendo,
todas ellas, como directora de tesis a la infatigable Martha Rodríguez Ortiz).
En definitiva, en el caso de la
ministra Yasmín Esquivel, confluyen dos relatos impregnados de cálculo
político, el de la UNAM que en voz del abogado general sostiene “que no hay ninguna
facultad, que no está facultada ninguna autoridad universitaria, para emitir
una resolución en el caso que nos ocupa”, mientras, el presidente señala “Hay
instancias que en este caso deben resolver el asunto, que son el Consejo
Universitario y el Tribunal Universitario”.
No cabe duda, hay veces, que
somos un país de vacilada.
Al tiempo.
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