LA AMENAZA AL PERIODISTA
LA AMENAZA AL PERIODISTA
Ernesto Hernández
Norzagaray
Y un gobernador defendiendo al
equipo. No se trata de una obra realismo teatral, ni tampoco una hechura rusa,
al estilo de las obras de Písemski o
Tolstoi, los padres de ese género de escenificación sino, del político más
poderoso de Sinaloa pues, no olvidemos, que la sola referencia al estado, a
muchos de dentro y fuera del país, le representa temor, incertidumbre, pánico.
Sucedió cuando respondió a la pregunta
de si estaba detenido el policía que se atrevió a poner la punta de su arma en
la humanidad del periodista Ernesto Ramírez, del portal Los Noticiaristas, y la
respuesta fue la molestia, el enojo, el desparpajo, y de ahí para el real, no
tenía por qué estarlo, si el suceso estaba bajo investigación y tenía derecho a
que se le “respetaran sus derechos humanos” (sic), su presunción de inocencia,
pero, eso, no tiene ni pies ni cabeza, cuando se trata del gobernador y es la
persona más informada del estado.
Y eso, ocurrió, en la conferencia
semanera que debería ser un canal de comunicación, respeto e información entre
el poder y los periodistas.
El gobernador no reconoció la
flagrancia y el abuso cometido, seguramente ante testigos de la propia
corporación policiaca, incluso, compañeros del periodista de otros medios de
comunicación o está registrado en una cámara.
En ese sentido fue más sensato y diplomático,
Cristóbal Castañeda, el secretario de seguridad pública estatal, cuando señaló
que detrás de esa acción reprobable y sancionable estaba seguramente el
agotamiento físico y mental del agente que le restaba algo de tensión a la
pregunta planteada.
Y, sorprende, la respuesta del
gobernador, cuando unos minutos antes se había conmovido y solidarizado con la
familia del niño que fue asesinado por una bala perdida de la noche del 31 de
diciembre.
¿Cuál habría sido la respuesta en caso
de que por el “agotamiento físico y mental” del agente si se le hubiera ido un tiro
y mata al periodista?
La reacción seguramente hubiera sido
otra, equidistante con el daño, pero, cómo no sucedió, se va por la tangente y regaña
como mal profesor y casi llama mentiroso a Ernesto Ramírez.
Más, no paró ahí, acusó de carroñera a
la prensa e insinuó porque no toman café con los funcionarios del gobierno,
pero, sí, café con leche, con empresarios.
Cuanta desproporción, cuanta
ignorancia del quehacer del periodismo, aquel que frecuentemente está en el
lugar de los hechos y registra lo que la mayoría leemos o escuchamos en la
comodidad de la casa o una cafetería incluso el mismo gobernador.
O sea, la injuria es mayor, no es un
lapsus tontus.
Es lo que piensa el gobernador de los
periodistas sinaloenses y lo dice, irresponsablemente, en la tribuna semanera
ante un público mayoritario de reporteros.
No hay autocontención y, si eso lo
dice en público, mejor no saber, lo que dice en privado cuando algún periodista
lo incómoda.
Argumenta mal, qué hace uso del
derecho de réplica y, aclaremos, lo que significa este derecho de acuerdo con
la Enciclopedia Jurídica: “toda persona natural o jurídica, que se considere injustamente perjudicada
por cualquier información escrita o gráfica, que la mencione o aluda en una publicación periódica, tiene derecho a que
el escrito de réplica que
prepare le sea publicado por el mismo medio de comunicación”.
Y eso, no ocurrió, porque fue una pregunta de un reportero,
no una publicación de un medio que hipotéticamente difama o deshonra, por lo
tanto, el gobernador estaba obligado a investigar y ofrecer información veraz y
oportuna, no con calificativos y denuestos, menos con injurias a quienes
realizan una labor fundamental para tener una sociedad informada.
En Sinaloa, hay demasiada violencia, ¿o
no?, aunque, él mismo gobierno nos diga que vamos a la baja y estamos en el
lugar 27 del país o que las cifras de desaparecidos y feminicidios van, también,
a la baja para que está provenga, del propio gobernador, que debe ser ejemplo
de madurez y sobriedad política.
El poder nunca debe servir para sacar
lo peor del ser humano sino lo mejor y eso se traduzca en una mejoría de la
vida pública.
Y, más en sociedades, tatuadas por la
violencia, cómo quedó claro en la balacera de la bienvenida del 2023 y el
fatídico jueves 5 de enero.
Ya el gobernador salió hacer la corrección
diciendo que “tienen los periodistas el respeto incondicional del gobierno” y “se
va a empezar ahora un mismo un curso de capacitación para los policías y
atender de mejor manera, con mayor sensibilidad, que se pongan en el lugar del
civil”.
Muy bien esa corrección y ese curso de
capacitación y, me pregunto, con todo respeto, el tomará el suyo para
autocontenerse de hacer expresiones hirientes e infamantes.
Rocha Moya, debe cuidar su verbo y
controlar sus emociones, quienes lo vimos en esa escena de realismo teatral
vimos a un personaje que transpiraba lo peor de los políticos empoderados y
autoritarios.
Me dicen que el hoy gobernador no era
así, qué siempre tuvo buena prensa, por su dones humanistas y don de gente, y
sí así lo recuerdo, cuando fue rector de la UAS, pero el ritmo azaroso de la
política y un entorno frecuentemente condescendiente cuando no elogioso,
termina por echar a perder, las virtudes de viejas enseñanzas y militancias.
Y, ojo, un gobernador empeñado en
pasar a la historia por su obra humana -qué habría que ver su alcance para
despejarle de paja- estás actuaciones no pedidas de continuar terminaran
acrisolando sus buenas intenciones.
Porque un cañón, es un cañón, y puesto
en el cuerpo de un periodista, es un intento de asesinato, aunque el agente
haya reconsiderado de último momento o, mejor, que no se le haya ido la bala
mortal, porque eso, hubiera sido otra historia y, en Sinaloa, no nos sobran ni
uno solo, de los que diariamente salen de sus casas a conseguir información
para que todos estemos informados para tomar mejores decisiones.
Corrija, gobernador, que el poder no
lo obnubile, ni teatralice y menos, copie los desplantes de ya sabe quién.
Al tiempo.
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