AÑO NUEVO
AÑO NUEVO
Ernesto Hernández Norzagaray
Un país que está permanentemente viéndose el ombligo o espantando
la mosca que ronda en su nariz está destinado a que un día los grandes cambios
del mundo lo sorprendan y no sepa qué hacer cuando el cobrador está YA tocando
la puerta, metió el pie y empuja con mano y cabeza.
Esta imagen ridícula es la que parece dominar el imaginario
colectivo que diariamente está alimentada con el insumo de las conferencias
mañaneras, los actos ridículos y las desgracias que un día si y otro, también, nos
sacuden provocando una cierta desazón, inquietud y desánimo.
Vivimos en una vorágine de sucesos emocionales que no parece
importarnos mucho lo que ocurre más allá de nuestro ombligo y la mosca que
ronronea alrededor de nuestros tabiques nasales.
Esta semana los principales medios de comunicación -y, hasta,
los blogs más oficialistas- han estado ventilando el caso del “plagio” de una
tesis que involucra a la ministra Yasmin Esquivel y el debate público se ha
centrado en ella unos a favor y otros en contra.
El presidente López Obrador, ¿cómo no?, ha salido al paso
para defenderla, aunque como siempre siendo “respetuoso” de las autoridades
encargadas de investigar. En tanto, la comentocracia hace lo suyo y aquello
alcanza una resonancia de cientos de decibles.
Con esto no quiero decir que no sea un tema importante cuanto
es un caso de corrupción que alcanza a una ministra de la Suprema Corte de la
Nación y, mejor, a quien podría, pudo ser, con la bendición del señor, su
próxima presidenta.
Quizá, en otro país, con otra cultura institucional, si
ocurriera un caso como este supondría ipso facto la separación del cargo de la
ministra. Sólo, por una cuestión de responsabilidad política o simplemente por
poner por delante a la institución.
Pero, en México, eso casi nunca sucede. La responsabilidad no
es un valor político muy extendido. El hombre o mujer público pueden cometer
cualquier tropelía o abusar sin que haya necesariamente consecuencias legales.
En estos casos penosos las instituciones suelen no funcionar con la agilidad
que debieran. Están politizadas. Y si están politizadas, los casos se reciben,
pero los procesos judiciales, no caminan porque están detenidos por un poder
superior.
O, acaso, han avanzado los casos que hace un año sacudían a
la opinión pública. En el verano de 2021 habían ocurrido elecciones federales
concurrentes con una docena de locales. Y, como se está volviendo una costumbre
en nuestras rutinas políticas, intervino el crimen organizado con su estela de
muertos – se calcula que más 120 personas vinculadas directa a partidos- y,
aunque fueron hechos notorios, profusamente ventilados en la prensa, no sabemos
de alguien que este en la cárcel por estos crímenes. Lo que si es un hecho es
que sus “candidatos” hoy están en la representación política votando los temas
nacionales o estatales.
También podríamos preguntarnos en que cárcel están los
políticos que “saquearon el país” y serían llevados ante la justicia y ha sido
una parte del relato justiciero de este gobierno. Están, seguramente, en estos
días disfrutando con sus familias y amigos de las fiestas de fin de año.
Y que podemos decir de quienes fueron sorprendidos en actos
de corrupción notorios como fue el caso de Pío López Obrador o los personajes
de la llamada Casa Gris, por solo mencionar, los más escandalosos. Igual estarán
preparando las viandas y bebidas para la noche vieja.
Y así, seguramente, muchos de los temas que hoy ocupan
nuestra atención estarán sin resolver o siendo desviados de la mirada del ojo
público.
Somos, un país que como lo decía Alejandro Páez, en una
disquisición exquisita que vive el eterno castigo representado en el mito de
Sísifo.
Es decir, el castigo, que recibió aquel gobernante griego mitológico,
ambicioso, cruel y embaucador de Éfira -hoy Corinto- sometido al martirio
eterno de subir una gran roca a la cúspide de una montaña y, al llegar, la veía
rodar para que el otrora poderoso Sísifo empezara de nuevo la tarea de subirla.
Y ese sacrificio, para la mala suerte nuestra, no se ha
agotado con el gobierno justiciero. Sucedió con los priistas y panistas, pero
hoy se reedita con el gobierno morenista. El pueblo convertido en Sísifo sigue
subiendo la roca. No hay giro en el mito. Sólo propaganda emocional basada en
otro mito, este si encarnado.
Sería más afortunado hablar en lugar del mito de Sísifo, de
nuestro laberinto de la soledad, que reveló con brillantez Octavio Paz.
Por eso, nos domina, el eterno retorno a las raíces. A la
búsqueda incesante de la figura providencial. Las procesiones para venerar y
pedir milagros a la Virgen de Guadalupe. Y nos olvidamos, frecuentemente, del
mundo que nos rodea con su dinámica avasallante.
Total, dirán los más convencidos del mito, el mundo está peor,
porque no tienen esa figura providencial y, tampoco, tienen una virgen morena
por lo que nos la piden prestada hombres y mujeres de otros países para
alcanzar el sosiego, la resignación, la paz.
Porque el mundo sigue rodando con su frenética velocidad y avisos
alarmantes. Ahí está la no tan silenciosa la lucha por los mercados que
sostiene el mundo occidental con los chinos; la inoperatividad de los marcos
globales de seguridad colectiva que han activado militarmente al mundo; la
amenaza latente de la recesión global que vendría trastocarlo todo agudizando
los problemas estructurales de las economías emergentes que a la larga se
traducirá en mayores dificultades para acceder a bienes básicos.
La inestabilidad y el descontento social que llegó para
quedarse más allá de cualquier geometría o sello político; la fractura y
atomización de los movimientos sociales y sus reivindicaciones; un autoritarismo
bajo presión cuando el 70 por ciento de la población vive bajo dictaduras
producto de una tendencia fuerte a la involución democrática y el resurgimiento
de los movimientos nacionalistas y xenófobos por el mundo (léase https://www.esglobal.org/10-temas-que-marcaran-la-agenda-internacional-en-2023/).
Y, mientras esto sucede, no sin el ruido de la metralla en el
este de Europa o en muchas de nuestras ciudades, con su fuerza devastadora, el
debate sigue alrededor de nuestro ombligo y esa mosca que ronda incansablemente
sobre nuestra irritada nariz.
Cómo a esto no se ven visos de cambiar, solo nos resta desear
a todos los lectores de Sin embargo.mx, un mejor año para la reflexión de
nuestro tiempo, él que nos tocó vivir.
Abrazo a todos.
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