LOS HIJOS DE LA MEMORIA
LOS HIJOS DE LA MEMORIA
Ernesto Hernández
Norzagaray
Después de que el gobernador
Rocha Moya acató la orden de Palacio Nacional de dar marcha atrás en las
acusaciones graves contra el exalcalde Luis Guillermo El Químico Benítez y no
sólo eso, también, “castigarlo” con la titularidad de la secretaria de Turismo
del Estado, y autocalificarse con el indigno “soy un chairo del presidente”,
resultaba un exceso, innecesario, penoso. El acatamiento de la orden de
contener a la ASE, la fiscalía y al Congreso del Estado era más que suficiente.
No era necesario exhibirse como
un político sin rubor. Ni siquiera El Químico había llegado a tanto. Su
rendición desvergonzada ofende a los sinaloenses. No lo merecen. Y, menos,
cuando lo dice quién ganó la elección con más de 624 mil votos. Al dos, por uno,
respecto del senador Mario Zamora. Quien, por cierto también, que cosas, sucumbió
ante el presidente en el asunto de la ampliación del plazo para que la Sedena
se haga cargo de la seguridad pública.
Y como la política mexicana sigue
encadenada a la lógica presidencial, las oposiciones, poco sirven como
contrapeso a los excesos. Todo se paralizó y enmudeció. La ASE, calló, la
fiscalía, calló, el Congreso del Estado, calló y muy probablemente, lo mismo sucederá
con el nuevo alcalde y los regidores de Mazatlán.
Hay que dar la vuelta a la hoja,
dirán, sin rubor algunos, esto es mejor a lo que había antes. Solo un sector de
la prensa y los ciudadanos del puerto que salieron a la calle a buscar firmas resistiendo
para presionar a los diputados y, evitar que se cancele el juicio político
contra el hoy protegido de AMLO y el gobernador de largas, para, finalmente,
salvarlo de las rejas y la inhabilitación en la función pública.
Así es la política, dijo
resignado y justificando un abogado uaseño, que ve en la ley una suerte de
escenografía. De montaje para que se haga lo que se quiera hacer sin ningún
tipo de consecuencia. ¿Qué mejor incentivo para seguir haciendo lo que hoy
tiene tan molestos a los mazatlecos y decepcionados a muchos sinaloenses?
Un periodista del puerto le
buscaba la cuadratura al círculo. Escribió algo así. Dentro de todas las
pérdidas ganamos. Nos lo sacudimos. No es lo mismo que el Químico tenga 2 500
millones de pesos anuales para sus ocurrencias, frivolidades y francachelas que
ser un simple burócrata a cargo de una oficina con un presupuesto para la nómina
y gastos de operación. Para agregar, no es lo mismo, viajar a España o “promover”
a Mazatlán desde un palco especial en el Fórmula Uno que ir a inaugurar la Feria
del Raspado en Concordia.
Si, no es lo mismo, ni de cerca. Pero,
ese no es el punto, el punto es, que se le premió, cuando debió continuar el
proceso legislativo para que fuera castigado. Inhabilitado de por vida. La poca
vida que le queda a un septuagenario.
Y es que al rescatarlo del patíbulo
no es para que se rehabilite políticamente sino para que siga prestando
servicios a esa política que defiende el abogado maquiavélico. Toma un nuevo aire.
Ya lo veremos activo pagando servicios a Morena. Y, entonces, dirá un suspicaz,
no lo quieren en Morena. Estorba. Pero,
si doblaron al Rocha, y a Feliciano Castro, que gritaban convenencieramente y a
los cuatro vientos ¡justicia, justicia!; no van a doblar a la pequeña y
silenciosa Merary. Además, siendo amiga de El Químico, era la única diputada federal
que asistía a los informes de la rapiña.
Mejor, todavía para El Químico,
ahora que estuvo el presidente y ante los reclamos por las vueltas que se da periódicamente
por Badiraguato salieron al paso en Palacio Nacional para decir que era una
mentira y está vez, no iría a ese municipio famoso por el Cartel que salió de
sus entrañas, pero, a vuelta de año, estaría ahí como también Mazatlán.
Me quiero imaginar la escena del
encuentro entre AMLO, Rocha y El Químico. El presidente, el gobernador y el
flamante secretario de Turismo -si para entonces, todavía está en el cargo. AMLO
dejándose querer, Rocha buscando congraciarse y El Químico Benítez buscando al
presidente para la foto y agradecerle sotto voce su intervención que lo salvo
de ser sacrificado en la pira pública.
Y acaba con la cada día más
desgastada expresión de “no mentir, no robar, no traicionar”. La que se cae a pedazos
con la corrupción que está detrás de los hijos, los hermanos y la tía Felipa o
los grandes negocios que se hacen al amparo de las llamadas obras insignias de
la administración obradorista. A las que nunca les alcanza el dinero presupuestado
y sus administradores cada vez más solicitan más y más dinero público.
El Químico en escena se verá pequeño,
humilde, sonriente y orgulloso de su padrinazgo y mordaz con el gobernador
sacrificado, y hacer, eso sí, lo que le indique un presidente displicente, magnánimo,
perdonavidas, pero, también, irrespetuoso y cómplice de ese perdón que es un
abuso a todas luces del poder y que hoy ni siquiera la lealtad chaira lo acepta
y lo repudia.
Mientras, ahí, en la escena
patética estará Rocha, desparpajado cargando incómodo los platos rotos con su
imagen maltrecha, incómoda, aunque los publicistas le buscan la fotografía sonriente
y entusiasta de que al poder se le resbala todo, hasta sus pecados
inconfesables con aroma de sumisión.
Y, por último, los mazatlecos están
acostumbrados a las traiciones, pero están incapacitados para olvidar los
agravios del poder. Son hijos de la memoria. Al tiempo.
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