ANDRÉS MANUEL, ESTÁ ENOJADO
ANDRÉS MANUEL, ESTÁ ENOJADO
Ernesto Hernández
Norzagaray
El presidente en algo tiene razón
cuando califica de conservadora a la Marcha Nacional en defensa del INE. Los
organizadores de la movilización al margen de si son más o menos cínicos,
rateros o corruptazos de siete suelas, buscan conservar al INE y espantar
cualquier posibilidad de domesticación de los miembros del instituto electoral
para beneficio de su grupo en el poder y en perjuicio de sus aspiraciones
legítimas.
Y ahí, está, el quid de la
cuestión, la conservación de lo que tenemos con todo lo cuestionable. A mí, y seguramente a muchos, nos parece que
lo más importante tiene que ver con los montos de dinero que anualmente
administra y asigna a los partidos y a su burocracia o, someterlo, a los
designios del presidente para convertirlo en una nueva versión de la
desaparecida Comisión Federal Electoral que presidía Manuel Bartlett, el
entonces Secretario de Gobernación, al que en 1988 se le cayó el sistema de
cómputo y, subsecuentemente, garantizó el triunfo a Carlos Salinas de Gortari
en perjuicio del candidato opositor Cuauhtémoc Cárdenas o, mejor, de Manuel
Clouthier y Rosario Ibarra.
Ante la falta de puentes de
comunicación entre los adversarios políticos para llegar, como ha sido hasta
ahora nuestra rutina democrática, a acuerdos que mejoren la ley electoral la
confrontación ha llegado a la desfiguración presidencial que grita y ofende
innecesariamente a los organizadores de una marcha que muestra que las
libertades públicas están vigentes y que la gente dirá si va a ellas o se queda
en casa viendo un partido de futbol.
Y es que falta, repito, canales
de comunicación para negociar lo que se tenga que negociar en el legislativo en
beneficio de lo que las partes dicen defender para el pueblo de México.
No obstante, el próximo domingo está
llamado a ser un termómetro, uno más, de lo que piensa un sector muy activo de
la sociedad con o sin partido, consciente o inconscientemente, de los alcances
de la reforma electoral en ciernes.
Ya escucho desde el domingo a los
detractores de uno y otro signo, ya leo los grandes titulares de lunes en la
prensa exaltando con imágenes vívidas la “gran” participación mientras los de enfrente
seguirán con la retahíla de descalificaciones que no parece tener límite en la boca
del presidente López Obrador.
Y el martes, y el miércoles y
toda la semana siguiente, seguirá la confrontación hasta el infinito porque
estamos en medio de un desierto donde sólo parecería existir agua para uno de
los bloques políticos.
Lo que es el fiel reflejo de la
crisis por la que atraviesa nuestra democracia representativa que camina
mientras por delante estallan los puentes de entendimiento.
Entonces, pareciera aquel dilema
que escuchábamos en los ya lejanos años setenta cuando se discernía en clave de
horizonte entre: civilización y barbarie o mejor democracia o barbarie.
Y cómo ya sabemos se resolvió el
dilema transitando por las avenidas de la liberalización política que sentó las
bases de la democratización para un sistema efectivo de partidos y una
verdadera distribución paulatina del poder político.
Sin embargo, aquel dilema, no es
el de hoy, porque la transición a la democracia vía elecciones que explica la
residencia de López Obrador en Palacio Nacional y que él sea dueño y señor del
micrófono del poder presidencial está en peligro y la posibilidad de la reconversión
de un poder representativo en un maximato.
O sea, el dilema sería democracia
plena o partido de Estado, que significaría una regresión autoritaria con el
agravante militarista y un crimen organizado cada día más poderoso.
De ese tamaño es lo que están en
juego en la marcha nacional de este domingo que el presidente cuestiona su
legitimidad de la manera más prosaica que puede venir de un presidente en
funciones.
Y no porque asuste las descalificaciones
y groserías del presidente, sino porque con ellas dinamita las posibilidades de
entendimiento en la diferencia y eso, parece una fuga hacia adelante, tumbando
todo lo que está a su paso sin considerar que el poder se debilita y nos
recuerda, que, en política, no hay vacíos, y cuando se crean, inmediatamente se
ocupan.
En una sociedad confrontada como
la nuestra los vacíos están a la vista sea a través de ceder espacios de poder o
tolerar la intervención del crimen organizado en los comicios federales y locales.
La experiencia cada vez es más
vasta y es el riesgo, que cierne sobre las elecciones locales de 2023, y las
concurrentes y presidenciales de 2024.
Hay un dicho entre políticos que
reza que: “cuando veas a tu adversario hacer tonterías no lo distraigas, que
las siga haciendo ya que al final terminaras beneficiándote”, bueno, esta
máxima seguramente la está leyendo en clave de oportunidad el llamado poder
paralelo, el de las sombras.
Sabe que la batida que sostiene
el presidente con la oposición lo distrae de lo principal y eso, es bueno. para
su poder que sigue capturando políticos y territorios.
Incluso, hoy la gente también
está distraída con está marcha y la que vendrá la siguiente semana, o dentro de
un mes, no se habla de otra cosa, cómo nunca, hay distractores en la vida
pública y la confrontación llega hasta el ámbito familiar.
No hay tiempo para entrar al
fondo en lo importante, andamos como sociedad dispersos y por las ramas sin
considerar que con ello minamos lo políticamente construido y aquello, que nos
da cohesión social, para enfrentar lo cotidiano, con su carga de violencia, en
sus diversas manifestaciones.
En definitiva, la marcha de este
domingo, hay que verla, como un ejercicio de las libertades públicas y,
recordar, que la movilización no es patrimonio de Andrés Manuel sino de todos
los mexicanos. Y más, cuando se busca conservar la independencia de algo que
funciona y tan funciona que López Obrador despacha en Palacio Nacional y la
oposición está en la calle, buscando conservar la institución que garantiza el
juego del poder democrático. Las alternancias en la conducción de los gobiernos
constitucionales. Qué así sea y disminuya el enojo del señor presidente.
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