LA KAKISTOCRACIA Y EL CASH
LA KAKISTOCRACIA Y EL CASH
Ernesto Hernández
Norzagaray
Hay quienes todavía a estas
alturas de la vida creen que hay corrupción buena y corrupción mala; corrupción
franciscana y corrupción malévola; corruptos buenos y corruptos malos bajo el
principio maquiavélico de que el fin justifica los medios.
Atrás, de ese mundo binario tan
simple, no hay otra cosa que oportunismo, antes que un talante democrático.
Me explico, en democracia, aun en
las “defectuosas” (Pulhe) como la nuestra, lo que manda es el arreglo
institucional existente en lo básico que consiste en el respeto a la ley que
hemos alcanzado a través de los acuerdos políticos en el Poder legislativo.
Y si ese es el principio básico,
el equilibrio, de una sociedad, como la nuestra, no puede haber delincuentes de
primera y segunda fila, hay delincuentes simple y llanamente.
A unos y otros, se le debe medir
con la misma vara, hacer lo contrario, tendría como propósito cualquier cosa
menos el democrático.
Y es que en ocasiones en el
periodismo -pero, también, los académicos que opinamos sobre lo público- se
olvida de ese básico por la vorágine del día a día.
Del escándalo del día.
La gente entonces se posiciona
con su propio sistema de valores y, frecuentemente, con sus filias y fobias,
olvidándose de que estar en medios de comunicación reclama un mínimo de
objetividad y sobre todo una defensa de lo básico para seguir opinando en
libertad.
Esta semana apareció en librerías
y circuló profusamente en redes sociales el libro testimonial: El Rey del Cash
de la periodista -y es relevante destacar que es periodista- Esther Chávez, donde
da cuenta de una red de corrupción en las esferas de los gobiernos del PRD
destinada al financiamiento de la actividad política de López Obrador antes y
durante las campañas electorales de 2006 y 2012 incluso el 2018.
El financiamiento ilegal es muy
habitual en los sistemas de partido de las democracias contemporáneas, y la
lucha de las instituciones democráticas por meterlos en cintura para garantizar
la equidad en las competencias por los votos, pero, en el caso mexicano, tendría
la singularidad de que no es el financiamiento por debajo de la mesa a un
partido político, sino, a un político en campaña permanente utilizando
presuntamente dinero público convertido en efectivo.
Claro, el señalado rápidamente ha
salido a decir la retahíla gritona de ¡Pruebas, Pruebas! y si, obliga a
pruebas, pero una testimonial -que me corrijan los abogados- está construida
con indicios que se ponen en mano de la opinión pública y es la autoridad
judicial, en democracia, la que debe a partir del testimonio indagar los
delitos que pudieran haberse cometido.
Imaginemos, un ejemplo, que alguien
comete el robo de un vehículo y su propietario lleva el caso ante la autoridad
judicial y le pedirán información sobre ese bien patrimonial para iniciar la investigación.
Esa
Bueno, pues aquí es el caso, la
periodista, da un testimonio de lo que vio a lo largo de más de una década y
aunque dice, que su objetivo, no es judicializar la denuncia escrita, lo
correcto en una democracia, incluso, siendo defectuosa, que el Poder judicial
se interese en el asunto y, más, cuando se involucra directamente al presidente
en funciones y a altos funcionarios de su gobierno en actos de corrupción
política.
Es mucho, lo que está en juego,
porque no sólo es Andrés Manuel, sino la investidura presidencial, como antes se
dijo por lo que hicieron, por cierto, sin resultados, de Salinas a Peña Nieto.
Pero el mismo presidente lo
minimiza importándole poco el daño que pueda ocasionarle a él y su investidura.
Y, cuando él asume esta postura
inmediatamente el concierto de sus incondicionales hace lo mismo y busca
asesinar mediáticamente a la mensajera y los enemigos del presidente buscan obtener
beneficios inmediatos. Entonces, llegamos a un impasse, donde todo se estaciona
y solo queda ruido mediático.
Perdiendo la democracia.
Y, también como es costumbre en
la grilla mexicana, al golpe mediático le sigue el contragolpe del contrario,
pero este es un tanto difuso porque al final de cuentas no es la voz de un
grupo poderoso sino la de una periodista “conservadora” que no sólo narra su
experiencia directa sino, como lo ha dicho, lo reporteo para tener más redondo
el círculo.
Lo grave de todo esto es que en
la semana coincidieron dos temas que destrozaron la narrativa oficialista y
estos son el llamado guacamayaleaks que, cómo se ha hecho público, los
hackers se metieron a las entrañas de la secretaria de la Defensa Nacional y
extrajeron millones de documentos con fines de distribución en medios de
comunicación muy influyentes de dentro y fuera del país; y el otro, es el libro
mencionado que pone en entredicho la máxima obradorista de “no mentir, no
robar, no traicionar”.
Hoy el gobierno está pasmado y no
tiene un nuevo relato, sus distractores más habituales, son rápidamente
aplastados por los hallazgos que está provocando la exploración de ese mundo de
documentos que dejaron de estar en reserva.
Incluso, las conferencias
mañaneras del presidente han venido a menos porque todos los días los periodistas
ponen sobre la mesa el hallazgo en guacamayaleaks y eso saca de control
al presidente que es incapaz de lidiar con las preguntas incisivas.
Y eso va a seguir hasta llegado
un punto en que vendrá naturalmente el declive y ya veremos si algo ayudó la
estrategia de control de daños o mejor, que tan capaces fueron las
instituciones de la democracia para hacer del escándalo político una
oportunidad para fortalecerse.
No, como muchos se preguntan: ¿cómo
queda el grupo gobernante en las encuestas de percepción?
Y, ahí está otro tema, ¿quién
aprovecha estos golpes durísimos al presidente, a los presidenciables de Morena
y al mismo partido Morena?
No se ve, por ningún lado, al
partido o grupo político que cosecha con perspectiva de futuro electoral.
La oposición no sale todavía del
trauma de la traición de Alejandro “Alito” Moreno y las de muchos de sus
legisladores que se vendieron o convenencieramente votaron a favor de extender
la permanencia del ejército en las calles.
Lo mejor está en expresiones de
la sociedad civil y los medios de comunicación independientes que están
haciendo un gran trabajo de sensibilización de los rasgos de este gobierno y
las amenazas que están a la vuelta de la esquina para nuestra democracia y
evitar lo que el politólogo Michelangelo Bovero alertaba como kakistocracia,
es decir, el gobierno de los malos.
Y en ese proceso regresivo nos
faltan demócratas para evitar a quienes desde sus ópticas cargadas de
animadversión y sin brújula, u oportunismo, terminan viendo como en la época de
Chucho El Roto a delincuentes buenos y delincuentes malos.
No a delincuentes, simple y llanamente.
Y una sola ley.
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