DEMOCRACIA, EN LOS BUEYES DE MI COMPADRE
DEMOCRACIA, EN LOS BUEYES DE MI COMPADRE
Ernesto Hernández
Norzagaray
¡Hágase justicia en los bueyes de
mi compadre!, perfectamente podría ser la frase resultante si cruzamos lo que el
gobernador exige a la UAS y lo que anima en Morena en el momento de elegir
dirigencia estatal.
Me explico.
En la última conferencia semanera
el gobernador volvió sobre la UAS, sobre el PAS y la UAS, sobre la democracia
en la UAS.
Dijo palabras más, palabras menos,
que cuando presidió la Comisión de Educación en el Senado de la República se discutió
la nueva Ley de Educación Superior y él apostó por ampliar la participación de
los universitarios, esto es, que si bien los Consejos Universitarios existen y
seguirán existiendo en las instituciones de educación superior los consejeros
deben consultar siempre a las bases universitarias para evitar que las
decisiones se tomen en la cúpula de estas instituciones.
Ningún demócrata podría estar en
contra de este principio general para que haya un hilo conductor entre la
representación y las bases de manera que haya un juego virtuoso y una retroalimentación
permanente.
Es más, podríamos reconocer que
es la democracia perfecta y que es el lubricante ideal para que las
instituciones funcionen y la representación este legitimada.
Pero, hay malas noticias, ese
ideal democrático no se cumple pues frecuentemente una vez alcanzada la
representación esta alcanza un grado de autonomía y toma decisiones -buenas y
malas- en nombre de las mayorías.
Y es ahí, donde se tuerce el rabo
democrático, lo acabamos de ver en la elección de los delegados de Morena al
Congreso Nacional.
Se llamó a votar en forma abierta
a todo aquel que deseara con el fin de legitimar la elección con la
participación amplia del “pueblo” y en realidad, movilizó a los grupos de
interés en ese partido, es decir, al gobernador, los alcaldes, los diputados y las
cabezas de grupos en esta mezcolanza llamada Morena incluso participaron
miembros y simpatizantes de otros partidos entre ellos los del PRI y el PAS.
Solo que una vez hecha la
elección inmediatamente se depuro el resultado eliminando a los catorce delegados
electos provenientes del PAS con el argumento de que era otro partido o sea no eran
“pueblo” y eso, de acuerdo con el relato oficial, era inadmisible: Morena es de
los morenistas o mejor de sus elites, aquellos que se movilizaron para tener su
cuota de delegados, su cuota de poder e influencia.
Ya depurados los 70 cargos
electos inmediatamente estarían en la lógica del gobernador llamados a volver al
“pueblo” para conocer su postura ante los nombramientos inminentes para formar
el Consejo Directivo Estatal de Morena, pero, resulta, que este partido no
tiene un padrón de afiliados o si lo tiene brilló por su ausencia. Lo ganado,
ganado estaba. La representación alcanzada se volvió por obra y magia elitista
o mejor simples mercaderes de votos.
Y con esa representación
convertida en élite vino la parte grotesca. Elegir a la nueva dirigencia
estatal que estaba acéfala desde 2015 cuando, recordemos, en un acto autoritario
de la élite de Morena decidió que los dirigentes de aquel momento eran “malovistas”
y por lo tanto, no eran confiables -¿recuerda usted lector aquel acto donde
AMLO fustigó a la militancia y luego vinieron las renuncias de cuadros tan
legitimados como Jaime Palacios, quien se desempeñaba como dirigente estatal de
Morena?
Bien, el problema democrático, es
que los recién electos, no fueron a las bases como lo pide el gobernador a la UAS
y como lo indicaría el manual del buen demócrata, sino se fueron a una
encerrona donde no se permitió prensa incluso a los delegados se les pidió que
dejaran sus celulares para que no hubiera registro de lo que ahí habría de
ocurrir que no era precisamente muy transparente y democrático.
No era poca cosa, se iba a elegir
en caliente, a la dirigencia estatal sin que previamente se hubieran conocidos
a los candidatos y las opciones por las cuales podían votar los consejeros, lo
que trascendió fue que ya había una lista cerrada que encabezaba Merary
Villegas – la todavía diputada que en la anterior legislatura federal fue
señalada como una de las más faltista a las sesiones ordinarias y extraordinarias
de la Cámara de Diputados- y los consejeros, algunos tan exigentes no hicieron
mutis y actuaron conforme sus intereses, votando a favor lo que se les había mandado
planchado, nunca se les ocurrió, ir a pedir opinión a las bases sobre como
votar en algo tan importante para el partido.
Y venía aquello tan planchado que
rápidamente se veía quienes serán los dueños de Morena en los próximos tres años:
Merary Villegas, presidenta del CDE, a
la que se le asocia con el grupo de Luis Guillermo “Químico” Benítez, alcalde
de Mazatlán, aunque en realidad debe tener un buen padrino en la Ciudad de
México que algunos dicen es el propio presidente López Obrador ¿será?, luego
viene Minerva Vázquez, presidenta del Consejo Estatal, posición de la senadora Imelda
Castro pieza de la tribu de René Bejarano, el “señor de las ligas” y Manuel “Meny”
Guerrero, secretario general que responde a los intereses del gobernador. Hasta
el tercer lugar el gobernador, algo inédito, que uno no sea el patriarca de su
partido en el estado y como bien, lo recuerda Alejandro Sicairos, se concretó apechugar
con una frase sobre Merary: “tiene méritos”.
Entonces, volviendo a los “bueyes
de mi compadre”, está claro, que cuando se pide democracia plena en las
universidades públicas es sobre un cálculo político, es decir, si no tengo la
mayoría del Consejo Universitario para obtener lo que quiero aplicó la máxima
de que esa representación es insuficiente y le exijo, a los consejeros, que consulten
a las bases en cada una de las unidades académicas lo que evidentemente choca
con lo que acabamos de ver en la elección de la dirigencia estatal de Morena
donde ipso facto a los delegados se les convirtió en una suerte de elite
al servicio de los tres dueños de Morena.
En definitiva, en Sinaloa y quizá
en el resto del país, el discurso democrático se ha vuelto en un instrumento
maniqueo para fustigar a los adversarios y justificar aquello que favorece un
ejercicio del poder del nuevo autoritarismo.
¡Que se haga, pues, justicia en
los bueyes de mi compadre!
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