CRÓNICA DE UN RITUAL ROSALINO
CRÓNICA DE UN RITUAL ROSALINO
Los informes de gobierno son
ejercicio de poder, rendición de cuentas y ritualización de la política. Punto
de encuentro y diálogo. Y el escenario, en esta ocasión, era inmejorable para
una sesión solemne del Consejo Universitario: un auditorio moderno con
tecnologías 3D, amplios espacios, un aire acondicionado a punto ideal para contrarrestar
la corte de trajes sastre negro, unos 1 500 asientos confortables, grandes blasones
con los colores oficiales azul y oro, un águila estilizada y un perfil de
Eustaquio Buelna con su imperturbable piocha decimonónica y una mirada al
futuro, además, no podían faltar los honores a la bandera y el canto del himno
nacional con un barítono excelente y, fue, cuando extrañe el himno oficial de
Sinaloa del compositor y amigo Faustino López Osuna.
Un escenario sobrio y una mesa larga
donde solo había lugar para cuatro asientos, cuatro personajes, que simbolizaban
la representación de los poderes públicos en esta ocasión: el rector y el secretario
general y presidente del Consejo Universitario, el gobernador del estado y la bella
funcionaria de la SEP. Abajo, estaban estoicos, los representantes del Poder Judicial
y Legislativo. Todos con sus mejores galas. Ante una audiencia bulliciosa y
olorosa que estaba ahí para ser parte de ese libro cultural que cumple este año
149 capítulos.
No había que sacrificar nada,
echar la casa por la ventana y el tiempo transcurría lentamente como lo
reclamaba la ceremonia. Ni siquiera se ahorró la innecesaria mención de la
larga, larguísima, lista de invitados especiales con sus reverencias y saludos con
mano alzada.
Y es que estas ceremonias, hechas
a imagen del informante, dejaron de ser lo que fueron hace unas décadas cuando
estaban los rituales cargados de íconos, símbolos, relatos de un devenir que nunca
terminaría de llegar y que algunos hoy, los nostálgicos, ven el asalto al
Palacio de Invierno con la llegada al poder de López Obrador.
No, lo de hoy, en nuestra máxima
casa de estudios, es una historia más afortunada pero no por ello menos
cortesana. Una historia edificante con miras al futuro aun en la adversidad que
representan las olas de la pandemia de Covid-19. Y es que vaya, el esfuerzo
mayúsculo, hecho en condiciones adversas. Hubo que abandonar las instalaciones y
dejarlas a su suerte. A la apuesta de que en algún momento habría una nueva
oportunidad para encender los motores universitarios y que tuvo un costo en
vidas de más de 300 universitarios a los cuáles, por cierto, no se les mencionó
como parte del balance trágico de aquellos días infames.
Los logros fue lo más interesante
del primer informe que rindió el rector ante el pleno del Consejo Universitario
y destaco uno: la participación de 25 mil universitarios en las campañas de
vacunación y contra el virus Covid-19, por aquello del reclamo desinformado que
AMLO le hizo a las autoridades de la UNAM.
El Dr. Jesús Madueña con firmeza
y claridad, hizo el recuento detallado de los daños y explicó la estrategia puesta
en operación para llegar al día de este informe con la institución funcionando
a pesar de los nubarrones pandémicos que reaparecen amenazando nuevamente al
estado, el país, el mundo, como también los apoyos recibidos del gobierno local
y federal.
El resto es el porvenir, lo
desconocido e incierto. Que no lo es tanto, cuando hay optimismo y ganas de
hacer las cosas, entre ellas, aquella que comprometió ante la representante de
la SEP de que este año saldrían bien gracias a una política de austeridad para
cumplir con sus obligaciones institucionales.
No obstante, estaba el júbilo de
la audiencia, dominada por los llamados poderes reales del estado. La llamada
clase política que en algunos casos curiosos renovaban el ritual extraño de
estrechar la mano como sellando una complicidad, el abrazo con fingida amistad,
para volver a estrechar la diestra, mientras iba la palma de la mano sobre el
pecho y ofrecer una reverencia medieval. Vaya, pensé para mis adentros, los
rituales, los rituales insulsos, de nuestros políticos. Insumo para la parodia
de la carpa y el chascarrillo benevolente.
No podía faltar, ¿cómo?, en esta
atmosfera de rituales, la sombra aquella de “que el gobernador Rocha Moya va
por la UAS” y la trajo a colación, el propio gobernador. Reduciéndola a un
asunto de “politólogos y analistas”, aseveró no hay tal, “estoy ocupado” en la
atención de los problemas del estado y respeta y quiere mucho a la institución
rosalina.
Y cierto, más de alguno, estará todavía
desconcertado por la separación de Héctor Melesio Cuén Ojeda del cargo de secretario
de Salud y, más con los reencuentros públicos de ambos personajes sonrientes en
la rotonda de las personas ilustres, la inauguración de un restaurante de la
familia Cuén en Mazatlán y un desayuno esa misma mañana en el restaurante la
Casa de María.
Pero el énfasis puesto es la nota
periodística. No era el rector, era Cuén, que “veo te quieren mucho”, le dijo,
y es que este, cuando fue mencionado entre los rectores que estaban en el
recinto, recibió el aplauso más estruendoso y largo de la sesión. Más claro, ni
el agua. Fue una muestra gozosa de ese peso específico y señal que el otro
asumió la despedida y dio vuelta a la hoja.
Luego, hábilmente, el gobernador,
tocó la lira, el discurso de las emociones, mencionando todos los apoyos que ha
brindado y brindará a la institución para que cumpla con sus funciones sustantivas.
Los aplausos en ese momento se hicieron presentes como reconociendo una
hermandad de hierro a prueba de los dichos, conjeturas de “politólogos y
analistas” y lo “circunstancial de la política”. Al tiempo.
Concluyó el evento sin que escucháramos
la sinfónica de la Universidad y luego vendría la salida donde las autoridades
universitarias ofrecieron una buena dotación de canapés, pastelillos y copas con
vino blanco o rosado para el gozo de los presentes.
Un encuentro grato fue con una
mujer joven de barbijo negro que me sacudió: “Doctor, doctor, quería saludarlo
desde el viernes”, no alcanzaba a ver quien estaba detrás de ese cubrebocas y
al ver mi duda arremetió, acaso, ¿no me reconoce? Esboce un no apenado. Se quito el barbijo y me
dijo: Soy Chayito. Vaya, era la figura pública del momento, la alcaldesa interina
de Culiacán.
Una joven dinámica que estudió en
la Facultad de Ciencias Sociales de la UAS y que hoy, luego de la licencia
solicitada por el alcalde electo, por los amarres de la política tiene esa alta
responsabilidad municipal y hay que subrayarlo: Culiacán. Más relajado le
pregunte sobre cómo se sentía en el nuevo cargo y con una sonrisa amplia me respondió:
Es operación, estrategia, atención pública. Ya está aprendiendo del poder, lenguaje
y rituales. Enhorabuena.
No puedo cerrar este texto sin
mencionar al exrector David Moreno con el que conversé y después al salir un
golpe de calor lo derribó. Espero este mejor con su eterna sonrisa.
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