¡LA PATRIA ES PRIMERO!
¡LA PATRIA ES PRIMERO!
El debate y la votación sobre la
reforma eléctrica ha dejado exhibidos los destellos de un debate racional que
no fue por las constantes referencias emocionales a la patria, al honor, la
traición; a los íconos del nacionalismo en la figura de los priistas Cárdenas y
López Mateos, a la historia nacional buena y mala.
Quienes impidieron la mayoría
calificada requerida para que fuera una ley constitucional le han dado la
vuelta al asunto y, aun con los epítetos hirientes encima, van henchidos de
orgullo unitario a lo siguiente que les permita mantener la unidad de frente a
los procesos electorales que se celebraran este año y los siguientes.
Mientras los que perdieron la
votación aun teniendo más del 50 por ciento de los votos de la Cámara de Diputados
están molestos e impotentes para dar vuelta a la hoja de la derrota o visto en
clave de estrategia partidaria van a la siguiente, “ganar” la calle porque si
se gana la calle, se gana todo, recomendaría el libro rojo de Mao.
Y es que no conciben que siendo
una mayoría absoluta cómoda no puedan hacer lo que quisieran porque el diseño
institucional estuvo pensado para que en los casos de reformas constitucionales
ningún partido pueda tener todos los votos necesarios y, por ende, este
obligado a pactar para generar esa mayoría.
Entonces, como resulta
inaceptable la derrota, Mario Delgado y Citlalli Hernández, dirigentes
nacionales de Morena, en un acto riesgoso políticamente, llaman a militantes y simpatizantes,
a que en los 300 distritos electorales federales lleven a cabo campañas de
exhibición de los “traidores” del PRI, PAN, PRD y MC.
Acaso ¿han calculado que la
reacción será a favor de la marca de los promotores o está solo destinada a movilizar
a los suyos especialmente en los estados donde se celebraran elecciones de aquí
al 2024?
Acaso ¿la mayoría del país estaba
por la reforma eléctrica del presidente López Obrador y, por lo tanto, fueron
traicionados por sus representantes populares?
Acaso ¿no es un acto de
arrogancia o desvarío estratégico estar razonando la vida pública en clave de
uniformidad, cuando está visto que México desde hace tiempo es una sociedad
diversa? y eso, los liderazgos y partidos democráticos lo saben y deben hacer
lo que se tiene que hacer para que siga siendo la ruta de convivencia social y
política.
¿O es qué no dejó ninguna lectura
la escasa asistencia a las urnas durante la consulta contra los expresidentes, la
revocación de mandato o la caída de los votos federales en 2021?
Esta bien se busca convertir la
derrota legislativa en una oportunidad para ampliar su base social de apoyo, intimidar
a los opositores, tenerlos distraídos con la campaña en su contra y disminuir
los efectos de las campañas de la coalición ¡Va por México!
Pero vuelvo a la pregunta ¿lograra
esta campaña agresiva permear más allá de lo movilizado en la consulta de
revocación de mandato? ¿No hay en ello una fuerte dosis de arrogancia cuando están
hablando por todos, qué si saben lo que necesita México y, peor, que como lo
saben, tienen una suerte de superioridad moral sobre los “traidores a la
patria”?
¿Qué es lo que busca este nuevo
ejercicio de polarización con grandes problemas que reclaman atención urgente?
Esta estrategia de ganar la calle
es entendible para cohesionar a sus militantes y simpatizantes incluso si se
busca irradiar la molestia hacia un sector mayor para obtener ventajas
electorales en los próximos comicios, pero esta diversidad no va a cambiar mucho
y hasta podría aumentar calentado la atmosfera.
Hay que darle vuelta a la hoja y
verlo en clave democrática, las derrotas no son para siempre, la política es de
triunfos y derrotas parciales porque el que gana no gana todo pues siempre
habrá oposición.
Y está vez, como en el pasado
Morena, la oposición hizo su trabajo y dio argumentos de fondo que era
imposible procesarlos en una atmosfera tan cargada de odio, calificativos,
denuestos.
Actúan cómo si para Morena fuera
la última batalla por México y no se observará el devenir que se percibe
nublado, muy nublado, como en otro momento y circunstancia lo vio venir Octavio
Paz.
Hay que leer el silencio de unos
ciudadanos que en 2021 le quitaron a Morena la mayoría de los votos que tuvo en
2018 y es que el electorado promedio es moderado e irremediablemente crítico.
No le gusta el radicalismo de cualquier signo político va al centro, al punto
de equilibrio, lo que trasmita un mínimo de seguridad y estabilidad.
Y ahora Morena, está
radicalizándose y radicalizando a los suyos que no son todos, aun cuando sean
los más emocionales, sino una parte del electorado. Ochenta millones de
mexicanos con credencial de elector no fueron a la urna revocatoria pese a que el
presidente López Obrador, los secretarios, gobernadores y alcaldes de Morena promovieron
ilegalmente la participación y eso pareciera que no ha sido materia de análisis
para moderar el discurso y la estrategia.
Insisto ¿se}rá el fervor patrio o
que están viendo tendencias involutivas del tsunami obradorista en los
resultados electorales de 2021, la consulta para juzgar a los expresidentes o
en la revocación de mandato? que los lleva a una suerte de fuga hacia adelante
y a pensar como en el karate, que la mejor defensa es el ataque.
Los dirigentes de la oposición
han de estar sobándose las manos en clave de aquella máxima política de que
“cuando veas a tu enemigo hacer tonterías, déjalo, no lo interrumpas” pues al
final podría convertirse en un bumerán.
El problema de esta sobrecarga de
tensión en la atmosfera tiene o tendrá consecuencias más allá del terreno de
los votos pasados, presentes y futuros pues podría proyectar la idea que están
dejando de funcionar las instituciones para procesar los conflictos políticos o
que las decisiones son producto más del arrebato emocional que de una
estrategia de gobierno que siente las bases de la tan llevada y traída 4T, y
eso aumenta la matriz riesgo país.
Por ejemplo, el litio como recurso
del subsuelo nacional está claro en el artículo 27 constitucional que establece
que es un bien de la nación y eso no ha impedido otorgar concesiones a
particulares en la explotación, distribución y comercialización y eso no va a
cambiar porque la renacionalización no tiene efectos retroactivos.
Por eso, el presidente López
Obrador ha dicho que revisaran esos contratos y solo en aquellos que haya
irregularidades podrían ser cancelados ni por asomo se habla de nacionalización
que sería otra decisión.
O sea, en materia de litio, no va
a haber cambios ni en la propiedad, que sigue siendo de la nación, pero igual
en la explotación, distribución y comercialización.
Quizá a lo sumo, que se
constituya una empresa del gobierno para la explotación del recurso, una suerte
de Litiomex que reclamará fuertes inversiones en tecnología y cuando eso suceda,
tendrá que competir con las otras empresas, como sucede con las gasolinas.
Salvo que de última hora el
presidente de un manotazo sobre el escritorio y decida cancelar los contratos y
nos veríamos al día siguiente con un alud de amparos y demandas.
En definitiva, es comprensible la
utilización de las emociones patrias para mantener la cohesión del sector más
radical en Morena y sus aliados (¿los verdes ganando la calle?) pero, es una
apuesta que igual puede tener el efecto contrario porque México, no está para
sobrecalentarlo más de lo que está con los problemas irresueltos y menos para
atender los que están por expandirse producto de la globalización.
Al tiempo.
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