La izquierda populista versus izquierda democrática
LA IZQUIERDA POPULISTA VERSUS LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA
La izquierda partidaria nunca ha sido un todo homogéneo. Desde sus orígenes en el siglo XIX rápidamente aparecieron dos grandes horizontes políticos gracias a la labor teórica de Carlos Marx y Mijaíl Bakunin que se traducirían en las siguientes décadas en sendas propuestas comunistas: el marxismo y el anarquismo, que dejaban atrás el llamado socialismo utópico.
Y antes de finalizar ese siglo dentro del marxismo se fueron decantando dos grandes corrientes en el movimiento obrero internacional: el leninismo y la socialdemocracia.
El leninismo formula una idea del partido revolucionario que triunfa en Rusia y tiene una influencia decisiva en la historia política del siglo XX como la antítesis de los llamados partidos del capitalismo que, específicamente, en el país de los zares, se dividió entre bolcheviques y mencheviques.
Pero no sólo eso, tras la derrota de los mencheviques y luego de la conformación de la llamada “patria del socialismo” bien recibida por la izquierda mundial trajo consigo las rupturas para empezar en la propia Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) con la crisis en el partido comunista ruso tras la muerte de Lenin en enero de 1924 y la llegada al poder de José Stalin.
La llamada Oposición de Izquierda fue perseguida, deportada, encarcelada, asesinada y su líder León Trotsky, el dirigente del ejército rojo, fue asesinado por el comunista catalán Ramón Mercader el 21 de agosto de 1940 en su bunker de Coyoacán en la Ciudad de México.
No paró ahí, vendrían otros cismas en el movimiento comunista internacional, con la ruptura de los dirigentes comunistas chinos quienes acusaron de revisionista a Nikita Jrushchov, cuando este impulsó el proceso de desestalinización en la URSS dando lugar al maoísmo y en esa línea, el titoísmo yugoslavo, y luego el llamado eurocomunismo, y más adelante una variedad de ismos que fueron tomando distancia paulatina de la “patria del socialismo”.
En tanto, la socialdemocracia, que había sido impulsada a finales del siglo XIX por el alemán Eduard Bernstein en su libro Socialismo democrático y más tarde, por el checo Karl Kautsky, que escribió un libro clásico: Marxismo y bolchevismo: democracia y dictadura, planteando la diferencia sustantiva entre comunismo y socialdemocracia que dio paso al llamado “Socialismo con cara humana” que floreció en instituciones sólidas en muchos
países de Europa con un Estado social pero también fue fuente de inspiración para la formación de partidos políticos en América latina.
Viene a cuento, este breve ejercicio de memoria, para a dar perspectiva a la disputa en la izquierda mexicana que tiene como hegemónica la deriva populista en la figura totémica de López Obrador y, con este matiz ideológico, quiero, decir, que no es el eje del viejo comunismo sino al ancla política del nacionalismo revolucionario que resurgió con la llegada del neoliberalismo en 1982 y cobró nuevo aliento, con la creación electoral del Frente Democrático Nacional (FDN) que participaría en los comicios fraudulentos de 1988 y la constitución del PRD en 1989.
Así, como sucedió durante el cardenismo con la política comunista de “unidad a toda costa”, la formación del PRD permitió la agregación de la mayoría de los ismos de la izquierda generando un amasijo de posturas ideológicas e intereses.
Incluso en algunos casos llegó a ser contrastante e inconcebible en los tiempos del priismo hegemónico por las constantes luchas ideológicas para ver qué organización era más de izquierda y que llevaron a la idea de que la izquierda estaba condenada a dividirse siempre.
Accedieron así los militantes del PCM y los ex priistas; los maoístas y los ex panistas; la llamada izquierda revolucionaria y experredistas; exguerrilleros y evangélicos…y también empresarios conviviendo con obreros y campesinos; profesionistas con trabajadores informales, militares con políticos profesionales.
Y podríamos ampliar la lista de un giro hacia el centro en el obradorismo que fue decantándose en una política de un solo hombre, una sola narrativa y abiertamente en contra de las instituciones autónomas que son producto de los pactos donde participó el PRD.
Con ese proceso no siempre terso, el país caminaba hacia la institucionalización política con su sistema pesos y contrapesos, que se enriquecía con una nueva distribución del poder en el ámbito federal y estatal.
Ningún partido hasta el día de hoy tiene todo el poder porque el propio diseño institucional no lo permite. Y eso abre el espacio para la negociación y el acuerdo en la representación política, aunque también, para el bloqueo de iniciativas no consensuadas como sucede con las reformas eléctrica y electoral.
Quizá por eso, la postura de López Obrador, secundada por su partido, camina como bien lo dice Porfirio Muñoz Ledo, en sentido regresivo buscando la hegemonía que tenía el PRI todavía en los pasados años setenta solo que un contexto muy diferente, el de los nuevos pesos y contrapesos.
Andrés Manuel, busca el contrasentido de crear una institucionalidad a su imagen y semejanza es por eso la operación en la consulta de revocación de mandato se celebró al viejo estilo priista de Estado. Las instituciones hasta donde se pudo ver se pusieron al servicio de la revocación con resultados magros y un escaso 18 por ciento del total de una lista nominal que supera los 92 millones de mexicanos.
Secretarios, gobernadores, alcaldes, regidores y síndicos, senadores y diputados federales y locales, y los dirigentes de Morena y aliados hicieron la operación para que el presidente fuera ratificado en el cargo -que dicho de paso eso no estaba en juego porque la ley aprobada en 2019 no tiene efectos retroactivos y más parecía un ejercicio para ver cómo estaba su músculo electoral y hasta donde, pueden lograr movilizar el caudal de votantes de 2018 y las cifras preliminares no son alentadoras.
Y una cosa está clara nuestro presidente está en una fuga hacia adelante y ya veremos como juegan los pesos y contrapesos para salvaguardar las instituciones hoy amenazadas.
Volviendo al título de este artículo, el giro populista de una parte de aquella izquierda que en 1988 planteaba la construcción de instituciones democráticas y hacer el suelo más parejo en la competencia electoral para generar una nueva distribución del poder hoy es rehén de una suerte de esquizofrenia política que habrá de tener su costo para la vida pública.
Cómo antes sucedió en la lucha contra los grupos conservadores en clave democrática hoy se hace en perspectiva del líder todopoderoso que encarna la nación y así vimos como viejos demócratas le entraron alegres a la violación de la ley de consulta revocatoria y al “acarreo patriótico” y hoy acusan de “traición a la patria”.
En definitiva, ante estos hechos regresivos, conviene revisar la contribución de la izquierda democrática que ha hecho al país y que alguna vez estuvo en las argollas programáticas PCM-PSUM-PMS-PRD y hoy se expresa partidariamente en forma dispersa y en los medios de comunicación desde donde combate en el terreno de las ideas a la izquierda populista que es hegemónica en Morena, franjas de la ciudadanía y medios de comunicación. Es decir, no cabe todo, en el jarrón del populismo de izquierda.
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