JORGE SEMPRUN Y ALMUDENA GRANDES
JORGE SEMPRUN Y ALMUDENA GRANDES
Jorge y Almudena, son dos escritores
enormes de la literatura española contemporánea, a los que tuve la fortuna de encontrarlos
en las librerías madrileñas y que lamentablemente han muerto en menos de diez
años dejando desolados a sus lectores, pero, con la gloria, de que sus libros
se seguirán leyendo.
Aunque ellos no son de la misma
generación, los une en alguna forma lo que hoy llaman la épica de los vencidos sea
como testimonio o como investigación -está, también, la obra de la escritora catalana
Esther Tusquets, quien escribió un libro testimonial y exquisitamente escrito que
me sacudió desde el título: Habíamos ganado la guerra y, que lo leí, de un
tirón, en una biblioteca pública de Salamanca.
Jorge Semprún, es un sobreviviente
de los campos de concentración alemanes, fue a parar por comunista a ese
infierno con escasos 20 años durante los años de la invasión alemana en Francia
y, salió de ahí maltrecho, en 1945, con 22 años, y lo acompañaron para siempre los
recuerdos duros de lo visto y sufrido en el campo de Buchenwald.
Y, quizá, siguiendo una recomendación psicoanalista
se dio a la tarea de “vomitar” lo vivido en aquellas galeras del terror por lo
que su primera novela lleva por título: La escritura o la vida (Tusquets),
donde, Semprún, hace un ejercicio de expiación, que le permite recobrar su vida
aunque mantiene por muchos años más su militancia comunista y, prueba de ello,
es que realiza una labor política silenciosa durante años en la España
franquista que fue documentado por Felipe Nieto, su biógrafo en el libro “La
aventura comunista de Jorge Semprún” (Tusquets).
Luego vendría su ruptura con el
comunismo de Santiago Carrillo y su adscripción a la socialdemocracia, llegando
a ser Ministro de Cultura, durante el largo periodo de gobierno de Felipe González,
pero, su vida estaba en Francia y vuelve a Paris, donde vive hasta su muerte en
2011 y antes recibe la Orden de Honor de la Legión Francesa, por su labor
incansable a favor de la construcción europea.
Dejó tras de sí una vasta obra
teatral, literaria y política bajo el género testimonial y lo recuerda cuando
recibe el Premio de la Paz en 1994: “No era imposible escribir: habría sido imposible sobrevivir a
la escritura. (…) Tenía que elegir entre la escritura y la vida, y opté por la
vida”.
Almudena Grandes, por su parte, nació en Madrid en 1960, en
los años de la dictadura de Francisco Franco, y se hace famosa, por una novela erótica
que según el escritor Benito Taibo durante el homenaje que le rindieron en el
marco de la FIL 2021: “pocas cosas me sonrojan, pero esta novela lo logró”,
pero, sin duda, su mayor obra es lo que se llamó Episodios de una Guerra
Interminable que consta de cinco novelas referidas todas ellas a la Guerra Civil
española, pero, no es una novela más en los anaqueles de las librerías, sino,
una reconstrucción sólida desde los personajes de abajo que jugaron un papel
clave en las luchas contra el fascismo español.
Ahí aparecen personajes legendarios como Jesús Monzón,
Dolores Ibárruri, La Pasionaria, Santiago Carrillo y, muchos otros altos
dirigentes comunistas, entre ellos, Jorge Semprún, mejor conocido en la
clandestinidad como Federico Sánchez.
Y contra la opinión académica de que la “historia siempre la
escriben los vencedores” su apuesta literaria fue invertir esta ecuación a
favor de los vencidos. A los que persiguieron, encarcelaron y asesinaron.
Quizá, ahí, radica el éxito de su narrativa que hoy en España
ha llamado a la reedición luego de que se agotaron los ejemplares de sus obras
y especialmente, cuando se congregaron cientos de figuras del mundo de las artes
y la política de izquierda en el Cementerio Civil de Madrid donde se cantó Noche
de Bodas de Joaquín Sabina y Chavela Vargas y se leyó, el poema de su marido
Luis García Montero: La ausencia es una forma de invierno:
"Como
el cuerpo de un hombre derrotado en la nieve/ con ese mismo invierno que hiela
las canciones/ cuando la tarde cae en la radio de un coche/ como en
los telegramas/ como la voz herida que cruza por la melancolía de las
barcas en tierra/ como las dudas y las certidumbres/ como mi silueta
en la ventana/ así duele la noche/ con ese mismo invierno de cuando
tú me faltas/ con esa misma nieve que me ha dejado blanco/ pues todo
se me olvida si tengo que aprender a recordarte".
Cuando se mueren los autores que te
marcaron, algo muere en cada uno de sus lectores. Bien dijo Sabina en este
entierro: ¡Muera la muerte!
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