TERRORISMO Y MIGRACIÓN INTERNA
TERRORISMO Y MIGRACIÓN INTERNA
El crimen organizado de viejo cuño compartía los valores de
la mafia italiana. El código de honor mafioso recomendaba que la violencia debía ser utilizada, aunque sea
limitadamente, para infundir respeto y nunca contra un miembro de la familia.
Y, cuando, resultaba indispensable el uso de la violencia debía
consultarlo antes en las instancias de decisión y nunca obtener un beneficio
personal. Estas piezas básicas del código mafioso en México se complementaban
con evitar “calentar” las plazas de operación y resolver los problemas entre
organizaciones criminales en silencio, con la mayor discreción posible sin
afectar a la población civil.
Viene a cuento esta reflexión porque el crimen organizado de distinto
signo ya no se rige por esas reglas producto de su empoderamiento en vastas
regiones del país. Lo suyo es que no tiene reglas que seguir. Tiene, eso sí,
interés en expandirse y en tropel avasalla todo lo que esta a su paso. Pueblos,
familias, patrimonios, instituciones, comunidad, vidas.
Quizá, la única diferencia entre las organizaciones criminales, sean los
medios para hacerse de territorios. Mientras unos utilizan la vía directa para
desplazar población otros lo hacen con alta tecnología y terror. Los pueblos de la Tierra Caliente michoacana de
un tiempo acá han sido testigos del uso de drones lanza explosivos contra la
población civil, como mecanismo de expulsión de miles de habitantes de esta
región.
Pero, también, el terror viene envuelto en forma de regalo como acaba de
suceder en un bar de Salamanca, Guanajuato, que al abrirlo estalló y mató al
dueño y al gerente de esa empresa de recreación, además dejó a lesionados, lo
que luego trascendió un asunto de deudas entre particulares.
La primera reacción de los tres niveles de gobierno fue tibia, nada se
dijo de los drones y los miles de desplazados de los pueblos michoacanos. Hay
mayor preocupación por la migración internacional que hoy moviliza a
centroamericanos y caribeños que por la migración interna, la de los desplazados
por la violencia, será que esta es menos mediática.
Así, AMLO, llama a Joe Biden a instrumentar una política de contención
en Centroamérica mediante inversiones públicas. Una estrategia como la
instrumentada por Jimmy Carter en los pasados años setenta que se conoció como “revolución
verde” y que terminó en medio de la guerra civil sin resultados tangibles.
Pero, AMLO, lo que pide a Biden, no lo hace internamente. Los
desplazados por la violencia criminal sabemos que existe en Michoacán,
Guerrero, Sinaloa, y no parece haber una política pública en materia de
seguridad para vastas regiones del país. Esos desplazados son una carga para los
gobiernos municipales incapaces para atenderlos más allá de ofrecer un terreno
para un campamento.
Y ahí, la gente se rasca con lo que puede, se acerca a familiares y
amigos para retomar sus vidas en tanto mejoran las condiciones para volver a sus
comunidades. Y eso, frecuentemente, no ocurre convirtiéndose en pueblos fantasma
o dónde sobreviven viejos y mujeres que se resisten a abandonar sus comunidades,
pero, los más jóvenes, se van a los centros urbanos a buscar trabajo en un
medio sobre demandado.
La migración interna se ha visto reforzada con prácticas de terrorismo.
Se habla de decenas de miles de desplazados. Y a la vista no hay una política
pública para atenderlos para que esta gente rehaga sus vidas con mínimos de
dignidad en un medio frecuentemente hostil. Será que los desplazamientos
internos no dejan un beneficio político como si sucede con los internacionales.
AMLO, intenta cómo lo vimos en la reunión de la CELAC, y con el apoyo de
una franja de países, entre ellos Cuba y Venezuela, convertirse en el líder que
no existe, busca ser el Willy Brandt u el Olaf Palme latinoamericano, y habla
de crear una suerte de Unión Europea, un esfuerzo que por décadas se ha
intentado con resultados magros los integracionistas de la región.
A lo sumo se ha llegado a los procesos de integración económica y dista
mucho de lograr la unión política y social que se ha logrado, con todo y
limitaciones y velocidades los 27 países que hoy integran la UE, una
unificación que empezó en 1948.
AMLO hace tiempo decía que “la mejor política exterior es la política
interior” y ha dejado de decirlo, entre otras cosas, por problemas, como el de
los desplazados, que son la muestra del fracaso de la política de seguridad y por
la tolerancia con el accionar de los señores de la violencia.
Pero, eso escaló, estamos hablando de terrorismo y lo que hoy son “regalos”
con explosivos mañana podrían ser coches bomba en los centros urbanos. Así ha
ocurrido en Colombia, en la peor época, la de Pablo Escobar. Y si hoy ocurre en
Salamanca mañana podría ser en la Ciudad de México o Guadalajara y, si ahora es
un empresario, podría ser cualquiera de este gobierno. Los desaparecidos y muertos
siguen aumentando, como, también, los desplazados por la violencia.
Y no serán suficientes los ejercicios estadísticos, para demostrar que
las cosas van mejorando y menos que las ayudas económicas a los adultos mayores
y jóvenes están compensando lo que se pierde en otros ámbitos.
AMLO, debería atender lo que sucede en Tierra Caliente, con ello, demostraría
su dicho de que “no hay mejor política exterior que la política interior” y
dejar al canciller Marcelo Ebrard negocie una salida a los problemas crónicos
de Centroamérica y evitar complicar la relación con nuestro vecino del norte.
No se puede ser candil de la calle y oscuridad de la casa. Ya no hay
criminales que se rigen por reglas de honor. Los nuestros se han saltado los
límites, el de las reglas no escritas, que durante mucho tiempo administraron
los viejos capos en un pacto no escrito con los políticos que duró
prácticamente todo el siglo XX. Y, no se veían, casos como el de Salamanca y la
gente del campo vivía con limitaciones, pero no tenía como proyecto irse a
vivir a los centros urbanos.
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