NORA, EL AVISO
NORA, EL AVISO
32 horas de estar lloviendo -escribió una amiga en su muro de
Facebook.
Lo leí de reojo y sucedió lo que a muchos nos ocurre, la idea
de una tormenta de esa magnitud queda en algún lugar de tu conciencia.
Ves las imágenes de un Mazatlán con zonas bajo el agua y en
medio de ella, resalta el techo blanco de un vehículo varado, con el agua hasta
el tope, sólo un hilo de gasolina parece hacer la diferencia a un pez.
Te sorprendes al ver como se quiebra el puente de El Quelite,
cómo las aguas torrenciales se llevan como trapo los pesados bloques de concreto
y estos se pierden en ese horizonte acuoso.
Las noticias escalan cuando solo en la actividad acuícola se
calcula que los daños podrían alcanzar los 400 millones de pesos.
El flujo de la carretera Mazatlán-Culiacán se interrumpe por
fracturas en el asfalto y las colas de autos y camiones de carga alcanzan kilómetros
de fastidio.
Los plantíos de granos y hortalizas están anegados y las presas
desbordadas.
¿Pueblos aislados?
Y, luego, esa imagen insólita, que me recordó el día que
descubrí el río de la Plata, con su playa y agua chocolatosa sólo que en esta ocasión
el líquido marino dejó de estar azul turquesa para tener tonalidades desesperadamente
ocres semejante a las de un río.
Las personas estaban ahí sorprendidas mirando su entorno con
preocupación. No era una lluvia más de las que ocurren todos los veranos, sino
algo más había traído el huracán Nora.
Más, cuando, se le asocia con otras tragedias naturales que
azotan a Haití, Luisiana, Nueva York, Madrid o el norte de Alemania y, paradójicamente,
están los incendios con sus lenguas de fuego que acaban con los bosques de
California.
El cambio climático, es la respuesta que todos traen en la
boca, nuestro estilo de vida está acabando con los equilibrios naturales y la incapacidad
de los gobiernos y organismos internacionales para construir consensos y armar
estrategias de contención de estos fenómenos naturales.
No pasa de pronunciamientos políticos o medidas menores a la
emergencia, cuando el problema exige decisiones globales que realmente reduzcan
la emisión de gases de efecto invernadero.
Para no ir más lejos, en México estamos construyendo plantas
para seguir explotando los recursos fósiles, cuando en otros países con mayor
visión, exploran en otras fuentes alternativas de energía y apuestan por
reducir el uso de autos en favor de la bicicleta.
Ecoselva, la ONG sinaloense preocupada por los temas de medio
ambiente, ha dado un primer diagnóstico sobre lo que explicaría la cantidad de
tierra en el mar, y nos recuerda, que esa mancha chocolatosa se explica por la desforestación
de que ha sido objeto especialmente la región de los altos lo que permite que
el agua de lluvia arrastre grandes volúmenes de tierra y basura.
Si, ahí está la explicación de un problema y es muy fácil
colegir que el problema no está solo en la ausencia de políticas públicas eficaces,
sino en lo que hacemos cada uno de nosotros, cuando destruimos o actuamos como
si estuviera ante recursos naturales inagotables.
En la sierra la gente por necesidad o costumbre utiliza lo
que tiene a mano para resolver sus problemas cotidianos y en las ciudades, el
consumo obliga a una mayor producción de productos lo que provoca un círculo
vicioso que explica lo que estamos viendo en el mundo.
Mucho se ha dicho, que tenemos que cambiar nuestro estilo de
vida, volver a lo sencillo y sostenible, para de esa forma preservar la
naturaleza y evitar los efectos de los desequilibrios que estamos sufriendo.
Pero, ahí está el peso de la costumbre, la escasa conciencia
ecológica, la desigualdad social, que después de una tragedia como la que hemos
vivido lo normal es que la gente se moleste, preocupe, por lo sucedido, pero a
vuelta de unos días volvemos a lo mismo, oferta y consumo que terminara
afectando nuestras vidas.
En definitiva, el campo científico ha dicho que de continuar haciendo
lo mismo el pronóstico es fatal y a vuelta de cien años, podría desaparecer la
existencia humana – y, creo, que se exagera dando un siglo- porque estos avisos
de la naturaleza cada vez son más recurrentes y terminaran por abrevar los
tiempos de sobrevivencia.
Algo tiene que suceder, y valdría la pena, empezar por
revisar nuestro estilo de vida y cambiar patrones que están en la explicación
de lo que esta sucediendo en estos días de huracanes. O sea, revisar nuestras
vidas, nuestros consumos, volvernos más sencillos, más sustentables, porque si
bien la salida a la catástrofe es global lo individual importa y mucho.
Comentarios
Publicar un comentario