TIEMPOS DE DINOSAURIOS

 

TIEMPOS DE DINOSAURIOS

 

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, reveló alguna vez el guatemalteco Augusto Monterroso en un mini relato muy celebrado que nos recordó que los dinosaurios existen como pasado, pero, también, como presente; como representación y visión dura e intemporal, de lo que se resiste a cambiar y que siempre, habrá el momento, quizá el más inesperado, para recordarnos su presencia.

Uno de ellos es el dogma de la fe marxista no como pensamiento creativo y crítico del capitalismo, sino como la bagatela ideológica de los manuales, aquellos que marcaron a una parte de mi generación a la que se le animó leer antes qué al propio Marx, la obra de Martha Harnecker o, también aquellos libros gruesos de la Academia de Ciencias de la URSS, y que muchos lo asumieron como verdad absoluta en lugar de problematizarla como recomendaría el autor de El Capital.

Estos manuales tenían la virtud de simplificar la realidad al mínimo con un toque académico lo que les abrió las puertas de las universidades y se volvieron libros de texto, para enseñar sociología, historia, antropología, economía o simplemente, cómo instrumento teórico, de lucha ideológica al servicio de la revolución.

Sin embargo, estos manuales estaban lejos de cumplir con el objetivo formativo, con ellos los estudiantes no aprendían sociología; no aprendían historia; no aprendían antropología y mucho menos economía, sino lo único que aprendían era una serie de conceptos estáticos, inservibles, para entender la dinámica social, pero, eso sí, sirvieron para que muchos profesores vivillos hicieran de ellos su modus vivendi frente a públicos jóvenes que hacían esfuerzos extraordinarios para comprender ese lenguaje bizarro, farragoso, que terminaba sin dejar de comprender meridianamente la cuestión.

Sucedía en las llamadas universidades rojas de los pasados años setenta (Puebla, Guerrero, Sinaloa) pero, su alcance, llegó hasta la UNAM, y su impronta, se irradió en mayor o menor grado por todo el territorio nacional, eso explica que los Elementos del Materialismo Histórico, se convirtiera en una suerte best seller, quizá, el mayor de este tipo que se haya producido en América Latina, lejos de lo logrado por académicos marxistas del calibre de Louis Althusser, Ernest Mandel, Charles Bettelheim y esa pléyade de pensadores creativos, de la llamada Escuela de Frankfurt, entre ellos Hebert Marcuse, Theodor Adorno, obras para públicos rigurosos, selectos y mejor informado del debate marxista luego del descubrimiento del Gulag que magistralmente reveló Alexander Solyenitzin.

Sin embargo, esto que representó una “época” ideológica, se empezó, al menos eso pensaba, a diluir felizmente a finales del siglo pasado y a los programas de estudios en ciencias sociales de las universidades públicas se incorporaron lecturas acordes con las necesidades de conocimiento en un mundo global, plural, y fue así, que se avanzó en la pluralidad de enfoques y metodologías y aunque, aquello, parecía haber quedado en el pasado, pero ¡oh, sorpresa! el dinosaurio seguía estando ahí. Haciendo eco de aquel viejo debate que se suscitó después de la revolución de octubre, entre quienes reivindicaban con el poeta Vladimir Mayakowski la literatura panfletaria de la revolución y los que lo hacían, por la literatura revolucionaria, que representaba el también poeta Sergei Esenin y lo mejor de la rica tradición rusa.

Pero, el dinosaurio sigue allí, muchos de los lectores de estos manuales se convirtieron en profesores y explicaban a sus alumnos la realidad con este tipo de simplificación de burguesía-proletariado; pobres y ricos, sin espacio para los tonos grises de la complejidad social.

Y hoy, el dinosaurio, que creíamos que había sido rebasado o mejor muerto, reaparece vigoroso, retador y extraordinariamente mediático, y lo sabemos hoy, gracias al escándalo penoso que provocó la semana pasada el despido del escritor Jorge F. Hernández de la Embajada de México en España.

Las razones del despido señalan ofensas, mentiras, descalificativos, enconos que ponen en una mala posición no a los actores, sino a la SEP y SER, que dirigen Delfina Gómez y Marcelo Ebrard que no debería moverse en esas coordenadas lastimosas y llamar al orden a quienes desde posiciones de poder siguen hilando el viejo telar.

 Y es que mire estimado lector, Jorge F. Hernández publicó el texto “Por placer” en el diario Milenio donde salió al paso a esta visión diciendo lapidariamente “…por supuesto que se puede leer bajo la muy ideologizada militancia del errado o confundido bibliotecario improvisado que acaba de clamar algo en torno  al consumismo capitalista…”, que ha levantado ámpula con la polémica expresión de “leer por gozo es un acto de consumismo capitalista” y que Marx Arriaga, director de materiales educativos de la SEP, lo ha negado pero lo real, es que está hoy en los medios como un atavismo.

Será golpeteo o el sereno, pero estas visiones perviven y cuando menos se piensa reaparecen como un dictado que nos recuerda que la ideología pol potiana existe en algunas mentes y flaco favor le hacen al gobierno obradorista por vincularlo a modelos dogmáticos y todo por ajustes de cuentas entre las camarillas burocráticas que se disputan cuotas de poder en la diplomacia mexicana, quizá, eso explique, que el tema no haya escalado en la cancillería y la urgencia de que no se deje pasar como un asunto menor de resabios del pasado.

Y es que, no olvidemos, los dinosaurios existen, siempre estuvieron por allí dispuestos a aparecer y  lanzar un zarpazo.

 

 

 

 

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