LA SUPERIORIDAD MORAL
LA SUPERIORIDAD MORAL
La semana pasada el debate sobre
el montaje que se hizo sobre el affaire Cassez-Vallarta estaba en su apogeo por
los careos de Carlos Loret de Mola con los miembros de su entonces equipo de
producción: Juan Manuel Magaña y Laura Barragán (véase, sobre el caso, mi artículo
¡Sálvese quien pueda! en https://www.sinembargo.mx/17-07-2021/4002138). Y este se redimensionó cuando Loret de Mola
cometió la pifia de acusar a Carmen Aristegui y a Julio Hernández, de “lavar la
cara” al presidente López Obrador, y evadir los temas de corrupción en el
gabinete federal y su familia, lo que lleva irremediablemente a la discusión
del tipo de periodismo que se está haciendo en México que tiene mucho que ver
con el periodismo de investigación y periodismo de opinión, o del ejercicio de la
llamada comentocracia, y se me ocurrió, plantearlo en mi muro de Facebook, bajo
la siguiente afirmación: “Distingamos entre el periodismo de investigación de
Loret y el periodismo de opinión y entrevistas de Julio Astillero, hay niveles”.
Lo hice porque es evidente que
Carlos Loret ha presentado evidencia de presuntos casos de corrupción en
funcionarios del gobierno federal y antes con los del PRIAN. Ahí están los últimos
casos de la investigación sobre las declaraciones patrimoniales incompletas de Manuel
Bartlett y de la mancuerna Irma Eréndira-John Ackerman, los contratos de Pemex
con Felipa Obrador, los sobres de dinero que recibieron los hermanos Pio y Martín
López Obrador y, sobre todo, el balance en blanco y negro del gobierno
obradorista.
No me cabe duda, qué algunas de
ellas podrían ser filtraciones que, aunque reprobable no descalifican el hecho
corrupto, pero si hay otras, que son investigaciones periodísticas, pero al
margen del origen de ese trabajo aporta información sobre la corrupción y ese
es su valor, para la conversación pública, sobre este gobierno que ha hecho de la
lucha anticorrupción su principal bandera. Y es que el gobierno obradorista ha
evitado ir al fondo en estos casos y otros más, como el de Lozoya están en el
limbo de la FGR, y hasta ha exculpado a los señalados, desdeñando una
oportunidad para responder a sus críticos y afianzar su discurso.
Y, aquí, es donde llama la
atención de algunos “exponentes” de la izquierda sinaloense que de inmediato
entran al quite descalificando ese trabajo periodístico más por sudar animadversiones
y corajes ajenos, que por la defensa de la verdad. Son quienes se van con todo legítimamente
contra la corrupción del PRI y el PAN, pero sobre el de casa ni pio, como si
hubiera una corrupción buena y otra corrupción mala.
Son los mismos que han guardado
silencio y hasta han justificado la alianza de Morena con los ismos sinaloenses,
incluso, con el papel del crimen organizado, que esta semana terminó con la
vida de Román Rubio y Esteban López, militantes de Morena en el municipio de
Sinaloa. Para aquellos todo depende en qué ángulo se le sitúe al crítico y es
suficiente, para aceptarlo o descalificarlo, lo del valor de la información o
las preguntas pertinentes no importan y lo curioso, es su púlpito intelectual,
la superioridad moral.
Que per se es antidemocrática, y
eso que en su discurso alega defender la conversación democrática, la
circulación de ideas, pero cuándo tocan a sus liderazgos le buscan por aquí o
por allá, para exculpar en una actitud penosa con algunas de sus historias
personales.
¿Qué explica está actitud que
rebasa el diálogo de ideas en libertad más allá del talante autoritario, de esa
psicología malsana? Creo, que, con el triunfo de AMLO y Rocha, hay un
sentimiento de empoderamiento de sentir que tienen poder, así sea ideológico, que
se vale, pero con ideas. La intolerancia es una película muy vista en regímenes
autoritarios y llega a cobrar niveles superiores a los discursos mediáticos.
Hoy, lo estamos viendo en Cuba,
pero antes lo vimos en Venezuela y Nicaragua, y por ahí empiezan los críticos
sinaloenses, descalificando y erigiendo su verdad verdadera, tramposa oscila
entre el formalismo jurídico y la defensa a ultranza sin matices, dejando de
lado el debido proceso en unos cuando lo reclaman para otros.
Es la incongruencia que hoy para
facilitar la crítica es capaz de poner a Loret de Mola a la par comparativa con
el gran Ryszard Kapuscinski, para decir a los cuatro vientos, este si hacía
investigación periodística no ese “chayotero, canalla, imbécil” de Loret. La escuelita
de Fernández Noroña.
A Loret se le puede acusar de que
se hizo en Televisa, que está como dijo Emilio Azcárraga hace mucho “es un
soldado del PRI” y que sus productos eran contra la sociedad, pero eso ya
cambio y mucho, Televisa ha sido relevado por las redes sociales, las
audiencias son más diversas y, claro, el periodismo es otro y eso pasa por la
crítica del poder y eso quizá no lo entiende AMLO y menos los que hoy se
sienten empoderados por un triunfo que, la verdad, no es el suyo.
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