LA URNA DEL CRIMEN
LA URNA DEL CRIMEN
El crimen organizado está
demostrado que es un actor cada día más presente en nuestra vida política. Impone
o sostiene gobernantes en las regiones donde operan sean por ser una plaza “conquistada”
o por ser lugar de trasiego de droga y, en ocasiones, santuario para que sus
jefes y familias estén en santa paz.
Ya lo hicieron a golpe de bala y
les dio resultado. Sea inhibiendo posibles candidatos, neutralizando candidaturas
competitivas o asesinándolas para que no estén en la boleta electoral, ante la
impavidez de la autoridad. Esto ha sucedido en estados y municipios gobernados
por todo el espectro de partidos. Y, hoy, no es la excepción, sino la
confirmación de la regla con absoluta impunidad y hasta podríamos decir, que,
con indiferencia, ante la sangre derramada.
Todos estos días nos hemos
enterado de una amenaza o un asesinato de un candidato. La prensa le da vuelo y
las redes sociales lo multiplican por decenas quizá cientos de miles de
lecturas. Pero poco o nada parece ocurrir. ¿Quién ha sido detenido en el caso
de los asesinatos de los emecistas Abel Murrieta y Alma Rosa Barragán? Bueno
si, de Alma Rosa, porque la familia de la política guanajuatense entregó
evidencia a la policía y se pudo detener a un sicario. Y esta ausencia de
efectividad preventiva de los cuerpos de seguridad del Estado mexicano no se explica
sino por connivencia, temor o desinterés.
Podrá decir el presidente López
Obrador que le preocupa el clima de violencia, pero eso no soluciona nada, sino
hay trabajo de inteligencia previa, si no se activan los protocolos de
seguridad y se detienen a los culpables de los crímenes políticos.
Menos, cuando si se ofende a los
deudos, al decir que estas muertes están clasificadas en el “fuero común”. O
sea, que son equivalentes a los de un pleito de borrachos o de vecinos, que
termina mal. Y, peor, si se sella afirmando que los gobiernos de los estados
los han mantenido en su jurisdicción.
Si estas acciones del crimen
organizado no son parte de las competencias que tiene el poder Ejecutivo en la
lucha contra este enemigo de la sociedad, bien haría tomar las riendas, como lo
hace en otros temas, en este asunto que ya mancho de sangre al proceso
electoral con sus decenas de muertes que nunca debieron ocurrir para nuestra
salud democrática.
Seguro que partidos y sociedad se
lo agradeceríamos. Y es que al dejar que esto drene sobre la vida pública, es
un hecho, que seguiremos teniendo gobiernos y representantes políticos tatuados
por el anagrama de los distintos cárteles.
O sea, de persistir nos enfilamos
cada día más hacia un Estado fallido o peor a un narco Estado. Y es cuando
vemos que detrás de la euforia de las encuestas que benefician a una u otra coalición
hay poco. Unos, porque crearon este
monstruo, y otros, porque lo heredaron, pero ambos están donde mismo. No
avanzan, ni un centímetro, en su tarea constitucional de neutralizar la acción
de estos grupos. Vamos, corrijo, va escalando.
Entonces, en muchos de los
estados y sus municipios, no gobernara tal o cual proyecto, tal o cual partido o
coalición, sino tal o cual cártel del crimen organizado. De ese tamaño es
nuestra desgracia pública. De esa calidad son nuestras elecciones. De ese
perfil son muchos de los candidatos y serán también ganadores de contiendas marcadas
por la amenaza y el miedo.
Decididas, muchas de ellas, desde
antes de la elección con la complacencia de los poderes establecidos. Y es que
nos guste o no, estos grupos del crimen se han convertido en un actor político.
Que a veces llega a cumplir la función de un partido político cuando prepara,
selecciona, impone y hace ganar a su candidato y en otros casos, acepta y hasta
apoya, determinado perfil sea hombre o mujer, joven o viejo.
Hay, además, estados donde se
dice que los candidatos van a entrevistarse con el líder del cártel local para
recibir la “bendición” independientemente del partido que lo postula. Y es que eso
puede significar seguridad, dinero, operadores, propaganda, libertad de
tránsito, éxito y, en algunos casos, minar a los contrarios con capacidad de triunfo.
Esa es nuestra realidad en vastas
regiones del país. Es cuando la propaganda y los proyectos de gobierno son
letra muerta. Es la fanfarria del espectáculo político donde inexplicablemente
brota en muchos la esperanza y con esa ilusión van hasta la irracionalidad del
chairo. Pero ¿cómo puede haber esperanza en un país minado? Roto por el crimen.
Abierto en canal por la ambición desmedida de políticos banales, viejos y
nuevos, de uno y otro partido, que ven al país como botín. Que se unen para
sumar fuerzas pero que les vale lo que ya está en marcha. La captura del país no
siempre silenciosa por el crimen organizado.
No es casual, que el tema de la
seguridad pública no sea el dominante y como prueba en los debates organizados
por los institutos electorales fue el gran ausente en un mercado bajo la lógica
mercantil “al cliente lo que pida”. ¿Y el cliente que es lo que pide?
Al margen de las campañas y los
actos proselitistas, las imágenes generosas de entusiastas y la satisfacción
por los apoyos recibidos. Las sumas de contrarios. La alegría impostada. Los
cánticos de triunfo. La atmosfera, la atmosfera, con sus luces y jingles.
Aquella que estimula la dimensión de las emociones. Esta también el silencio de
la mayoría. Aquellos que no registran las encuestas. Que ni a indecisos llegan
porque no llegaran a las urnas. Se habla de que puede ser un 40%, pero pudiera
alcanzar al 50% de la lista nominal o sea 45 o 50 millones registrados, pero que
estarán ausentes en la jornada electoral.
Es esa masa a la que no les dicen
nada las campañas aun con toda su espectáculo y escándalos. Que ven con
pesimismo este país y donde muchos de ellos, están atentos, de como el crimen
organizado captura las instituciones públicas y ven al sistema de partidos como
una comparsa.
Es decir, las señales que mandan
los partidos son las equivocadas, nada parece decir la propaganda de la
“esperanza” del gobierno, pero tampoco valen las expresiones redentoras de
Ricardo Anaya y Diego Fernández de Cevallos de que “votar por Morena es votar
por una tiranía”. Estamos en un hoyo e indefensos.
Algo tiene que pasar en este país
para que se alinee en la concordia y sobre todo su capacidad de reacción.
Tenemos un país balcanizado por la desigualdad social, el discurso político, la
rencilla permanente y cierto autismo ante lo público. No hay espacio para los pactos democráticos.
Hoy mismo el dilema en el que están metidos muchos ciudadanos es la versión
mexica de “estás conmigo o en contra de mí”, “todo dentro de la 4T, nada fuera
de ella” No hay más. Con ese cemento y esos tabiques nada se construye, sino
todo tiende a debilitarse y, recordemos, en política no hay vacíos. Ahí está el
crimen de traje y corbata.
Hay que salir a votar, decir lo
que no queremos.
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