LA HORA DE QUIRINO
LA HORA DE QUIRINO
¡Llegó la hora del sur!
Fue el eslogan que Antonio Toledo
Corro, como candidato y gobernante, dejó en el imaginario colectivo de lo que
sería el énfasis de su gobierno.
Había nacido en Escuinapa y fue
alcalde Mazatlán (1959-1962), entonces sabía seguramente del atraso en que se encontraban
los municipios del sur donde prácticamente no hubo reforma agraria cardenista por
los intereses del llamado “grupo de los 33” integrado por familias
todopoderosas de horca y cuchillo.
Entonces, ante la ausencia de
políticas de desarrollo regional, la llegada de Toledo Corro al gobierno del
estado fue esperanzadora y es que estaba la creencia fundada de cuando un
vecino de un estado, región o municipio asumía un cargo de elección popular, tenía
que dejar huella donde había nacido y crecido. Y así, generalmente, ocurría
incluso ocurre, cómo una suerte de personismo, paisanaje y patrimonialismo.
Sólo que Toledo Corro, le quedó a
deber a sus paisanos, pues el sur del estado quedó suspendido en el tiempo en
una economía tradicional, primaria, y con unos servicios turísticos con una
fuerte dosis de endogamia que favorecía a unos cuantos empresarios.
La producción agrícola se reducía
a unos cuantos cultivos especialmente fruta, la ganadería nunca despuntó en el
PIB y el turismo no recibió firmas internacionales y con ello se estancó
mientras a su lado despegaron Los Cabos y Puerto Vallarta.
Así, Mazatlán, estaba destinado al
consumo regional por sus limitaciones estructurales: la ausencia conectividad
por aire y tierras que hacían del puerto un islote perdido en el noroeste donde
solo los más atrevidos y audaces cruzaban por necesidad la Sierra Madre Occidental
o la estrecha y peligrosa carretera internacional donde cada año muchos viajeros
perdían la vida.
Terminó Toledo Corro y se fue a
su rancho Las Cabras, llegó al gobierno Francisco Labastida, un personaje
técnicamente con mayor visión, pero, igual, le quedó a deber pues sus mayores
obras las destinó al centro y norte del estado.
Sin embargo, tuvo un detalle que
marcaría su relación con el puerto y que los vecinos le agradecerían: la
recuperación del antiguo teatro Rubio, hoy Angela Peralta, pues con este
rescate sentó las bases para recuperar
paulatinamente el Centro Histórico que en ese entonces era una ruta de ruinas
que delataban un pasado grandioso, y como muestra, están las crónicas de Amado
Nervo publicadas en el libro Lunes de Mazatlán, UNAM, que dan cuenta del glamur
con qué se desenvolvían las élites económicas y sociales de finales del siglo
XIX.
Y, así, estuvo el sur hasta finalizar
el siglo XX y dos obras mayores sacarían a Mazatlán del aislamiento: Una, de
ellas, fue la carretera que conectó con menor riesgo a Sinaloa con el sur y
centro del país y la otra, la autopista que conectó con Durango y el resto del
centro norte y noreste del país, incluso, abrió una ruta más cómoda hacia la
región del Bajío
La conectividad por tierra favoreció
el producto turístico pues Mazatlán tenía un ingrediente distintivo sobre Los
Cabos y Puerto Vallarta, no tenían un Centro Histórico que vender y fue cuando
se empezó hablar de que había que integrar a la oferta de “sol, mar y sexo” con
lo cultural y de esa forma se volvió la vista hacia ese pasado, que, si bien
había despegado con el TAP, el entorno seguía ruinoso con problemas serios de
seguridad, servicios públicos y ruinas.
Los gobiernos seguían debiéndole
al puerto y siendo justos, al sur de Sinaloa, dónde la vida transcurría como en
los pueblos que describen en sus novelas García Márquez y Juan Rulfo,
taciturnos, tristes, detenidos en el tiempo.
Cuando Quirino Ordaz llega al gobierno
algunos pensaron que sería más de lo mismo, sin embargo, traía un proyecto
integral al menos para Mazatlán, por las razones que se quieran, lo cierto es
que hoy existe un antes y un después en este gobierno de cuatro años, diez
meses, y es de reconocer en este mandato reducido donde las obras se han
multiplicado con mucha visión rompiendo mitos, como aquel del drenaje del
Centro Histórico, un problema crónico, que ha quedado atrás con el cambio que
se hizo del sistema que en algunas zonas eran de barro y databan, según Alfredo
Gómez Rubio, director del Proyecto Centro Histórico, del siglo XIX, lo que
provocaba en épocas de lluvias borbollones de aguas negras con su estela
maloliente.
También está el malecón renovado y
motivo de un desencuentro con el entonces alcalde electo que amenazó con no
recibir las obras si no se admitían sus sugerencias. Sin embargo, finalmente se
sumó para hacer una política promocional de una promoción política y afirmó, por
todos lados, “vean, cómo estoy dejando Mazatlán”, y ofrecía, sin rubor, que lo
mismo haría por Sinaloa si él fuera gobernador.
Y la obra seguía. Los estadios de
Beisbol y Futbol fueron pensados en clave de nuevos públicos y hoy son una
insignia deportiva en el noroeste del país, sede en estos días de la polémica
Serie del Caribe, lo que muestra la dinámica
excepcional en obras públicas y privadas, en las últimas semanas simplemente se
presentó el plan ejecutivo para contar con un corredor turístico en la zona del
Cerro del Crestón y eso pasa, por una
mejoría de la ruta del faro y la
construcción de un teleférico, el derrumbe de la planta de aguas residuales que
durante décadas ha contaminado la bahía y sobre ese terreno, se levantara este mismo
año, una zona de recreación que tendrá también un impacto favorable sobre una marina
deteriorada.
Vamos, esta semana se dio el
banderazo para ampliar la ciclovía desde Olas Altas hasta Playa Bruja, el
Observatorio 1873 en el Cerro del Vigía, el Jardín de los Agaves, el Santuario
de Aves y próximamente un museo en el Centro Histórico. Y en este contexto conviene
destacar que con el apoyo de AMLO se terminará la presa de Santa María que,
junto con la Picachos, garantizará agua para las próximas décadas no solo para la
actividad turística sino para el desarrollo de la agricultura del sur de
Sinaloa.
Quirino Ordaz, sin duda, pasara a
la historia porque supo aprovechar los años de su gestión. El gran desafío es
que todas estas obras públicas no solo mejoren la calidad de vida de sus
habitantes sino, también, sea un pivote de desarrollo económico generando
empleos y salarios dignos que se necesitan para una ciudad sustentable y es que
Mazatlán ya no es, la ciudad que estuvo en el olvido es motivo de orgullo.
Al fin, ¡llegó la hora del sur!
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