MARIO ZAMORA, CANDIDATO ALIANCISTA

 


MARIO ZAMORA, CANDIDATO ALIANCISTA  


Mario Zamora es ya el precandidato al gobierno del estado por la coalición electoral ¡Va por México! que integran la triada heterodoxa del PRI-PAN-PRD.

Y no le fue fácil alcanzar esa distinción interpartidaria, porque a diferencia de los otros aspirantes que han quedado en el camino, no estuvo expectante sino fue a contracorriente, buscando afanosamente los consensos en torno suyo, lo que le llevó a conversar con todos los actores políticos y sociales, que podrían influir en la decisión que se sabe correspondía al gobernador en comunicación permanente con los líderes de las fuerzas políticas coaligadas.

En el ánimo del gobernador probablemente no estaba contemplado que el precandidato fuera un político por su formación y el juego que brindó a técnicos destacados de su gabinete, sin embargo, al parecer se impuso aquella lógica sabia del viejo PRI: De que cuándo los problemas son económicos lo más racional es postular a un político, porque en el ejercicio de gobierno, tendrá que ser hábil para persuadir y negociar mucho con los actores afectados especialmente en la actividad económica; mientras, si los problemas son de orden político, aquella sabiduría  recomendaba postular a un tecnócrata bajo el supuesto de que sabía cómo poner orden en las finanzas públicas que frecuentemente está en el origen de muchos problemas en sociedades con exceso de demanda social.  

Mario Zamora, en su perfil combina al político con el economista, lo que le da un plus. Con 46 años de edad tiene en su haber preparación académica como egresado del TEC de Monterrey y por haber estudiado una maestría en la prestigiada London School Economics and Political Science que le permitió, junto con su militancia en el PRI, acceder a puestos públicos y en forma destacada en la dirección de Nafinsa durante el gobierno de Peña Nieto, dónde no se le han conocieron escándalos de corrupción, como si ha sucedido con otros miembros de ese gabinete presidencial incluido por supuesto el propio expresidente.

Esa trayectoria en buen nivel de la burocracia federal seguramente le permitió a Zamora ser considerado para ser cabeza de la fórmula sinaloense para el Senado de la República acompañado del experimentado Heriberto Galindo quien, en breve, asumirá el cargo de senador y cumplirá una de sus aspiraciones en su dilatada vida política.

El mochitense con esa distinción  se suma a la lista de senadores que se han separado del cargo para buscar una posición en la administración pública o la nominación de su partido a la gubernatura en sus estados: Así tenemos a Samuel García en Nuevo León, a Miguel Ángel Navarro en Nayarit, Gustavo Madero en Chihuahua, a Marco Antonio Gama en San Luis Potosí, a Félix Salgado Macedonio en Guerrero, a Víctor Manuel Castro Cossío en Baja California Sur, a Gilberto Herrera en Querétaro, a Alfonso Durazo en Sonora y a Rubén Rocha Moya, quien ya es precandidato de Morena al gobierno de Sinaloa y hasta ahora es el candidato a vencer.

Mario partirá su campaña política con dos activos y un desafío mayor: Entre los primeros se encuentra su trayectoria en la función pública que lo presenta como un político capaz y honesto y la plataforma de lanzamiento que le brinda la obra pública que dejará Quirino Ordaz y que le ha significado el reconocimiento cómo uno de los gobernadores mejor evaluados lo que significa un aval para su partido y que Zamora nunca ha dejado de reconocer en todos los medios.

Su mayor desafío es levantar cabeza de un PRI que en 2018 sufrió una derrota significativa por la percepción de corrupción que durante el peñismo no parecía tener límites. En Sinaloa, el candidato presidencial José Antonio Meade sólo obtuvo 18.11% de la votación emitida y al PRI le fue ligeramente mejor en la elección local como lo indica el 24.06% en la elección de diputados de mayoría relativa que le permite tener ocho de los cuarenta diputados que integran el Congreso del Estado.

Aunque el PRI en 2020 sorprendió con los éxitos de Coahuila e Hidalgo, nada puede garantizar que esa vaya a ser la regla en las elecciones de este año. Cada estado, aunque pesará la atmosfera nacional, se cocinará aparte. Y dependerá mucho del desempeño que hayan tenido sus gobiernos y los candidatos que ofrezcan a los cargos de elección popular.

En tanto eso ocurre la situación financiera del PRI es precaria en forma directamente proporcional a los votos obtenidos en la elección de diputados de mayoría relativa de 2018 donde obtuvo 1 de cada 4 votos emitidos. Poco y menos dinero público. Y eso, en un partido acostumbrado a la asistencia de sus clientelas electorales, significa automáticamente problemas de operación política. Y si el PRI, como organización no está en su mejor momento, peor parece la situación del PAN y el PRD.

En 2016 el blanquiazul solo obtuvo 17.6% en la elección de gobernador y el partido amarillo escasamente un 2.18%; en tanto en 2018, en la elección local de diputados de mayoría relativa el PAN, solo obtuvo el 11.01% y el PRD 2.14%.

Sin embargo, el estímulo para el priismo es que en la elección de 2016 el PRI en coalición con el Verde y el PANAL, recuperó la gubernatura con un 41.73% y esta aritmética aun con las reservas de ser otra elección, podríamos desprender que el hoy precandidato aliancista tiene un buen punto de partida para iniciar su campaña constitucional y buscar el triunfo en la jornada del 6 de junio.

 Mario Zamora, no la tiene fácil, va a competir contra dos adversarios, uno intangible que es la marca electoral, llena de símbolos y anclajes sociales y contra un candidato bien posicionado que va en ascenso, además, de los otros candidatos.

La marca Morena pesa en las encuestas de intención de voto que se presenta como la que tiene más posibilidades de triunfo y más con un  candidato morenista cómo Rubén Rocha, un polemista agudo formado en la izquierda y con experiencia administrativa, dispuesto a disputar cada voto durante toda la campaña electoral.

Entonces, los sinaloenses seremos testigos de una contienda excepcional ya que los candidatos de las grandes coaliciones son políticos con preparación académica y conocimiento del estado, de sus debilidades y fortalezas, lo que pronostica, esperemos, una contienda civilizada que es necesaria en un ambiente marcado por la pandemia que se ha llevado a más de 4 mil sinaloenses.

En definitiva, se avizora una elección polarizada entre las grandes coaliciones hegemonizadas por el PRI y Morena, dónde el hoy precandidato aliancista tendría que dar su mejor esfuerzo para recuperar la confianza del electorado en su partido y continuar, como él dice, la obra pública de Quirino Ordaz.

 

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