MI AMIGO ANDRÉS MANUEL
Debo confesar, que no guardaba
esperanzas de que el encuentro entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador
transcurriera con la tersura que ocurrió en la Casa Blanca.
Había suficientes indicios para
pensar que en algún momento la situación podría salirse de control por una
sobre exposición mediática. Basta recordar que unos días antes Trump había
viajado a Arizona a un acto electoral y en su estadía en ese estado sureño viajó
hasta la zona fronteriza para tomarse la foto del muro “qué habrá de pagar México”.
Esta idea que la compartían
muchos mexicanos y estadounidenses se desvaneció cuándo el presidente Trump se
desbordó en menciones favorables para el presidente mexicano al que llamó su amigo,
su buen amigo.
Y esta deferencia de buen vecino permitió
que a López Obrador le bajara la presión por lo impredecible de su interlocutor
y se explayó con un discurso más largo que el de bienvenida de Trump y lo hizo pausado,
firme, en la mejor tradición nacionalista y buena vecindad.
Trump acusó recibo de ese discurso
que puso en énfasis en personajes históricos del tamaño de Abraham Lincoln a Franklin Delano Roosevelt, pasando por George Washington, como ejemplo de buena
amistad entre pueblos que han sido “vecinos distantes” por ello AMLO no dejó ir
la oportunidad para señalar los momentos de desencuentro y agravios y
reivindicar la figura del benemérito de la Américas Benito Juárez.
Hay, quienes, han dicho que se
impuso en ambos lo mejor de la política internacional, que ambos se vieron como
hombres de Estado, y quizá quienes lo afirman tienen razón, mal hubiera
terminado si alguno de los dos mandatarios hubiera dicho lo que ha afirmado a
los cuatro vientos sobre la relación bilateral.
Claro, Trump, tiene mucho que
agradecer al gobierno de López Obrador, porque este no se ha enfrascado en una
disputa con el tema del levantamiento del muro sino lo ha manejado con mucha cautela
acudiendo al derecho internacional.
También no es menor el apoyo
brindado enviando a decenas de miles de miembros de la Guardia Nacional a la
frontera sur para frenar la migración masiva centroamericana o la repatriación
de ilegales de otros países a nuestra zona fronteriza.
Y, ante esto, Andrés Manuel
estaba obligado a dictar un discurso como el que pronunció especialmente contra
aquellos que han visto en ello una sumisión sin precedente y nunca verán nada
bueno en este tipo relaciones de política bilateral.
Esperemos que la relación cordial
del miércoles pasado perdure y no vaya a pasar que, unos días después, por las
necesidades de la campaña electoral estadounidense, los mexicanos estemos de
nuevo en medio de los denuestos frecuentes de la política norteamericana.
Y es que la campaña electoral de
Trump necesita, más que nunca, ofrecer “culpables” de la situación que se está
viviendo en su país y los chinos o coreanos se encuentran muy lejos del
ciudadano promedio, o sea, es grande la tentación para que nuevamente se
encienda la llama de los señalamientos duros contra nuestro país.
Lo sabremos pronto.
En tanto eso ocurra o no en esa
campaña, Joe Biden, el candidato presidencial demócrata, salió al paso de
aquellos que, como Bernardo Sepúlveda Amor, el excanciller mexicano, recomendaron
al presidente López Obrador, que no asistiera a Washington, qué no era el momento
más oportuno, porque los demócratas estaban arriba en las encuestas y la
experiencia indicaba que no le va bien a México con este tipo de posicionamiento
sea cual fuere el gobernante estadounidense, republicano o demócrata.
Biden sabe, cómo Trump, que López
Obrador cuenta con gran reconocimiento y apoyo entre los millones de mexicanos
radicados en los Estados Unidos y la mejor prueba es el 68% de los votos emitidos
en Estados Unidos en las elecciones presidenciales de 2018.
Entonces, ni Trump, ni Biden, van
a hacer algo que pueda molestar a la comunidad mexicana de ahí que tanto uno
como el otro, se congraciaron con el pueblo de México y ofrecieron trabajar en
cualquier hipótesis con su vecino del sur.
Quienes resultaron derrotados con
esta visita de Estado fueron los que esperaban una señal de reproche o disgusto
de Trump a López Obrador, qué pudiera traducirse en coacción política, en
aliado para sus proyectos en 2021 y más de 2022. Cuando el presidente mexicano buscará
mantener la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados y ganar la consulta de
revocación de mandato.
Basta recordar la expresión de
Trump: La relación entre Estados Unidos y México jamás había sido más cercana.
Ahora, con esta derrota, tendrán
que apostar a sus propias fuerzas para avanzar en sus propósitos de relevo, de
conformar una nueva mayoría legislativa, sin embargo, se les presenta difícil sobre
todo cuando personajes de los gobiernos del PRI y el PAN se encuentran en
prisión o son prófugos de la justicia.
Es el caso de César Duarte, el ex
gobernador de Chihuahua, quien fue prófugo hasta el pasado miércoles cuando fue
detenido en Miami con fines de extradición a su estado donde es requerido por
diversos delitos entre ellos los de peculado y desvío de dinero público a su
partido con fines electorales.
Está decisión se administró para
que cayera en medio de la visita de López Obrador, como un gesto de buena
voluntad y cooperación de ambos países en la lucha contra la corrupción, donde
Trump dijo en su discurso de bienvenida son aliados de México.
Esta detención largamente
esperada provocó el agradecimiento del panista Javier Corral, gobernador de
Chihuahua, a figuras de la 4T y seguramente provocó desazón y nerviosismo entre
los expresidentes Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, los primeros por
lo que puedan decir Genaro García Luna en NY y el segundo por lo que sabe y
puede decir Emilio Lozoya o ahora César Duarte.
En definitiva, la visita de López
Obrador a la Casa Blanca fue un éxito sea porque el T-MEC o por las señales
enviadas a la oposición al proyecto de la 4T que ahora se queda huérfana de
este aliado y tendrá que dirigir su búsqueda de alianzas en otra dirección.
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