!QUE MESA, PERO QUÉ MESA!
¡QUÉ MESA, PERO QUÉ MESA!
Ernesto Hernández
Norzagaray
Conocer el tema, medir la
temperatura pública, diagnosticar el momento político, contrastar opiniones y
proponer soluciones a los problemas centrales y colaterales podría ordenar el
sentido común, el ABC del análisis político, y sobre todo en un plató virtual creado
exprofeso.
Y es qué, si en el debate público
no hay contrapunto, si no se tiene contraste de ideas, puede ser un buen
intercambio de datos, pero no la síntesis implícita a la dialéctica del
conocimiento y la formación de opinión pública.
Lo que habría sería una suerte de
confabulación en torno a una idea, una convicción, una denostación, un enojo más
o menos elaborado, que no sirve ni al qué convoca, menos a los convocantes, y
todavía menos al ciudadano, quedan como simples paleros de un malestar o la
reducción de la realidad a una simple charla de amigos más o menos
inteligentes, más o menos informados, buscando refrendar clientelas mediáticas
e influir como sea en la opinión pública.
Es lo que sucedió en mi opinión el
sábado pasado en el programa Latinos que dirige Carlos Loret de Mola, quien dando
una entrada digna de un preámbulo preparó a la audiencia con un sonriente y sonoro
¡Que mesa, pero qué mesa!
Sólo le faltó agregar “en está
esquina de 64 kilos… fulano de tal contra…l” Estaban en ese ring virtual
Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, María Amparo Casar y Jorge Castañeda para
hablar del desempeño del gobierno obradorista frente a la pandemia que sacude a
nuestro país cómo también de las mejores “soluciones democráticas”.
Y cualquiera esperaría de estos
intelectuales un análisis equilibrado, generoso y esclarecedor sobre lo que
está sucediendo en el país y para ello que abrieran con sapiencia todo el
abanico del fenómeno pandémico con perspectiva global y bajarlo al comportamiento
que están teniendo los actores políticos, sociales y económicos.
Nunca que un análisis parcial
centrado en quien políticamente preside la lucha contra el Covid-19 porque
simple y sencillamente es todo lo que se quiera, pero no un análisis riguroso, sino
una toma posición, y no está mal que uno o dos tengan esa postura, lo que si ya
despierta sospechas es que todos tengan
el mismo enfoque, los mismos argumentos, las mismas conclusiones y hasta el mismo
rictus de preocupación, y qué no haya contrapunto y el análisis sea más plano que
una carretera sin baches.
Eso deriva entonces en un
monologo a cinco voces en torno a una idea y la prudencia, recomendaría para no
ser tan obvio, que mejor fuera sólo uno de ellos a ese plató o qué Loret de Mola hiciera el editorial, ¿para qué cuatro o
mejor cinco, si uno puede ser la voz de todos?, no pretendo quitar mérito a
ninguno de ellos en sus carreras en el terreno de la circulación ideas, son
todos ellos personas muy mediáticas, y desde hace muchos años, pero en esta
ocasión se vieron de una pobreza lamentable no por el dato esgrimido de aquí o
de allá, sino la homogeneidad, si la homogeneidad, sin aportar nuevas ideas para
encontrar rutas para que el costo de la pandemia no sean tan alto.
Y es que esa charla virtual todo
estuvo centrado en la figura presidencial y por supuesto el balance fue
negativo de principio a fin para el gobierno, ni siquiera Camín o la Casar, que
en otros momentos suelen tener el filo del matiz está vez no se les vio y todos
ellos estuvieron faltos de perspectiva y pobreza de ideas. Nada que no hayan
dicho hasta el cansancio en este o en otros foros donde son los analistas
estrellas.
O sea, no hay ganadores porque el
que escucha simple y sencillamente alimenta sus fobias o filias ante tamaño
despropósito de conversación pública que en ella mostraron pobreza intelectual y
ética.
Todos ellos se mostraron
convencidos de una visión apocalíptica. Ahí está el equivoco del plató de análisis
cuando lo que verdaderamente ayuda es que los mundos intelectuales se
confronten más allá del tuit y escenifiquen face to face civilizados.
Son necesarios porque justamente ahí radica el principal valor de la
democracia: la calidad del debate público, la libre manifestación de ideas que,
en otro sentido, hace referencia Aguilar Camín en una de sus intervenciones de
ese día.
Porque, entiendo, que el tema de
fondo es nuestra democracia y de cómo la enriquecemos en el terreno de las
ideas, y es que los monólogos a una, cinco o veinte voces, está demostrado no
sirve mucho y menos a alguien, va en sentido contrario de la dinámica que nos
han demostrado las democracias consolidadas y qué los periodistas deberían
aprender de ellas para hacer las preguntas correctas a las voces más
autorizadas para opinar sobre los grandes temas nacionales.
Y, aclaro, AMLO es muy
cuestionable en muchas las decisiones que está tomando es más todo es
discutible. Para no ir muy lejos, basta ver la última con el decreto inconstitucional,
que termina por militarizar la seguridad pública “hasta marzo del 2024” cuando siempre
se dijo que los militares deberían regresar a los cuarteles porque tenían sus
competencias constitucionales y no deberían cumplir la tarea de la Guardia
Nacional y las policías estatales y municipales.
Pero, de ahí, a considerar que en
el ejercicio de este gobierno nada está bien y por lo tanto vale el juicio
sumario, sin matiz alguno, vamos a hacer montón, se cae en lo que se critica porque
la realidad es mucho más que un presidente.
Finalmente, Loret de Mola sabe el
oficio, pero sus fobias le demeritan como periodista y más sus obsesiones que busca
hacerlas colectivas mediante estos intelectuales cortados con la misma tijera y
es que es tan obvio. Utiliza un recurso muy usual en el periodismo nacional cuando
en cualquier situación polémica se llama a “buscar a quién ya sabes que va a opinar”
y mejor todavía: “cuando va a decir lo que te dicta tu fobia”, tus propios
intereses. Así de sencillo.
Algunos se preguntarán, ¿estos
personajes fueron usados por Loret de Mola?:
¡Qué cada quién saque sus
conclusiones!
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