DÓNDE ESTAMOS PARADOS?
En los enfoques de estudio de la actual crisis económica pareciera haber tres formas básicas de percibir la pandemia que estamos viviendo y estas podríamos representarlas en forma gráfica a través de la silueta de letras: El de una crisis tipo U donde la economía baja y pasado un tiempo se recupera mediante cambios en la estructura y los mercados; la crisis tipo L donde la economía se cae y luego se estabiliza por un tiempo indefinido representando un retroceso profundo en la economía preexistente; y la crisis tipo I donde la caída es vertical y todavía no sabemos cuándo tocara fondo y mucho menos cual será la salida.
En esta percepción sui generis,
sostenida por el politólogo Andrés Malamud de la Universidad de Lisboa, hay una
coincidencia inocultable: En las tres existe el reconocimiento de que no estamos
ante una crisis clásica de sobreproducción como la que desembocó en 1929 y
donde la intervención del Estado fue decisiva para la recuperación económica
mundial, ni tampoco, en una de las tantas crisis financieras donde se ha roto momentáneamente
la relación Dinero-Dinero incrementado (D-D´) y el mercado de dinero logra estabilizar.
Entonces, estamos ante otro tipo
de crisis, distinta a la de donde la crisis genera su propio antídoto, su propio
remedio, su propia recuperación; en este caso, la crisis tiene un origen atípico,
pero altamente destructivo pues en pocas semanas las pérdidas alcanzan niveles
nunca vistos y lo peor es que no se ve el fin de la caída, ni se sabe si la
intervención del Estado, será suficiente para revertir los daños en el mediano
plazo.
La fórmula keynesiana de “hacer
hoyos y taparlos”, cómo mecanismo eficaz para la reactivación es una apuesta débil
cuándo los recursos de los Estados se están comprometiendo en la lucha contra
la pandemia y contratan deuda aprietan los cinturones o utilizan todos los
fondos públicos a su alcance.
Atrás ha quedado el dilema inicial
de “salvar la economía o salvar vidas”, que los gobiernos de distintas maneras
adoptaron y, por la gravedad de la situación, se han inclinado por salvar vidas
y si queda algo también la economía.
La pandemia está descarnadamente
expuesta y exige tomar las decisiones que están a la mano de manera que hasta
los más liberales están desesperados -escúchese en Sin embargo.mx la reflexión
de Mario Vargas Llosa sobre la crisis pandémica dónde el escritor liberal se
desprende de la ortodoxia ideológica y da la bienvenida a la intervención del
Estado para evitar una mayor profundidad de la crisis.
En sintonía tenemos localmente la
postura de los grandes, medianos y pequeños empresarios, que con distintos
tonos y ánimos reclaman al gobierno obradorista que ponga a su disposición los
recursos económicos y fiscales para salir avante de la crisis y aquel accede
bajo la premisa poco ortodoxa: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
La pregunta que asalta es ¿estamos
leyendo bien la naturaleza de la crisis? hay suficiente evidencia para pensar que
no pues se piensa que resolviendo la emergencia la economía volverá a crecer,
sin embargo, el desplazamiento de la cuarentena podría irse ampliando con su
efecto destructor en la medida en que ocurran más fallecimientos y contagiados
por el coronavirus-19, y, por eso, la acción desesperada en los gobiernos de Italia
y España, que a cada momento están viendo cuantos más, cuantos menos afectados
por el coronavirus 19, cómo el mejor indicador para empezar la fase de la
recuperación.
Ya Pedro Sánchez, presidente del
gobierno español, ha dicho que algunas actividades económicas pronto empezaran a
reactivarse especialmente las más intensivas en fuerza de trabajo y de menos
contacto físico -cómo son la construcción o la agricultura- para desde ahí
liberar gradualmente otras más centradas en los servicios.
O sea, en esta visión la lectura
que se está haciendo es que estamos en una crisis como el mismo comportamiento
de la de 1929, que después de la catástrofe viene de nuevo la recuperación del
capitalismo con su secuela de oportunidades políticas -cómo lo sostuvieron en
distintos momentos Alexander Kondratieff y luego Ernest Mandel en sus estudios
del ciclo económico – pero esto no lo sabremos hasta el final.
Por eso es pertinente preguntarse
si hemos tocado fondo, cómo parecen negarlo hasta los economistas más optimistas
y eso indica que estaríamos todavía en caída libre y con ella la destrucción
del empleo, empresas, recaudación fiscal, salarios y un largo etcétera -Un
paréntesis, para recordar que la llamada Gran Depresión estadounidense fue
desde 1929 hasta 1932 con toda su secuela de pobreza que exhibió magistralmente
la novela Las uvas de la ira el nobel John Steinbeck y fue una crisis
anclada principalmente en Wall Street, en la Bolsa de Valores de NY y de ahí se
irradió hacia el mercado mundial de la época -lo que significa que estamos en un
horizonte muy impredecible y llegado al fondo entraríamos en una horizontalidad
crítica que va a ser igualmente incierta con una alto costo en vidas no sólo
por razones de atención sanitaria sino por simple y llanamente: Hambre.
No sabemos cual va a ser su
profundidad lo que llevaría a reconocer que “no sabemos todavía dónde estamos
parados”, por eso la urgencia del lenguaje anticrisis que va del “quédese en
casa”, al “achatamiento de la curva pandémica”, cómo la panacea ante algo tan
poco maleable y menos controlable.
Claro, los organismos
internacionales y los gobiernos no tienen de otra más que ir atendiendo la
emergencia a como vaya a avanzando en una situación de recursos escasos, las
hegemonías mundiales en esa circunstancia parecieran establecer un juego de
suma cero donde lo que gana uno lo pierden otros, y ese es el drama que se
avizora, si de esta crisis no se genera un nuevo orden mundial basado en la
solidaridad global el desenlace podría ser más largo y mayormente trágico.
En definitiva, sea una crisis
tipo L, U o I, la salida no tiene precedente y no es comparable con las otras
crisis que han sacudido hasta ahora a la humanidad. Salvo, claro, que en tiempo
récord tengamos la vacuna que no es descartable y eso, una simple vacuna como
antes fue el antibiótico de la penicilina, salve no sólo la vida económica sino
a una buena parte de la humanidad.
Vamos, hay que dar perspectiva a
la crisis económica, para saber dónde estamos parados y lo que habría que hacer
en esa circunstancia para empezar sacudirse los falsos debates que hoy enturbian
el ambiente de por si temeroso del país.
Al tiempo.
Texto publicado en Sinembargo.mx el 18 de Abril de 2020
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