“HAY QUE SER MORALMENTE INTACHABLES”
“HAY QUE SER MORALMENTE
INTACHABLES”
Ernesto
Hernández Norzagaray
En nombre de la honestidad, se
multiplicaron los silencios. Bajo la bandera de la transformación, emergieron
nuevas formas de cinismo político. A casi siete años del arranque de la Cuarta
Transformación, los discursos de la moralidad conviven incómodamente con escándalos
de corrupción, pederastia, frivolidad, connivencia y encubrimiento. Viene a
cuento esto por los escándalos políticos y un sugerente artículo: “La
normalización de la indecencia” de la politóloga Karolina Gilas aparecido en
la revista Proceso.
La académica de la UNAM hace un
recuento puntual de como la desvergüenza política se ha instalado en el ejercicio
político de sociedades donde, alguna vez, se estuvo más cerca del espíritu racional
de Montesquieu que del realismo político de Maquiavelo.
Gilas, juiciosamente, hace un
recuento de indecencias de última hora. Va de las del actual presidente polaco Karol
Nawrocki que llegó al cargo teniendo detrás acusaciones de haber ejercido de proxeneta
y de haber despojado un departamento a un anciano; pasa por el presidente
argentino Javier Milei, que tiene entre sus malas obras, haberse burlado de un
niño autista, hasta llegar, entre otros, a Donald Trump convertido en presidente
por segunda vez pese acusaciones penales y sexuales.
Sin embargo, el interés que
despierta la académica no alcanza a los políticos mexicanos habiendo, mucha
tela de donde cortar, en esta novedosa categoría de sociología política. La
cual se define como actos que, sin ser necesariamente ilegales, son éticamente
cuestionables, cínicos o contradictorios con los ideales de un gobierno autodefinido
como moralmente superior y del que todos los días, el entonces presidente López
Obrador y, ahora, la presidenta Sheinbaum, nos lo recordaba y recuerdan en sus
conferencias mañanera mientras minimizaban o minimizan los excesos de sus
correligionarios.
En la primavera de 2021, el senador
Félix Salgado Macedonio se postuló como candidato a gobernador del estado de
Guerrero aun cuando tenía varias acusaciones de abuso sexual en su contra. Y
aun cuando se generó una burbuja mediática producto de las movilizaciones de
mujeres contra su candidatura se mantuvo firme por el apoyo de su partido y la
presidencia de la República. El INE, sin embargo, canceló su candidatura no por
los señalamientos sino por no haber reportado sus gastos de campaña interna,
pero, aun con ese fallo, promovió en un claro acto de nepotismo a su hija
Evelyn para lo sustituyera y está alcanzó la titularidad del Ejecutivo estatal,
mientras, Salgado Macedonio, se reeligió como senador de la República.
También, está el caso de la
ministra Yasmín Esquivel, acusada de plagiar la tesis de licenciatura cuando
intentaba presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación y este robo lo
confirmó la UNAM al reconocer que su tesis es similar a la de otro autor. Peor,
trascendió, que también había “fusilado” su tesis doctoral. No obstante, conservó
su posición ministerial y en la reciente elección de jueces, magistrados y
ministros se postuló buscando alcanzar la Presidencia de la Corte y no lo logró,
pero, será nuevamente ministra y, congruente con su trayectoria de chapuzas, fue
la aspirante más sancionada por el órgano electoral.
Otro caso, es el del nepotismo y las redes
familiares del expresidente López Obrador. José Ramón López Beltrán, hijo, del
entonces titular del Ejecutivo se le encontró viviendo en una mansión de
Houston propiedad de una empresa contratista de Pemex o el de Pio López Obrador,
hermano de Andrés Manuel, grabado recibiendo sobres con dinero en efectivo presuntamente
del gobierno de Chiapas sin consecuencia alguna.
Y si bien estos personajes no
detentan cargos de representación política si pudieran ser parte de una red de
corrupción familiar. Incluso, Pio, contra todo sentido de responsabilidad ha
demandado al mensajero por haber ventilado públicamente el video culposo.
También está, el caso del senador
Miguel Yunes Márquez, quien llegó a la Cámara alta como miembro del PAN y como
miembro de una familia política señalada de enriquecimiento inexplicable, corrupción,
incluso, pederastia. Para observadores políticos hubo un trueque de perdón por
causas penales a cambio del voto definitorio de la reforma autocrática del
Poder Judicial.
Adán Augusto López Hernández,
también senador y líder de la fracción senatorial morenista se le ha encontrado
que cuando fue gobernador de Tabasco tuvo de secretario de Seguridad Pública al
líder de la organización criminal “La Barredora”, filial tabasqueña del CJNG. Y
este poderoso político antes que atender al principio democrático de responsabilidad
política y poner, en suspenso, su cargo para presentarse ante la justicia y
rendir cuentas y, sobre todo, responder políticamente, por los daños que provocó
a los tabasqueños ha dicho simplemente que “no sabía de lo que hacía su
secretario de seguridad pública”.
La presidenta Sheinbaum salió en
su defensa y la mayoría morenista en el Senado evitó la discusión del caso que
huele a connivencia de política y crimen organizado.
Y, con esa línea discursiva desde
Palacio Nacional, sus camaradas morenistas le repitieron el apoyo (¡No estás
sólo, no estás solo!) que brindaron antes a Cuauhtémoc Blanco, el exgobernador
de Morelos, quien llegó a la Cámara de Diputados pese a los indicios de colaboración
con el crimen organizado, además, por contar con una denuncia por violación de una
media hermana que, dicho de paso, dividió a las legisladoras morenistas.
Y, finalmente, tenemos el caso de Rubén Rocha
Moya, gobernador de Sinaloa, que sigue en el cargo y no ha comparecido ante la
FGR salvo que lo haya hecho en sigilo. Recordemos fue señalado en una carta por
Jesús El Mayo Zambada hecha pública. En ella mencionó que fue parte de los
convocados a una reunión para resolver un problema de control universitario que
no se celebró porque el objetivo era el secuestro y extradición del narcotraficante
a los EE. UU. y el asesinato del diputado federal Héctor Melesio Cuén (véase, https://www.sinembargo.mx/4681102/1-720-muertos/).
En definitiva, el tema de la
indecencia en la política mexicana ha sido puesta sobre la mesa por la académica
Gilas y si bien no es nuevo, si adquiere una singularidad propia en el discurso
de regeneración nacional, no sólo por lo que hizo, sino por lo que se toleró, encubrió
o normalizó.
Vamos, en nombre del pueblo se
consolidó una élite con privilegios. En nombre de la ética, se justifican actos
profundamente antiéticos. Y nunca, mejor dicha aquella frase del López Obrador opositor
cuando viendo la corrupción del pasado dijo: “No basta con ser legal, hay que
ser moralmente intachable”. Y nunca más oportuna la reflexión de la profesora Gilas.
Comentarios
Publicar un comentario