La UAS, después del diluvio
La UAS, después del diluvio
Ernesto Hernández
Norzagaray
A mis compañeros de la
FACISO-UAS
El largo conflicto que sostuvo el
gobierno del estado de Sinaloa contra las autoridades de la Universidad
Autónoma de Sinaloa para algunos observadores desde la simplificación, y el
simplismo u oportunismo analítico, quedó sellado con un abrazo al estilo
Acatempan entre el gobernador Rubén Rocha y el rector Jesús Madueña Molina, sin
considerar, el fondo, de la ceremonia de toma de posesión donde se refrendó el
apoyo de los universitarios a su rector.
En otras colaboraciones, he
sostenido, que la manera en cómo terminara este conflicto sería probablemente
la ruta de captura morenista de las instituciones públicas de educación
superior y, cómo argumentaremos, en la UAS, el resultado, con algunos cambios
de forma, favorece la continuidad del proyecto del grupo hegemónico que
administrara las nuevas reglas y esto, significa, el matiz de un proceso
diverso.
Recordemos que este conflicto de
prueba y error se inició prácticamente en 2019 cuando se votó en el Senado de
la República la Ley General de Educación y subsecuentemente, la General de
Educación Superior y más tarde, las correspondientes a las Universidades
públicas.
Solo que, en Sinaloa, cuando el
Poder legislativo, hizo la armonización del articulado insólitamente se otorgó
atribuciones para intervenir en asuntos que protege la autonomía universitaria
prevista en el artículo 3° constitucional.
Y con esas atribuciones
inconstitucionales se echó a andar la maquinaria estatal para iniciar el
proceso de captura institucional y, en particular, quitar de la UAS a Héctor
Melesio Cuén Ojeda, exrector y líder del Partido Sinaloense, y enderezar
ataques contra las autoridades que se identificaban con el proyecto de la
“Universidad-partido”.
Vino entonces un ataque
mediático, persecución política, separación de cargos universitarios,
encausamientos penales hasta el lamentable asesinato de Cuén Ojeda el 25 de
julio de 2024 que, recordemos, coincidió con el secuestro y extradición de
Ismael El Mayo Zambada quien escribió desde una celda que buscaba apoyar y dar
una salida al conflicto interinstitucional.
Sin embargo, lo ocurrido aquel 25
de julio, derivó en una guerra entre las principales facciones del Cártel de
Sinaloa que hasta ahora ha tenido un costo alto en pérdidas humanas,
desapariciones forzadas, cierre de empresas, económicas y empleos, militarización,
caída de las inversiones y reducción del nivel de competitividad, terror y
miedo, acompañado todo, de una severa crisis de gobierno.
La situación de finales del año
pasado ya era de incertidumbre para todos los actores y estaba amenazada con
una mayor complicación por las movilizaciones universitarias y exigía la
intervención de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Llegó a través de la secretaria
de Gobernación, quien forzó al gobernador Rocha Moya, a desistir en su
propósito de captura institucional y presupuestal.
Y hoy sabemos que el acuerdo
político, consiste por el lado de gobierno, el retiro de las causas penales
para el rector más la postulación y reelección en el cargo; una negociación
económica para el resto de encausados, suspensión de la campaña de descrédito,
apoyos económicos e infraestructura, a cambio, el rector y el Consejo
Universitario, aceptan, instrumentar, una ley orgánica “progresista” donde, en
lo sucesivo, los estudiantes, serán quienes decidan sobre rectores y directores
de la Universidad mediante “voto libre, secreto, universal y directo”.
Esta versión de pueblo de sistemas populistas,
y autocráticos, en términos operativos técnicamente vendrá a sustituir un
modelo de Universidad basado en promociones políticas y méritos académicos, la
esencia de cualquier institución de educación superior.
Ninguna Universidad de prestigio
tiene elecciones estudiantiles como su principal mecanismo de decisión pues, se
presta, para campañas basadas en la popularidad y no en los méritos académicos
y, mucho menos, es buena noticia en una Universidad donde el 70% de sus
integrantes son estudiantes de educación media superior.
Peor, la UAS, ya vivió este
modelo estudiantilista entre los años 70 y 90 del siglo pasado y se obtuvieron
resultados desastrosos llegando a la estigmatización de sus egresados.
Esto, no, necesariamente,
significa que vuelva a suceder porque el rector Madueña Molina y su proyecto al
aplicarse pondrán en tensión el agregado “estudiantil” del ideario de la 4T.
Será, en 2029, cuando haya
nuevamente elección de rector y veremos si el intento de captura institucional
morenista floreció con una Universidad dirigida por el voto estudiantil y, a la
inversa, si el grupo hoy hegemónico, hizo su trabajo y merece un refrendo en la
conducción universitaria.
Finalmente, hay indicios de que
Madueña Molina no rompe con el modelo de control vertical del Consejo
Universitario, los sindicatos y la estructura de dirección, así, en el nuevo
gabinete universitario, si bien hubo cambios de personas se mantienen figuras
claves de la administración anterior, varias de ellas formadas y promovidas
dentro del “periodo cuenista”.
Madueña Molina, aunque,
notoriamente sufrió y aguantó todo tipo de presiones desde el gobierno no
desmonta el legado de Cuén, pero, si lo despersonaliza y lo enriquece, cuando
juega a su favor el contenido inclusivo de la ley orgánica como lo muestra el matiz
que el nombre de Cuén Ojeda no fuera mencionado en la ceremonia de toma de
posesión, pero, fue estruendoso el aplauso al exrector Víctor Antonio Corrales
Burgueño, diputado y dirigente del PAS.
Su gabinete, entonces, refleja
continuidad del proyecto político-académico con rostros nuevos e inclusión de
género -por ejemplo, será mujer la secretaria general- que le permite proyectar
liderazgo ante una ley que sorprendentemente establecía que, por razones de
género, en este periodo, debería ser rectora y no rector que finalmente, se
corrigió, como parte del acuerdo político.
También, el nuevo gabinete
incorpora académicos y académicas con menor exposición política, pero, con
fidelidad institucional probada y en algunas carteras claves, personas con
perfil técnico, no político, buscando capacidad y eficiencia de gestión, incluso
en un gesto político perturbador, el rector aceptó un alfil morenista en la
secretaria académica de Rectoría que, a la vista de todos, por su papel
deshonroso que jugó como diputado, difícilmente, podrá operar, en favor del
gobernador.
En definitiva, Madueña Molina
está moderando el perfil partidista del gabinete para restar la presión de los
gobiernos morenistas y ganar con ello liderazgo y legitimidad institucional, lo
que amortigua posibles críticas por un modelo excesivamente politizado.
La clave, ahora, está en ver, si
este equipo logra mantener el control, evitar fracturas y adaptarse a una
correlación de fuerzas donde Morena, que no quepa duda, seguirá insistiendo en
imponer su visión ideológica en esta y el resto de las universidades públicas.
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