ALFONSO GARCÍA ROBLES, 43 AÑOS DESPUÉS
ALFONSO GARCÍA ROBLES, 43 AÑOS DESPUÉS
-Ernesto Hernández
Norzagaray
Seguramente algunos se preguntarán
quien es la persona que lleva por título este artículo, cual fue la contribución
que hizo y porque su nombre es importante en este momento en que existe el
riesgo de una conflagración nuclear. Antes
de entrar al tema me preguntó en mi foro interno porque en México somos tan dados
a invisibilizar a los mexicanos universales y visibilizar a personajes pequeños
poniendo sus nombres en avenidas y escuelas.
En tanto encuentro respuesta,
estallan misiles en Jerusalén y Teherán causando muerte y desolación. No son
pocos los ataques israelíes contra centros de enriquecimiento de uranio de Irán
y, ante la dificultad técnica y armamentista, buscan apoyo estadounidense para llegar
a las profundidades de una montaña cercana a Teherán donde se encuentra la planta
de uranio Fordow.
Esa planta de acuerdo con
informes especializados es capaz de producir uranio a niveles del 60%, es
decir, por encima de lo requerido para uso civil. Incluso, hay fuentes que sostienen
que Fordow lo ha producido al 83.7%, muy cerca del 90%, suficiente para convertirla
en un arma nuclear.
Por eso Benjamín Netanyahu, el
primer ministro israelí, alarmado, ha pedido apoyo al presidente Donald Trump
para abatir este “riesgo” regional y él, junto a sus asesores de Defensa, valoran
utilizar la bomba antibunker GBU-57 que tiene un peso de casi 14 toneladas y es
capaz de penetrar en tierra hasta 60 metros lo suficiente para destruirla.
Sin embargo, como dicen expertos,
no existen garantías de que un ataque de esta dimensión salga bien, porque este
armatroste militar, nunca ha sido utilizado y los resultados son impredecibles.
Y este suceso guerrerista, que
tiene al mundo en un estado de pánico latente, nos trajo a la memoria un caso similar
ocurrido entre el 16 y el 28 de octubre de 1962 en la llamada crisis de los
misiles que prácticamente estuvo a punto de desencadenar una guerra nuclear
entre Washington y Moscú.
Y todo se originó por el despliegue
de misiles balísticos con ojivas nucleares estadounidense en Italia y Turquía,
mientras, los soviéticos, hicieron lo propio en la isla de Cuba que Fidel
Castro aceptó con fines disuasivos ante eventuales incursiones como la de Bahía
de Cochinos.
John F. Kennedy y Nikita Jrushchov
finalmente llegaron a un acuerdo de retirar los misiles ante los riesgos que
representaban para sus países, incluso, para sus vecinos como era el caso de
México.
Sin embargo, esa experiencia bélica,
que felizmente terminó bien, encendió las alertas sobre lo que representaba que
en Latinoamérica se instalaran plantas nucleares como mecanismo de defensa y quedó
la alerta en el reclamo que el “pueblo” cubano hizo a Jrushchov en una visita a
la isla cuando le gritaban airadamente “Nikita, mariquita, Nikita mariquita”.
Alfonso García Robles, en esos
años, ya tenía una carrera robusta en el servicio exterior mexicano y en la
ONU, había empezado muy joven en 1939, como tercer secretario de la Embajada de
México en Suecia y en 1941, fue llamado a la Ciudad de México durante el
gobierno de Ávila Camacho para hacerse cargo de la subdirección de Asuntos
Políticos del Servicio Diplomático.
Y de ahí, en 1946, trabajó en el diseño
de lo que sería la Carta de Naciones y luego la ONU y eso, significa, que entre
ese año y 1956 vivió en Nueva York donde tenía la mejor ventana para observar
el comportamiento de las naciones en la segunda posguerra.
Seguramente esa experiencia
diplomática intensa le permitió ver de cerca la crisis de los misiles que
estuvieron a punto de provocar esa nueva guerra a las puertas de los Estados
Unidos y con ese conocimiento, acumulado en 1958, regresó a la Ciudad de México
para hacerse cargo de la Dirección para Asuntos de Europa, Asía y organismos
internacionales de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
García Robles, entre 1962 y 1964,
se desempeñó como embajador en Brasil, y regresó al país en calidad de
subsecretario de Relaciones Exteriores cargo que conservó hasta 1970 y entre
1975, y 1976, ya como Premio Nobel, se desempeñó como secretario de Relaciones
Exteriores.
Justamente en este último periodo,
preocupado, por la carrera armamentista de la Guerra Fría convenció a al
presidente Díaz Ordaz de la necesidad de que México se convirtiera en el líder regional
en el combate contra las armas nucleares.
Y así fue, como García Robles, convocó
al resto de países latinoamericanos para suscribir el 14 de febrero de 1967 el Tratado
de Tlatelolco - su nombre formal es Tratado para la proscripción de las Armas
Nucleares en la América Latina y el Caribe- que entró en vigor el 22 de abril
de 1969.
Este Tratado que es un orgullo de
la política exterior mexicana tenía tres objetivos principales: Prohibir el
uso, prueba, fabricación, producción o adquisición de armas nucleares en toda la
región; crear, un organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares para América
latina y el Caribe (OPANAL) y, constituirse, en el primer tratado de desnuclearización
de una región densamente poblada que habría de servir como modelo para tratados
similares en otras partes del mundo.
Y en reconocimiento a ese
esfuerzo mayor, en el contexto de la Guerra Fría y en diciembre de 1982 fue el
primer mexicano que recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en el
desarme nuclear mundial y creación de zonas libres de armas nucleares. Que,
dicho de paso, puso a México en la vanguardia en este tema que hoy cobra relevancia
cuando los tambores de la guerra nuclear vuelven a escucharse y cobra
relevancia aquel posicionamiento.
García Robles, nació en 1911 en
Zamora, hijo de en una familia de pequeños comerciantes y la vida lo llevó a realizar
sus primeros estudios con los jesuitas en Guadalajara y más tarde a estudiar Derecho
en la UNAM, el Instituto de
Estudios Internacionales de la Universidad de París, la Academia de Derecho
Internacional de La Haya. Falleció en la Ciudad de México en 1991.
Rostam Adanibia, encargado de negocios de la República de Irán,
en una entrevista reciente pidió que México fuera intermediario en el conflicto
que su país sostiene con Israel, haciendo eco de la larga y rica tradición diplomática
que ha caracterizado a nuestro país y eso, me llevó a escribir y recordar un
pasaje del discurso de aceptación del Premio cuando alertó, palabras más, palabras
menos, que las potencias tenían capacidad nuclear para destruir 3000 mil veces
la tierra imaginemos, ahora, cuantas más y sospecho, que muchos de los políticos
en posiciones diplomáticos, ni idea tienen de quien fue este gran mexicano y
menos esa vocación antinuclear.
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