ZEDILLO VERSUS SHEINBAUM
ZEDILLO VERSUS SHEINBAUM
Ernesto Hernández
Norzagaray
Cualquier ciudadano medianamente
informado esperaría que una discusión entre una presidenta en funciones y un expresidente
tuviera perspectiva y que no quedará reducida a descalificativos, admoniciones,
amenazas, porque, si de lo que se trata, es exponer los saldos de dos proyectos
políticos antagónicos seguro que ambos salen raspados ante las audiencias.
Mucho se ha dicho, no sin interés
político, que los gobiernos neoliberales han sido la gran tragedia nacional cuando,
también, en los medios serios nacionales y estatales todos los días se exhiben las
grandes debilidades del modelo capitalista populista vigente.
Sea porque el primero tiene la
gran mancha del Fobaproa que endeudó a cada uno de los mexicanos, incluso, a
los que no han nacido, y restó liquidez a los gobiernos posteriores y peor, vino
acompañado de esa violencia que hoy cuestiona la ONU y que entonces tuvo que
ver con Acteal y Aguas Blancas.
Pero ¿acaso no ha tenido un alto
costo haber suspendido el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México cuando se
había invertido un 30% o los barriles sin fondo de Pemex y las obras insignias
del primer piso de la llamada 4T? ¿o peor, el aumento de la deuda pública que paso
de 9 hasta los 17 billones de pesos durante la gestión de López Obrador?
Y si nos vamos a la violencia
criminales, las cosas no están mejores, los más de 200 mil homicidios dolosos y
decenas de miles de desapariciones forzadas exhiben con toda claridad el
sexenio de López Obrador y no cesan, en el gobierno de continuidad obradorista,
de manera que el saldo de este modelo, no está para presumir y menos, cuando es
resultado, en mucho, de la política irresponsable de “abrazos y no balazos” que,
felizmente, la dupla Sheinbaum-Harfuch ha decidido tomar distancia de ese pacto
secreto y “calderonizarse” para corregir
el rumbo fallido.
Entonces, la discusión entre
ambos políticos, mejor entre dos doctores, debiera ser a otro nivel por el bien
del país, Ernesto Zedillo, ha puesto sobre la mesa el tema democrático, la
destrucción y captura de las instituciones de la transición a la democracia
incluso, la transparencia de los beneficios que recibe AMLO como expresidente,
y, lamentablemente, cómo respuesta la presidenta Sheinbaum no responde al tema
democrático si no esgrime, con el apoyo entusiasta de Pablo Gómez, la “mala”
decisión que fue el Fobaproa y le antecede una expresión que no corresponde al lenguaje
de la política, el de la moral (Vox populi dice: la moral, es el árbol
que da moras).
Sí, la presidenta Sheinbaum, descalifica
a Zedillo, diciendo que no tiene solvencia moral para “venir hablar de democracia”;
y me pregunto, como muchos ¿y quien sí? ¿acaso, Zedillo, no es un ciudadano
mexicano y como tal, puede exponer su visión de país y ya dirá la gente, si
tiene o no razón? o, con esta reacción emocional, pregunto, ¿estamos ante un
adelanto de facto de lo que se pretende con la hoy suspendida ley de
telecomunicaciones?
O, peor, podríamos concluir, que
desde la alta tribuna presidencial se pretende decir quienes pueden expresar
sus ideas y quienes deben guardarse sus opiniones por una cuestión moral. ¡Caramba!
Quizá, por lo encarrerado que
está el llamado cambio de régimen, no se quiere que se discutan estos temas que
tienen detrás ejercicios, agandalles y arreglos políticos oscuros que no
corresponden a una democracia decente y respetable sobre todo cuando pone en
entredicho el valor del modelo alternativo al neoliberal.
Y es que la presidenta Sheinbaum
sostiene sin rubor alguno que después de la elección popular de jueces,
magistrados y ministros, seremos el país más democrático del mundo y habría que
preguntarse, dado que es un modelo tomado de la experiencia boliviana, si aquel
país sudamericano, con varios años de ejercerlo, ha sido reconocido, no digamos
como el país más democrático del mundo, sino, como ejemplo a seguir por otras
naciones con déficit democrático.
No ha sucedido, es más ni pinta, por
el contrario, Bolivia, hace su contribución a la incertidumbre con estos
ejercicios por la falta de certeza jurídica y eso, en México, tarde, que
temprano, tendrá un costo para la credibilidad del gobierno.
Y, claro, como provienen estas expresiones
de un tecnócrata reconocido como Ernesto Zedillo le pega duro a la narrativa
del poder porque saben que sus argumentos no solo son para consumo nacional,
sino para el internacional, porque son leídos por miembros de organismos
financieros internacionales e inversionistas extranjeros y nacionales y eso,
irremediablemente, tiene y tendrá consecuencias, tanto por lo argumentado como
por la respuesta de la presidenta Sheinbaum.
Repito, lo mejor que pudiera
sucedernos, como país, es que los mandatarios abonaran al debate público acorde
a su estatus político-científico, y no quedarnos con preguntas sin respuestas y
frases emocionales, menos, todavía, con las del concierto de voces paleras que
desde distintas trincheras atacan a unos y a otros, sea sacando “trapitos al
sol”, garigoleando análisis ad hoc con guiño incluido o, abiertamente,
golpeando al personaje de su desprecio y magnificando la figura de su estima.
En definitiva, nuevamente, se exhibe la interesada
incapacidad para reducir el debate público a la adjetivación, el de las frases
pegadoras, aquellas, que buscan, refrescar la memoria colectiva del
resentimiento y uniformar la narrativa oficial a un pretendido pensamiento único.
Está el otro lado de la moneda,
que busca no sólo calentar la atmosfera sino dejar pegatinas en aquellas
preguntas sin respuestas, invitaciones sin aceptaciones, desafíos convertidos
en silencios. Y es que recordemos, en política y en la vida, en el sentido más
amplio, siempre, el que calla otorga.
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