LA PARABOLA DE LA VIOLENCIA CONTRA POLÍTICOS
LA PARABOLA DE LA VIOLENCIA
CONTRA POLÍTICOS
Ernesto Hernández
Norzagaray
Mi solidaridad con
Adela Navarro
y Héctor de Mauleón
En el largo periodo de la
transición a la democracia el crimen organizado ha estado presente y ha dejado
su impronta sangrienta entre la clase política.
Antes de ese periodo el crimen
organizado estaba, como lo explica detalladamente Luis Astorga, el sociólogo
sinaloense, quien realizó la investigación más importante a través de fuentes
estadounidenses para ese gran libro que es El siglo de las Drogas donde el
investigador de la UNAM aborda la relación entre el crimen organizado y la
política durante el siglo 20.
Así fue, como los gobernadores de
la ruta de las drogas, se convirtieron en una suerte de padrinos de las mulas
que llevaban su producto a la frontera norte.
En ese entonces, tres reglas no
escritas, definían esa relación que hoy tiene de cabeza al país con sus
asesinatos:
Una, que la violencia si era
necesaria debería ser en silencio y alejadas de los centros urbanos, dos, que
está nunca debería ser en contra de los políticos y sus familias y, tres, que
en caso de detención dentro y principalmente, fuera del país, nunca deberían
involucrar a los políticos en sus declaraciones.
El cumplimiento de estas reglas
redundaba en beneficios para esta generación de narcos como la libre
circulación por el territorio, protección de sus familias, negocios y
patrimonios.
Esta pax, narco política, se
presume que empezó a romperse con tres procesos que se dan a finales de los
años ochenta, donde, primero, había una nueva generación de narcos que vino a
romper paulatinamente las reglas con un mayor protagonismo y violencia;
segundo, los procesos de alternancia política PRI-PAN, y más tarde, PRI-PRD, en
el ámbito local, había generado vacíos de intermediación corrupta con los
gobernadores y ese vacío, lo llenaron ellos, en complicidad con agentes
policiacos. Y en ese tránsito oscuro, surge el interés creciente por tener
testaferros en la política, especialmente, en los estados y municipios, de las
llamadas rutas de trasiego de drogas y, tercero, eso perfiló la papa caliente
de la narcopolítica que se ha vuelto un problema mayo en la relación bilateral
con Estados Unidos.
Esta violencia contra los
políticos ha pasado por distintos momentos que van del salinismo a los
acontecimientos de esta y la anterior semana:
Salinismo, durante este gobierno
hay tres hechos relevantes: el asesinato selectivo de cientos de militantes del
Frente Democrático Nacional que apoyaban la candidatura presidencial de
Cuauhtémoc Cárdenas, los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco
Ruiz Massieu, candidato presidencial y presidente del CDN del PRI y, luego, la
vinculación de Raúl Salinas, hermano del presidente Salinas de Gortari, como presunto
operador del Cártel del Golfo que en ese entonces dirigía el tamaulipeco Juan
García Abrego.
Durante los gobiernos de Ernesto
Zedillo y Vicente Fox la violencia política no paró, pero se sesgó hacia la
periferia como fue la confrontación militar contra el EZLN, las masacres de
Aguas Blancas, Acteal, El Bosque, en tanto, el segundo presidente no registra
crímenes políticos relevantes, pero, si, contra defensoras de los derechos
humanos especialmente el caso de la abogada veracruzana Digna Ochoa que fue
asesinada cuando defendía a comunidades que habían sido agredidas por
militares.
En cambio, con Felipe Calderón,
vuelven los crímenes contra políticos -aunque con el polémico manto de
accidentes aéreos- son los casos de los secretarios de Gobernación Juan Camilo
Mouriño en noviembre de 2008 y de Francisco Blake Mora, también en noviembre,
pero, de 2011 y en los dos casos, destaca que las valoraciones técnicas están
asociadas a falta de pericia de los pilotos y errores en los traslados, sin
embargo, detrás de ellos estaba la detención y posterior extradición a Estados
Unidos de Jesús El Rey Zambada, hermano de Ismael, que controlaba el aeropuerto de la Ciudad de
México y se utilizaba para el trasiego de droga colombiana, muy probablemente,
con la anuencia y el apoyo de Genaro García Luna.
Con Peña Nieto, sin duda, el
crimen más relevante fue el de los 43 estudiantes de Ayotzinapa ocurrido la
noche del 26-27 de septiembre de 2014 un suceso criminal que sigue estremeciendo
la memoria colectiva porque no se conocen oficialmente las causas y los autores
intelectuales.
La promesa electoral de López
Obrador de que en su mandato se conocerían todos los detalles y se haría
justicia nunca se cumplió. Se dice que fue porque las investigaciones oficiales
y civiles llegaron a un punto en que se comprometían al círculo del poder.
En el mandato de López Obrador no
se conocen casos relevantes de políticos asesinados salvo el intento fallido de
Omar García Harfuch en 2020, quien, entonces, se desempeñaba como secretario de
seguridad pública de la Ciudad de México, lo que contrasta con los más 200 mil homicidios
dolosos y las decenas de miles de desapariciones forzadas, los cientos de
políticos y candidatos regionales en campaña y asesinatos de periodistas.
El país, durante este gobierno, se
convirtió en un cementerio por la libertad e impunidad con que se movieron los miembros
de los cárteles de la droga dada la política paralizante de “abrazos y no
balazos”.
Finalmente, los siete meses del
mandato de Claudia Sheinbaum y, particularmente sin olvidar la violencia
electoral, el asesinato reciente de dos altos funcionarios del gobierno de la
Ciudad de México, permiten, aunque la presidenta diga que no hay que especular
sobre el móvil y esperar el resultado de las investigaciones oficiales, es
imposible, no coincidir con quienes, dentro y fuera, lo asocian a la violencia
del crimen organizado.
Los crímenes de Ximena Guzmán y José
Muñoz tienen la misma mecánica de los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José
Francisco Ruiz Massieu, incluso con sus matices operativos el intento fallido
contra García Harfuch, donde de la nada aparece un pistolero profesional para
acabar con sus vidas.
Entonces, que no se de vuelta a
las hipótesis, el crimen lo cometió un pistolero de algunos de los cárteles que
operan en la Ciudad de México lo que significa un vuelco a los años noventa de
los asesinatos de políticos.
Y eso, tendría su explicación por
el cambio de la política de “abrazos y no balazos”, por otra más proactiva, de
golpe contra golpe, en materia de lucha contra el crimen organizado y en todo
esto, aparece la reiteración de Marco Rubio, secretario del Departamento de
Estado estadounidense ofreciendo apoyo en este problema bilateral y la
respuesta oficial es la correcta.
Sin embargo, pregunto, ¿nuestras
fuerzas han sido las suficientes y, mejor, la presidenta seguirá con la nueva
política en materia de seguridad o volverá a la política de su tutor político?
Posdata: Un indicador para medir
el clima en Palacio Nacional lo es el nerviosismo y cálculo en el viaje que la
presidenta Sheinbaum haría este fin de semana a Sinaloa, y luego de los
acontecimientos del penal de Aguaruto, la visita, se volvió un galimatías con
cambios de lugares y hasta el rumor, de cancelación, finalmente llegó, pero, a
otro municipio que garantizaba mayor seguridad.
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