SINALOA, LOS DEMONIOS ANDAN SUELTOS
SINALOA, LOS DEMONIOS ANDAN
SUELTOS
“Queda claro que quien
garantizaba la paz en Sinaloa era El Mayo”, reza el muro digital de un activista
culichi que, quizá, hasta antes del 25 de julio pasado pensaba que vivía en un
estado/ciudad donde imperaban los mínimos de la ley, el pacto motor de estabilidad
en toda sociedad civilizada y, finalmente, se ha dado cuenta que no es tal y
que son los poderes facticos, los que garantizan su seguridad.
Y ahora de golpe y balazo, se ha
dado cuenta que el imperio de la ley era una ensoñación y la realidad le ha
demostrado que todo radicaba en la voluntad de un personaje que estaba “siempre
en algún” lugar de Culiacán, la Sierra Madre Occidental o en las costuras del
triángulo dorado y, ahora, ese hombre otrora todopoderoso, habita en una celda
del centro correccional de Brooklyn desde donde puede hacer poco por
reestablecer la paz rota.
Es la historia de siempre de las viejas
mafias con su inevitable Padrino, decidido, audaz e inteligente que fue capaz
de acumular poder por las malas o por las buenas, gracias, a sus dotes de
negociador que le reconocen propios y extraños y que le ganó el mote de “jefe
de jefes”.
Consciente de que el poder no es
útil sino es para servir a los suyos en la carta que escribió desde su
reclusión texana recomendaba a los suyos, y quizá, también, a los que le
traicionaron, que había que evitar que se desatara la violencia que hoy estamos
presenciando con el Culiacanazo 3.0.
Y las palabras del general Francisco
Leana Ojeda, comandante de la tercera región militar, de que la paz “no depende de nosotros, depende de los grupos
antagónicos, que dejen de hacer confrontación entre ellos y que estén dejando a
la población en paz para que viva con tranquilidad” es la confirmación
de una política de seguridad fallida, pero, también, de que si esa guerra se
desataba era a cuenta y costo del Cártel de Sinaloa.
Así, los ciudadanos están sujetos
a que los que hoy toman sus calles, secuestran o asesinan, dejen de
confrontarse porque el gobierno no está para garantizar la seguridad sino para
cumplir la política de “abrazos no balazos” a la que se suma penosamente la
presidenta electa que no se sale un centímetro de la línea que le han trazado.
Y eso, lo han entendido los
sinaloenses que el mayor número de votos que haya obtenido un gobernador en la
historia del estado de los once ríos y en los comicios presidenciales de 2018 y
2024, fue el estado del norte que más aportó votos en términos relativos a
Andrés y Claudia e, igual, está entre los primeros cinco a nivel nacional.
“Amor con amor se paga”, reza un apotegma
que gusta mucho decir al obradorismo y en Sinaloa, no parece cumplirse al caer
en el desamparo y llamar a rascarse con sus propias uñas y resguardarse en sus
hogares para evitar los efectos de la narcopandemia, como la llama
acertadamente, el diputado Mario Zamora, desde la tribuna legislativa.
Llaman a los culichis a aceptar su
realidad con una contención gubernamental disuasiva o encomendarse al poder del
Padrino que garantizaba que los “dueños” del estado no se confrontaran y ahora sin
control están tirando bala a la vuelta de la esquina, donde, además, levantan a
jóvenes para incorporarlos a fuerza en sus comandos armados cuando.
Quizá, en algún momento esto vaya
a la baja -al escribir este texto al caer la noche del jueves me llega la
imagen capturada por un dron desde lo alto de la céntrica avenida Álvaro Obregón
de Culiacán- y en ella, muestra, esperanzadoramente, que la circulación de
autos y personas empieza a normalizarse.
Total, dirán los culichis más resignados,
no es la primera vez que Culiacán vive una situación similar y están, como
ejemplo, los otros culiacanazos que han cimbrado a la población y pasado un
tiempo las cosas vuelven a una normalidad metabolizada.
Hoy, no faltara algún compositor
de corridos tumbados que este escribiendo ya la crónica del “culiacanazo 3.0”
más largo y en sus rimas este exaltando la épica en estos acontecimientos y
personajes mientras los personeros de otros cárteles se soban las manos bajo la
máxima de que “cuando tus enemigos hacen tonterías, no los distraigas” pues, así
como en la política, no hay vacíos, tampoco en el crimen organizado, como lo
dice Ricardo Ravelo, estamos ante un relevo y, el que a su juicio, será el
cártel del próximo sexenio.
Pero, la doble orfandad duele,
cuando se sale de las series narcas de plataformas de streaming para
mostrarse a todo color y aparece el miedo que significa salir a la calle, la
escuela, el trabajo o abrir un negocio para atender a los clientes y, duele,
más cuando ante ese torbellino interno el gobernador sale a la prensa para buscar
normalizar con saliva la vida cotidiana de los culichis mientras él, y su
equipo más cercano, se desplaza por las calles a toda velocidad en caravanas de
camionetas como garantía de su seguridad.
O sea, lo que no tiene el culichi
de a pie, el que espera en una esquina un autobús para hacer sus tareas
cotidianas y ve pasar esa decena de vehículos veloces solo le queda más que
maldecir y hacer su vida.
Vamos, que importante es en toda
sociedad las instituciones para garantizar la vida en condiciones mínimas de
seguridad y que mejor que sean las del Estado, no las de un Padrino por más
reconocido que sea, porque está visto que cuando aquel, falta, como sucede con El
Mayo Zambada, los demonios salen con todo a cobrársela sin considerar la
perdida de sus libertades básicas.
En definitiva, la expresión de
nostalgia trágica, con la que empezamos este texto es lamentablemente una gran
verdad para muchos sinaloenses convencidos de la mitología que envuelve a este
personaje sencillo que sobrevivió décadas de persecución si no, también, por el
sentimiento de desamparo que significan las palabras del general Leana Ojeda, del
presidente López Obrador y las de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum.
Al tiempo.
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