LA POLÍTICA CANALLA

 

LA POLÍTICA CANALLA

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

No es para sorprenderse, como sociedad tenemos callo, el largo periodo priista nos legó, además, de muchas de las instituciones del México de hoy una forma de hacer política que no se caracteriza por la tersura democrática sino por la manipulación de la opinión pública, la difamación del adversario, la cooptación y la corrupción política que frecuentemente, la registramos a través de un cartón contundente de Magú o, ahora, un meme sin paternidad, pero, al final, terminamos metabolizando pues es una historia que se repite.

Aun, en los tiempos de mayor legitimidad, los personajes del sistema priista, incluso los del PAN, cuando no lograba convencer con las buenas artes no tenían escrúpulos para utilizar las malas; cuando no lograban cooptar con un premio se sometía, encarcelaba, desterraba o asesinaba a los adversarios de dentro y fuera del sistema. Jugaba ese doble rol de la tersura con el mazazo con los que no se alineaban con el poder en turno.

Octavio Paz, lo entendió, estudió y definió el fenómeno como ningún otro intelectual con la figura mítica del ogro filantrópico, esa mezcla política de estatismo y burocracia omnipotente que terminaría por estallar con su violencia que terminaría por desplazarlos paulatinamente del poder.

Y esta semana estamos dándole otra vuelta a la tuerca, como lo diría el escritor estadounidense Henry James, para retrotraernos a un punto que muchos no conocieron, otros lo habían olvidado y los viejos izquierdistas hoy empoderados ya no son lo que fueron y van con una corriente semejante a la que México combatieron. Se vivió durante el cardenismo y terminó estrepitosamente con el avilacamachismo y el alemanismo no se diga con el ordazismo y el echeverrismo.

Bien, ya lo vivimos, no nos lo van a contar y para las nuevas generaciones están los libros, las películas, los documentales, las charlas con los padres o abuelos y abuelas. Que, además, nunca se fue totalmente pues, aun, en el momento estelar de la vida democrática no dejó de haber excesos.

Ahí están las muertes de Manuel Clouthier, Luis Donaldo Colosio o Francisco Ruiz Massieu; las masacres locales de Acteal, San Fernando, Tlatlaya o Ayotzinapa; las decenas de periodistas asesinados en el ejercicio de su profesión y la muerte de candidatos, dirigentes y operadores políticos que han ido en aumento en cada proceso electoral y que decir hoy, con el cuentagotas, que en esta semana se vive en Sinaloa donde las fracciones del cártel de Sinaloa se enfrentan en la capital del estado y alrededores, poniendo en peligro a la población civil, sin que las fuerzas de seguridad vayan más allá de hacer llamados a resguardarse en sus hogares, suspender actividades educativas, recoger vehículos quemados y balaceados. Y del gobernador Rocha, que decir.

Son los crímenes ocurridos durante los gobiernos del viejo PRI, pero, también, en los del nuevo PRI en que se ha convertido Morena. O sea, la eufemística amalgama, PRIMOR, a la que en estos días la hemos visto en todo su esplendor. Haciendo lo del viejo PRI. El que cuando no ganaba, arrebataba. El que retorcía la ley en su beneficio para garantizarse sobrerrepresentación y control de las instituciones. El que ponía cuotas electorales a sus gobernadores y alcaldes para garantizarse triunfos electorales. El que ponía, pero, también, amenazaba consejeros y magistrados electorales. El que premiaba la lealtad y la ignominia. El que coaccionaba, humillaba, con expedientes judiciales a personajes de la oposición.

Sí, hoy lo hacen, quienes dicen a la menor provocación: “Somos diferentes” o, mejor, como lo ha dicho esta semana AMLO, ante pregunta expresa sobre la cooptación política de los Yunes: Es la búsqueda del “equilibrio entre la eficacia y los principios”.

Y ese es el tema de fondo hoy en México. Lo nuevo está cargado de lo viejo. De lo mismo. Y lo grave es que con eso se ofrece un mejor porvenir mientras con sus decisiones se sacude al mundo. La sacudida de la oposición política está cantada. La de los empresarios y campesinos que ven con incertidumbre su futuro. Los pequeños, medianos y grandes inversionistas que ven incertidumbre jurídica sobre sus bienes. Los estudiantes activos que expresan su protesta como lo saben hacer en las calles. Los organismos internacionales muestran su preocupación por la reforma al Poder Judicial que conlleva la elección popular de jueces, magistrados y ministros. El sistema financiero internacional hace lo propio y genera inestabilidad del peso.

En suma, el país, vive un torbellino que solo tiene parangón en la crisis del gobierno de López Portillo que terminó, recordemos, con la instalación del modelo neoliberal solo que ahora discursivamente es al revés, nacionalismo obradorista, la receta a los grandes problemas.

Que terminó con miles de empresas estatales y puso a muchos mexicanos en la calle como lo ven venir los trabajadores del Poder Judicial para quienes lo menos es que le quiten su fideicomiso que les garantizan las pensiones o el ajuste de salarios, lo del hoy, es el riesgo de perder lo logrado en la carrera judicial o sea quedarse sin nada.

Hoy, el presidente López Obrador, en el último aliento del sexenio ofrece volver a la “sustitución de importaciones” que promovía para los países de América latina el argentino Raúl Prebisch hace setenta años a través de la CEPAL.

Y aunque esta iniciativa mostró rápidamente su inviabilidad es congruente con el discurso obradorista, sin embargo, habría que preguntarse que producimos que no necesite de los insumos de la globalización. Ya ni siquiera maíz que nos llega transgénico y a precios, sin competencia, basta ver a los productores sinaloenses y sonorenses. Y, peor, el consumo que también cambio con las plataformas de mercadeo de un alfiler o un coche eléctrico.

Y tarde que temprano nos golpearan la cara, la espalda, los pies. Y ya vendrán las nuevas movilizaciones sociales que vimos con el PRI y ahora al lado de jueces, magistrados y ministros.

En definitiva, la vuelta a la tuerca es más de lo mismo y con lo mismo. Al tiempo.

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