EL SENTIDO DE CUERPO
EL SENTIDO DE CUERPO
Ernesto Hernández
Norzagaray
“Nosotros le tenemos toda la confianza al gobernador de
Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y lo felicito porque da la cara no dejó pasar ni un
día”, señaló con admiración el presidente López Obrador y Claudia Sheinbaum, la
presidenta electa, no se quedó atrás, más cauta, habló al oído a los
sinaloenses sin mencionar al nombre puesto en entredicho: “Quien quiera
estigmatizar a este bello estado que se quede con su historia, porque hombres y
mujeres de Sinaloa son buenos mexicanos y mexicanas, hombres y mujeres de trabajo”.
Luego vendría en cascada del sindicato de gobernadores de
Morena que al unísono hablaron como malos jueces sentenciando comedidamente: “los
falsos señalamientos realizados supuestamente por el señor Ismael
Zambada García a través de su defensa legal que pretenden
vincular sin éxito al gobernador Rocha con esta persona detenida el pasado 25
de julio”.
Para cerrar a tono con la presidenta
electa dijeron al aire: “Hacemos un llamado a detener la estigmatización del
estado de Sinaloa y de su
gente. La historia y grandeza del pueblo sinaloense siempre transcenderá las
acciones de unos cuantos”. Y luego vinieron los medios y editorialistas afines
para cerrar el bucle de la sincronía discursiva cuatroteísta.
Acaso esta ¿no es una sinfonía en
deuda cultural con el viejo régimen priista? Expresión uniforme de las fuerzas
vivas que siempre estaban a tono con lo expresado en Palacio Nacional y señal, indiscutible,
para jueces, ministros y ministros del Poder Judicial cuando se trataba de este
tipo de casos o, en sentido contrario, si la consigna era fastidiar a un hijo descarriado.
¿Habrá quien dude de que esa
uniformidad es un mensaje para Gertz Manero para procesar el caso ad
infinitum qué por razones de tiempo y ganas ya no le tocara resolver?
Y, claro, tiene un efecto interno,
trasmite la consigna de que “quien, se mete con uno, se mete con todos”.
Pero, el problema es que no es un
asunto endogámico, de la oposición, pues involucra intereses norteamericanos. Y
estos tienen en su poder a quien seguramente se siente traicionado. Agraviado
por el engaño. Y por el asesinato de su amigo Héctor Melesio Cuén Ojeda.
Y es que este en su carta pública mandó
el mensaje tácito de que todo se paga. Y para empezar ahí, está, la mención del
nombre del gobernador que pudo evitar, pero, no lo hizo, para interpretación de
propios y extraños.
Hoy, Rubén Rocha Moya, es quizá el político
más mencionado en redes sociales. Punta de lanza mediática de la narcopolítica
mexicana a la que le hace poca mella el ataque presidencial de que es un
subproducto, una reedición de la campaña conservadora y antimexicana de la
etiqueta #narcopresidente y es que, hay al menos fuertes sospechas, de que no
fue ajeno y cómo bien lo dice Adrián López, director de Noroeste, tiene más
credibilidad la versión de El Mayo Zambada.
Y es que estamos ante un sistema
incubado a lo largo de más de un siglo (Luis Astorga, dixit) y,
entonces, lo que estamos viendo es una relación extraordinariamente sofisticada
que va de la economía a la política y de está, a la cultura de masas y eso es
Sinaloa.
La cuestión es que el affaire
Zambada ha llegado a la gran prensa nacional e internacional con todo su efecto
en el sistema de valores dominantes. Hipócritas, “no nos hagamos pendejos”, se
lo dijo Rocha Moya, al periodista Salvador García Soto, en un resorte de
sinceridad a la sinaloense reconociendo que él conocía a todos los narcos de
Badiraguato.
Y, ahora, niega la entrevista, que
se habría celebrado en Culiacán y más difícil será negar la concedida a Carlos
Loret de Mola después de su triunfo electoral de 2021 cuando habló de conciliar
intereses del Estado con los del crimen organizado mediante una política pública.
Y esas afirmaciones, grabadas,
enredan a Rocha Moya, en la madeja de la complicidad que probablemente no sea literal
sino, simple interlocución, con un actor vitalicio en la vida sinaloense.
Pero, eso no importa, lo que importa
es la percepción que genera y hoy tiene al gobernador sentado en el banquillo
de los acusados de los grandes medios de comunicación y bajo la mirada acusadora
de las agencias estadounidenses.
Y con él, a otros actores, entre
ellos, el empresario Jesús Vizcarra, que a decir por el gobernador prestó su
avión al hijo para ir a visitar familia en Los Ángeles el día del secuestro de
Ismael El Mayo Zambada y el asesinato de Héctor Melesio Cuén, su principal
enemigo político.
¿Por qué no tomar un vuelo comercial
de los que diariamente salen de Culiacán o Mazatlán con destino a Los Ángeles?
La respuesta del gobernador ha sido que fue su hijo quien lo gestionó. Que él
solo lo utilizó como pasajero. ¿Qué pensará Jesús Vizcarra de estar nuevamente
con los reflectores de este escándalo internacional?
Esta crisis se da en el marco de la
sucesión presidencial y tiene sus efectos para este y el siguiente gobierno.
Para AMLO está el estigma renovado de haber tenido como estrategia de seguridad
la de “abrazos, no balazos” que ha significado el empoderamiento de los grupos
criminales y la captura de territorios e instituciones.
En tanto, para el gobierno entrante,
el de Claudia Sheinbaum, la presión, para que corrija esa política fallida, que
ha significado 200 mil víctimas nacionales y 100 mil anuales de los vecinos del
norte por el consumo de fentanilo que se produce en México.
En definitiva, soy un convencido de que
el tema en cuestión ya no pertenece a la lógica local Sinaloa ha dejado de ser sólo
noticia doméstica pues basta ver los titulares de New York Times, Los Ángeles
Times o El País para darse cuenta de que es parte de la compleja relación entre
México y Estados Unidos.
Entonces, es de esperar, nuevos
episodios que seguramente irán más allá del estigma sinaloense cultivada a lo
largo de décadas y estarán dirigidas al futuro gobierno con un guiño malicioso
para el que termina y, entonces, sabremos si sobrevive el sentido de cuerpo de
los morenistas o se cumple la máxima de la Revolución francesa: ¡Muera el rey, viva
el rey!
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